También fueron llamados colmados, coloniales o tiendas de abarrotes pero el nombre más hermoso fue el de ultramarinos que se convirtieron en la punta de lanza de una revolución comestible que se llevó a cabo entre los siglos XIX y XX. Este tipo de negocios nació en el siglo XIX para comercializar aquellos productos que venían de las colonias de ultramar con las que aún contaba España. No se trataba de tiendas de lujo ni mucho menos, pero aprovisionaban a los ciudadanos de algunos productos exclusivos conservados en aceite, vinagre o en salazón. Hablamos de una época en la que no existían grandes superficies ni cadenas de supermercados, por lo que este tipo de tiendas floreció en prácticamente cada vecindario de toda localidad que se preciase. Entre los antiguos instrumentos para medir las cantidades a granel se pueden enumerar la balanza (desde la vieja romana al peso electrónico...); guillotinas para cortar bacalao en salazón, molinillos de café, juego de medidas de aceite y demás aparatajes.

Viajemos hasta el Bilbao de 1880. A lo largo de los siglos, el puente de San Antón sufrió numerosas destrucciones y reparaciones a lo largo de su historia que llevaron a su derribo y actual asiento, a los pies de la iglesia, en aquel mismo año. Eran tiempos en los que Bilbao entraba en ebullición, con un fuerte crecimiento demográfico y convirtiéndose en sede de negocios fructíferos (aunque menos de lo que llegarían a ser...); en puerto que se estaba dotando de la más moderna tecnología a la vez que se abría la ría a la navegación de la era del vapor, núcleo residencial de una burguesía industrial y comercial inquieta.

1880, les decía. En aquel año un constructor, Eusebio Zulueta, levantó un edificio del número 24 de la calle San Francisco, una calle que en aquellos años era uno de los pulmones del Bilbao que se proyectaba hacia el futuro. A Eusebio le apodaban El narizotas y su idea fue la de habilitar la lonja del edificio puesto en pie para darle una salida profesional a su hija. En la trastienda de aquel local, según cuentan, Indalecio Prieto, que vendía periódicos en la esquina del portal de esta casa, se mantuvieron tertulias políticas entre latas de anchoas, bacalao y aceite. Era, ¿no se lo había dicho antes?, un Bilbao en ebullición, ya ven.

En 1949 cogió el establecimiento Manuel Romaña, quien apenas tenía 23 años cuando llegó desde Turtzioz a Bilbao en compañía de su tío y siempre en busca de una salida. Manuel tenía solo 23 años cuando vino con su tío de Turtzioz. Llegó a los 90 años y junto a su mujer, Natividad Cirión, estuvo toda una vida detrás del mostrador. Hoy su hijo, Gorka Romaña, junto a la propia Natividad mantienen en pie la tienda de ultramarinos con el firme compromiso de mantener el trato directo con la clientela. Hoy piensan que los duros tiempos de San Francisco van amortiguándose.

Echemos un vistazo atrás. Los Ruiz, parte de la familia materna de Manuel Romaña, tenían un carácter comerciante de pura cepa. Dos deciden marchar a Madrid y montar dos tiendas, una camisería y una mantequería, llamada entonces Mantequerías Bilbainas. Ya no siguen en pie esos negocios, y en este último – como la propia familia confirma...– trabajó allí de pinche el propio Manuel. Hoy se enclava allí la actual sede del Partido Popular. Los que marcharon para Bilbao decidieron implantarse entre las Calles San Francisco, Las Cortes, Hernani y Bilbao la Vieja, porque era la zona de más relumbrón para el comercio en toda la ciudad. Montaron entre toda la familia ocho tiendas, todas ellas ultramarinos.

A su regreso de Madrid, Manuel Romaña trabajó en una de las tiendas montadas por la familia Ruiz. Conviene detenerse en ese momento. Por aquel entonces las industrias de la siderurgia, los Altos Hornos y de los astilleros estaban muy boyantes con mucha actividad laboral y bocas que alimentar. Que mejor que instalarse con una tienda de ultramarinos. Al estómago hay que llenarlo todos los días. También cogieron buenas distribuciones, como Revilla, Koipesol, chorizo de León, etc. A esas personas les sustituyeron el propio Manuel y Rafa, primo carnal. Hasta los años 40 algunos fueron cerrando, otros montaron distribuidoras de alimentación y únicamente quedaron los padres de Gorka Romaña y Rafa Ruiz después de los 40. Hoy lo regentan ellos. La tienda de Rafa Ruiz situada en la calle Hernani anteriormente a ser lo que es hoy, Vinos y Licores, fue también ultramarinos.

Manuel y Natividad vivían dos o tres pisos por encima de la tienda de ultramarinos, junto al Museo de Reproducciones de Bilbao. “Venía una clienta y te llevaba de paseo, jugabas a canicas en la puerta de la tienda, hacías recados para conseguir una propina”, recuerda Gorka. Pasen, pasen y vean el ultramarinos de hoy en día. Allí se apilan los sacos de alubias, garbanzos y lentejas de máxima calidad y así hasta 30 clases de legumbres con clientes de todo Bilbao. Una de las estrellas la alubia tolosana y gernikesa. Se guarda, también, una guillotina con la que se cortaba el bacalao y los pimientos choriceros cuelgan de las paredes, como si fuesen los custodios de la infinidad de conservas de la tierra y de los mares. Una cabeza de león da fe de que la familia es athleticóloga por los cuatro costados. Mantienen en pie el legado de sus antecesores y miran con curiosidad cómo San Francisco comienza a regenerarse tras el duro final del pasado siglo.