Liberal, moderado y fuerista. Esa es la reseña, a modo de telegrama, que define a Tomás José Epalza Zurbaran, uno de los grandes prohombres de aquel Bilbao del siglo XIX, tiempo en el que la villa fue forjándose como una de las grandes ciudades de Europa. Tomás nació, no obstante, en el siglo XVIII. Lo hizo en 1798 y muy joven se marchó a Cuba. En La Habana consiguió hacerse con una importante fortuna, ejemplo de su carácter emprendedor, y decidió regresar a Bilbao. Como hombre de negocios y del comercio, Epalza fue promotor de distintas operaciones mercantiles entre España y las colonias asiáticas y americanas. El dinero se le duplicaba, dicho en plata.

Digamos que tras su regreso a Bilbao mostró el mismo ímpetu para no cesar en su crecimiento financiero. La actividad económica desarrollada por Tomás Epalza muestra los cambios de la sociedad bilbaina durante gran parte del XIX. Los negocios comerciales fueron los que ocuparon la primera etapa de Tomás José, cosa que no le era ajena por familia, ya que los Epalza, formando compañía con Manuel Artiñano, venían ejerciendo como comerciantes y pequeños banqueros, desde el siglo XVIII.

Tras su regreso de Cuba pronto fue vicecónsul de Brasil en Bilbao desde 1836; secretario y tesorero de la fábrica de Santa Ana de Bolueta desde 1841, uno de los primeros grandes proyectos siderúrgicos vizcainos, donde ejerció como socio fundador y miembro de su Consejo de Administración. Era una de las primeras empresas modernas de Bizkaia.

También integró el consejo asesor encargado del proyecto del ferrocarril Madrid-Irún de la línea del Norte, en su ramal a Bilbao y también fue accionista del ferrocarril Tudela-Bilbao y actuó como banquero al ser prestamista de comerciantes bilbainos y en operaciones mercantiles. Destacó en esa faceta, bien a través del establecimiento familiar —que entre otras cosas representó los intereses del Banco de Isabel II en la capital vizcaina—, o bien como promotor del Banco de Bilbao, entidad de que fue uno de los fundadores en 1857. Imparable en su empuje, también trabajó en la fundación de la Bolsa de Bilbao.

Tuvo, además de toda una vida centrada en lo mercantil, una faceta política muy intensa. Desde el ayuntamiento de Bilbao, en el que desarrollaba el cargo de Regidor, paso a formar parte de la Diputación Provincial Provisional en el año 1838, atendiendo asuntos de contaduría y participando en distintas comisiones sobre contribuciones de guerra y suministros de tropas. También fue candidato a las elecciones a Diputados a Cortes en los años 1836, 1837 y 1839, resultando elegido Diputado suplente en febrero de 1843. No llegó a intervenir en el Congreso, defendiendo en la campaña electoral el respeto a la integridad foral.

Tomás vivía en la calle La Estufa. Se casó en 1848 en primeras nupcias con María Concepción Cándida de Lequerica y Bergareche, procedente de una de las familias más poderosas de la villa. Enviudó. Poco después una mujer iba a coser al domicilio del acaudalado Tomás José Joaquín Epalza Zurbaran. Se llamaba Casilda Iturrizar, con quien contrajo matrimonio el 1 de mayo de 1859, en la Parroquia de San Nicolás de Bari. El tiempo convertiría a Casilda en la mayor benefactora y filántropa que ha conocido jamás Bilbao cuyo nombre se recuerda en el parque central de la ciudad y una calle conocida como Viuda de Epalza. Tomás había fallecido en Bilbao el 22 de abril de 1873. De talante liberal fuerista, fue miembro de la burguesía bilbaina que logró la transformación económica de Bizkaia a finales del siglo XIX. Visto el uso que le dio a su legado Doña Casilda, la huella de este hombre en Bilbao es imborrable.