Fue, la suya, una vida contracorriente, un pulso contra el infortunio y una oportunidad que nació de las desgracias. No por nada, Bizenta Mogel nació en Azkoitia, donde su padre ejercía de médico. Pero pronto queda huérfana y fue acogida por su tío, Juan Antonio Mogel, uno de los principales escritores vascos del siglo XVIII y principios del XIX, autor de Peru Abarca, narración dialogada que escribió en 1802. El tío sacerdote cuidó de la educación de Bizenta Mogel quien se ejercitó en humanidades y estudió latín, francés y euskara, además de trabajar las disciplinas científicas como las matemáticas y las ciencias aplicadas. ¿Qué hubiese sido de esta mujer en otras condiciones...? ¡Quién sabe!

Cuentan las crónicas que en 1804, con apenas 22 años, publicó la obra Ipui onac, una colección de fábulas, género didáctico al que también se dedicó Juan Antonio Mogel. Durante mucho tiempo Bizenta Mogel fue considerada la primera mujer escritora en lengua vasca. Hoy todo está en cuarentena.

El manuscrito de Joan Pérez de Lazarraga, del siglo XVI pero dado a conocer en 2004, incluye las composiciones de Estíbaliz Sasiola (¿-1611); aunque los expertos dudan si fue la autora o la recopiladora de los poemas que aparecen al final del manuscrito. Lo que no queda duda es que Bizenta Mogel es la primera mujer que publica un libro completo en lengua vasca. El libro contiene la traducción de cincuenta fábulas de Esopo, en prosa, más ocho fábulas de su tío en verso. Siguiendo la máxima ilustrada de que la literatura debía mantener un objetivo didáctico, Bizenta Mogel dedicó su obra a ese fin, alejándose de la impronta de los cuentos tradicionales que fueron censurados.

Su modelo literario lo recibió de su tío: limpio, culto, pero entendible, ya que escribía para niños y campesinos, según sus palabras. Tras las fábulas escribía comentarios comprometidos, insistiendo en las relaciones entre los señores y campesinos, pidiéndoles generosidad y docilidad. No hay que olvidar que en aquella época la mayoría de los campesinos eran pobres y la división social y política estallaba en revueltas, motines y guerras. Era, sin dudarlo, una mujer osada.

Un puñado de mujeres de su época lucieron una osadía semejante. No en vano, en aquella época no estaba bien visto que las mujeres escribieran y algunas utilizaban seudónimos masculinos, como Fernán Caballero (Cecilar Bohr de Faber). Rosa Gudmundsdóttir, escritora islandesa, se hizo muy conocida en su país por su facilidad de improvisar versos contando sus amores desgraciados, pero sin dejar su trabajo de criada, como correspondía a su sexo y condición. Tal vez el caso más conocido sea el de Mary Shelley, autora de Frankenstein, novela que en los primeros pasos se le atribuyó a su marido. Siempre entre tinieblas.

En 1817 contrajo matrimonio en Markina con Eleuterio Basozabal, un conocido comerciante y representante de compañías de Abando, lugar al que pronto cambió su residencia. Eleuterio Basozabal aparece como cargo público de Abando en compañía de José Pablo Ulibarri. Las relaciones entre las tres personas, Ulibarri, Basozabal y Bizenta Mogel, no se detienen en el aspecto político, sino que llegan al literario. Entre 1819 y 1832 Bizenta Mogel escribe y publica los Gabon Cantac (Canciones de Navidad) que se cantaban en la iglesia de Santiago y en el convento de San Francisco de Bilbao. Algunas de esas canciones fueron firmadas de forma casi anónima Emacume batec ateriac, 1819. Urtian Abandoco elexatian (“Publicadas por una mujer en 1819 en la anteiglesia de Abando”). Murió en Abando en 1854 a los 72 años de edad con un legado literario fecundo a sus espaldas.