Esta es una historia que comienza en la lejana Alemania, donde un hombre ejerce de guardabosques. Las tierras eran propiedad de una familia acaudalada y allí, en los albores del naciente siglo XX, el hijo del guardabosques, el pequeño Hermann, soñaba con una vida trepidante, muy alejada de lo que el destino le tenía reservado. Walter Isaacson, director de la revista Time, al juzgar al siglo XX en sus páginas puso el dedo en la llaga. “Ha sido uno de los siglos más sorprendentes: inspirador, espantoso a veces, fascinante siempre.” El pequeño Hermann, que no sabía todo cuanto llegaría a vivir, esperaba y anhelaba con marcharse...

Lo hizo. Dejó los umbríos bosques y se lanzó a la vida de la ciudad. Comenzó una trepidante vida en Berlín, donde aprendió el oficio de charcutero, Londres y París. El 28 de junio de 1914, fecha del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, Hermann Thate, El alemán, era maître del Hotel Golf, un santuario de San Juan de Luz donde solía acudir el rey Alfonso XIII, quien se encaprichó de sus servicios. Su hijo Alfonso, quien hizo de La Moderna lo que es hoy, se llamaría así en recuerdo a la amistad con el monarca. “Quiero que me atienda El alemán”, exigía en cada visita el rey español. Y Hermann ganaba crédito a los ojos de los dueños con cada petición. Se veía que era un hombre con habilidades.

El amor –estaba casado con la vascofrancesa Magdalena Irazusta y tenía con ella ya dos hijas, Alwina y Juanita...– y esa vida bien servida le retenían en Donibane Lohizune. Pero aquel magnicidio del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo truncó su vida. Estalló la Primera Guerra Mundial y, siendo alemán, el riesgo de quedarse en Francia era descomunal. Cruzó la frontera y tras un breve paso por Donosti acabó en Castejón (Navarra). Allí entabló una amistad que cambiaría su vida.

Aquella amistad era la de Severo Unzue, dueño del café Iruña de Bilbao, local que había inaugurado un día de San Fermín, un 7 de julio de 1903. Severo le contrató como encargado para su local. Era 1918 y Hermann, el hijo del guardabosques, llegaba a Bilbao. La Gran Guerra había concluido aquel mismo año y la villa estaba diezmada por la llamada Gripe Española –los periódicos de la época hablaban de 5.000 muertos en Bilbao...– pero nada le frenaba a Hermann. Pronto comprobó la existencia de una floreciente colonia alemana en Bilbao, atraída por la pujanza de una ciudad en auge pese a la epidemia. Hermann hizo algunas amistades entre ellos y comprobó que, pese a que algunos de esos amigos eran carniceros, no había ni un solo local alemán ni una charcutería en toda la villa. El escenario perfecto para alguien inoculado con el bacilo de la inquietud.

En 1922 inaugura su primera charcutería: La Moderna. Estaba situada en Hurtado de Amézaga, frente a la Quinta Parroquia. Diez años después, en 1932, Hermann se traslada al número 8 de la calle Astarloa y el local de Hurtado de Amezaga se convierte en el obrador de la casa. Todo iba viento en popa –para entonces ya habían nacido sus otros dos hijos, Luis y Alfonso...– pero una fatal sorpresa les esperaba a la vuelta de la esquina: el estallido de la Guerra Civil española. La familia cerró los negocios y regresó a Alemania. Tras acabar la guerra fraticida apenas hubo respiro. La ascensión al poder de Hitler desemboca en la II Guerra Mundial.

La posguerra en Alemania no fue fácil. A trancas y barrancas, la familia sobrevive y en los años 50 conocen a unos misioneros alemanes que regentan una casa de misiones en Amurrio. Deciden volver a Bilbao y reabrir la tienda. Hasta 1956, año en que murió a los 74 años, Hermann siguió al frente de los negocios con la ayuda de sus hijos que, poco a poco, irían separando sus caminos. Juanita montó una charcutería con el mismo nombre en Santander, que hoy ya no existe. Alwina se retiró del negocio, Luis heredó la tienda de Hurtado de Amézaga y Alfonso la de Astarloa. Fue él quien le diera al comercio el nombre y la fama que le hizo grande en Bilbao.

¿Qué infortunio iba a doblegar a los descendientes del hijo del guardabosques...? Ninguno. En 1987 la familia de Alfonso muestra arrojo y montan, en un pabellón situado en el polígono industrial de Erletxes, una fábrica de embutidos. Al año de abrir, un 28 de diciembre de 1988, la fortuna les devuelve una mueca grotesca: un incendio devasta aquel sueño. De nuevo comienzan a elaborar en la trastienda de Astarloa pero la desgracia es un perro que les muerde los talones: el 29 de septiembre de 1995 arde el obrador instalado en Astarloa.

En 2001 deciden abrir un tercer obrador en la calle Amadeo Deprit, allá en Begoña, en lo que apenas era una lonja. Quince años después, ya en 2016, abren el cuarto obrador con el bautismo del lehendakari Iñigo Urkullu, donde fabrican los embutidos de manera tradicional y artesana, en el barrio de Bolueta. Es ahí donde se mantienen a día de hoy en pie, sin perder las maneras tradicionales. Hoy ejercen de maestros charcuteros Enrique y Carmen Thate, mientras que Alfredo lleva las riendas del Ein Prosit, el restaurante cervecera que tanto nombre se ha labrado en Bilbao. En el obrador de Bolueta se mantienen hoy firmes y fuertes, con elaboraciones artesanales y una moderna equipación tecnológica, adaptada a las viejas fórmulas que proceden de comienzos del siglo XX, cuando el pionero Hermann se cansó de estar en el bosque.