Cuentan los libros de historia que fue un hombre grande, de peso. Les hablo de Martín Ibáñez de Bilbao, propietario, en su momento, de la Torre Zubialdea, alcalde de la villa en el siglo XV, fiel defensor de los mercaderes locales y que está considerado como el principal autor de importantes ordenanzas comerciales, así como de la más antigua recopilación manuscrita que existió en la villa de Derecho Comercial y Marítimo. Ante tanto trajín y semejante postura la ciudad le dedicó una calle sobre la que hoy se posa esta crónica. Esta historia va de la mano del Ensanche de Bilbao. En los comienzos del siglo XX, Bilbao estaba en pleno proceso de extensión por las zonas que se había previsto urbanizar, de acuerdo con el Plan de Ensanche, aprobado en 1876, debido al diseño de los ingenieros Alzola y Hoffmeyer y del arquitecto Severino Achúcarro. Poco a poco se iban concretando espacios urbanos de cuya calidad, aún hoy, cabe admirarse. Así, en los planos realizados en la primera década del siglo XX, se ve como la primera mitad del Ensanche, hasta la plaza Moyúa y la alameda de Rekalde, estaba construido, ya, en gran medida. Se había dado forma a la plaza Circular y a la Gran Vía y empezaba a concluirse el perímetro elíptico de la plaza central del nuevo Bilbao. Otros espacios y edificios aparecen, asimismo, prácticamente, consolidados allá en el 1900. Vamos acercándonos al portal que buscamos, aunque convenga echar una mirada hacia atrás.
Me gustaría que pudiesen ver la fotografía en la que aparecen, encadenados, los palacetes contiguos de la familia Luengas y San Román. ¡Qué amplitud de horizontes! Luego se llamó a la concentración y aquellas despejadas avenidas fueron estrechándose. Muchos chalés de aquella época han tenido como destino clínicas o colegios. Los colegios surgieron de la relación de la burguesía bilbaina con las órdenes religiosas. En cuanto a las clínicas, había cierto rechazo a instalarlas en bloques de pisos, de ahí la intención de hacerlo en chalés independientes. Era un Bilbao en despegue, adecuándose a los tiempos.
Algunos proyectos de los albores del siglo XX ejemplifican de forma cabal la tendencia hacia un marcado efectismo. Es explícita la casa del minero Luis Ocharan Mazas, entre las calles Alameda Mazarredo e Ibáñez de Bilbao, proyectada por Eladio Laredo Carranza (1864-1941, titulado en 1890) en 1901, con las alturas reglamentarias.
Antes de seguir con los detalles de sus encargos arquitectónicos podemos hablar de Luis Ocharan, un destacado personaje de la industria del cambio de siglo, con múltiples aficiones, entre las que sobresale su faceta de fotógrafo dentro de la corriente pictorialista. Llegó a Castro Urdiales en los años sesenta del siglo XIX, al trasladarse su familia a esta población costera cántabra. Fue alumno del pintor Casto Plasencia, aunque, más que por la pintura, sintió una mayor vocación por la fotografía, por la que se interesó tempranamente, publicando tres obras en La Ilustración Española y Americana en 1903: Las lavanderas, La playa de Castro Urdiales y El regalo del abuelito. En 1904 ganó el primer premio del Concurso Nacional de Fotografía Estereoscópica, organizado por la Sociedad Fotográfica de Madrid. Su gran prestigio en el mundo de la fotografía hizo que formase parte del comité de redacción de una de las revistas fotográficas más importantes del momento, como era Graphos Ilustrado, teniendo como compañeros a fotógrafos de la talla de Ortiz Echagüe y Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo, Kâulak.
Otra de sus grandes aficiones fue la astronomía, llegando a construirse un observatorio en Castro Urdiales, en el que no quiso instalar luz eléctrica para poder contemplar mejor el firmamento. Con su telescopio obtuvo imágenes como la de la nebulosa Herchell, reproducida en 1915 en la revista La Esfera.
Debido a que su archivo de negativos en soporte de vidrio parece que se destruyó en la Guerra Civil, sólo se puede hacer una idea de esta magna obra a través de las fotos publicadas en los periódicos y revistas de la época y, sobre todo, a través de la correspondencia y las fotografías que le iba mandando al pintor y ceramista Daniel Zuloaga, que le ayudó en la elaboración del álbum.
A él le encargó la construcción de un edificio con motivos modernistas, neogóticos y neorrenacentistas con rica decoración escultórica y cerámica, muy en la línea del tracista, arquitecto de confianza del promotor, para el que por las mismas fechas diseñó la residencia Toki Eder en Castro Urdiales. El ejercicio de estilo que su autor llevó a cabo al concebir los dos edificios que configuran el conjunto de la edificación levantada, prácticamente, como un elemento unitario. Quede claro que se trata de dos construcciones diseñadas simultáneamente y proyectadas por el mismo arquitecto. Una de ellas es la que ocupa la esquina de la alameda Mazarredo con la calle Ibáñez de Bilbao y la otra es la que corresponde al número 9 de la citada calle. De las dos casas referidas, la que hoy en día, se corresponde con mayor exactitud al proyecto realizado por el arquitecto es la del número 9 de la calle Ibáñez de Bilbao. Las fachadas, realizadas en piedra arenisca y ladrillo a cara vista, se completan con interesantes piezas cerámicas que se conservan, especialmente en la finca de Ibáñez de Bilbao número 9, de manera excelente. Se conserva, igualmente, en esta misma finca, el alero metálico original con adornos de carácter gótico.