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histórico olvidado

Cástor Artajo, un hombre cargado de ingenios en la maleta

El hostelero fue un nombre de fama en el Botxo, donde se le atribuye la creación del célebre 'Agua de Bilbao' que tanta risa desató

Cástor Artajo, un hombre cargado de ingenios en la maleta

Fue por la vida con la maleta cargada de ingenios. Antes de sumergirnos en la trepidante vida de Cástor Artajo hagamos una inmersión en el mundo de la mitología para buscar los orígenes de su nombre. Apenas un detalle. Cástor y Pólux son dos estrellas de la constelación de Géminis y al parecer de ahí nació ese nombre que dejaría huella en la hostelería de Bilbao. Fue un hombre creativo, inquieto, simpático y asequible, registró el término Agua de Bilbao para designar aquel champán o vino espumoso que servía en los tiempos gloriosos de La Goleta, aquel inolvidable refugio instalado en Ibáñez de Bilbao 13. Quienes fueron habituales no olvidarán los viejos versos de “con cien cañones por banda...”.

Echemos un vistazo a la primera mitad del siglo XX. Miren, miren cómo se actúa. “¡Camarero, una botella de Agua de Bilbao!”, grita una voz. Son tiempos de la Belle Époque, cuando las fortunas florecían vendiendo hierro a los europeos que entonces se batían en duelo durante la Primera Guerra Mundial. La villa había sabido aprovechar la neutralidad para erigirse en próspero territorio.

Cuenta la leyenda que la escena nace en Donostia, hasta donde se había desplazado una cuadrilla txirene para disfrutar de un derbi entre el Athletic y la Real. La victoria de los leones fue incontestable y la afición se fue a celebrarlo a la mejor mesa que había entonces en la ciudad, la de Casa Nicolasa. Pidieron una botella de Agua de Bilbao. El camarero volvió a los pocos minutos para informarles de que sólo tenían agua de Solares y Lanjarón, lo que hizo estallar en carcajadas al grupo de botxeros. Quedó aclarado el asunto cuando les explicaron que en la villa se bebía el champán como si fuera agua. Cuando fueron a pagar la factura cayeron en la cuenta de que no les habían cobrado las botellas de espumoso. Fue entonces la propia Nicolasa Pradera quien, haciendo gala de la misma retranca, les dijo que “lo mismo en su casa que en todo San Sebastián, el agua no se cobraba a los de otra capital”. ¡Jocosas tablas!.

Esa historia la cosechó de la memoria el propio Cástor en La Goleta, un local que se llamó así no porque el dueño, que había emigrado a Venezuela allá por el 53 del pasado siglo, tuviera aficiones marineras, no. Su forma recordaba al camarote de una embarcación.

¿Ocurrensia la del Agua? Artajo inventó continuamente cócteles de lo más diverso. El Burubi, txakoli y champán; el Chan Vin, vino tinto y champán; y el Chan Blanc, vino blanco y champán. Hombre de ideas, también en lo musical acudió a inventos en principio descabellados. De su imaginación nació el Tuparín, instrumento de cuatro cuerdas confeccionado con un fruto tropical llamado tupara, al que se agregaban dos micrófonos, amplificador y altavoz, ideal para ser manejado por los niños. Suyo fue también el Burubi, llamado como la bebida a la que dio nombre, que disponía de dos mangos, uno de cuatro cuerdas y otro de seis. Y el Camacín, que sonaba como el cuatro aunque un poco más grave. El más curioso de todos los instrumentos por él creados se llamó Sar Pan, y era un ingenio fabricado a partir de una sartén y una pandereta, que servía por igual para despachar una melodía que para freír un huevo.

El bueno de Artajo había hecho famoso en la calle Ledesma el negocio que llevaba, y lleva, su nombre, donde se expendían sabrosísimos tigres de Yurre, mejillones bañados en salsa picante. A su creatividad les corresponde irrepetibles cócteles de agua, hechos con champán, con nombres tan singulares como Sputnik, Titanic, Lavado de Cerebro y Detector de Mentiras entre otros. Fue, como se decía, un éxito de crítica y público.