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Rincones perdidos en la memoria

Armintza, batallitas de lobo de mar

Fue tierra de balleneros, tal y como recoge el fuero de Plentzia del siglo XIII, y sus costas tienen un volcán submarino análogo a Marte. El 'Itxasoko lorea' aún sale a por sus célebres langostas. Con ustedes, Armintza

Armintza, batallitas de lobo de mar

NTRE, quien esto lea, en esta crónica como si lo hiciese en una de aquellas viejas tabernas de puerto, con marineros que lucen bíceps fornidos como un búfalo y tatuados con la clásica ancla o un Amor de madre de toda la vida. No en vano, puede leerse este viaje como si escuchase batallitas de lobo de mar al abrigo de unas copas de ron. En el libro de navegación está señalado el puerto, Armintza. Comienza la aventura.

El puerto de Armintza, hoy fondeadero casi exclusivo de embarcaciones deportivas, ha sido desde siempre -quizás por las características de esta ensenada que carece de barra- un lugar apreciado por los marinos de la zona para amarrar sus barcos. En el fuero de Plentzia, que data del siglo XIII, ya se recoge cómo los habitantes de esta población se dedicaban a la pesca de la ballena. Y en el sello municipal de Lemoiz, municipio al que pertenece el barrio, figura una trainera de remos tendidos, pero sin tripulantes, tal vez arrebatados por la galerna, pues de entonces data el viejo pareado que dice "barcos sin cubierta / sepultura abierta", tal y como señala alguna de las escasas crónicas que repasan la historia de este enclave.

¡Qué lejos quedan los tiempos de la ballena! La belleza de esta ensenada en la que desembocan los riachuelos Andraka y Lansarreta contrasta con la mole de hormigón que se contempla como esqueleto de un viejo dinosaurio que tantos quebraderos de cabeza dio al pueblo vasco: la central nuclear de Lemoiz. ¿Puede compararse con el caparazón de un crustáceo? Debiera hacerse. No por nada, en las más célebres cocinas de Euskadi aún se aprecia la langosta de Armintza, tan celebrada como el txakolo de Bakio o los tomates de Deusto.

Tome, tómese otro trago de ron. Le toca ahora escuchar que ya solo queda una embarcación, Itxasoko lorea, que se hace a la mar para pescar el que luego se convierte en preciado manjar. En tiempos fueron decenas las que salían en busca de la langosta desde esta pequeña ensenada, dominada por el cabo Billano, en su paseo hasta la vecina localidad de Gorliz.

Al final, la energía atómica no llegó a Lemoiz, pero esta costa quedó marcada en la historia reciente del País Vasco. No es la única construcción cercana a los acantilados, como el conocido fortín de Azkorriaga, que el paseante encontrará en el recorrido que lleva desde Armintza hasta Gorliz por el cabo Billano, último resto de aquellas baterías de cañones ubicadas estratégicamente en la cima de las dos peñas que flanquean la ensenada. Así, tras echar un último vistazo al que fuera declarado puerto de refugio del Señorío de Vizcaya en 1883, uno accede a la casa Urzuriaga, desde la que se desciende hasta la cala del mismo nombre. Allí prometen la paz y el relax a sus visitantes. Frente a Billano se encuentra la isla del mismo nombre, un excelente punto de observación para disfrutar del paso de aquellas que hacen nido al norte del Adour, en la costa francesa, como el alcatraz, el ave marina más grande de Europa.

No había alimento más reparador en Armintza que los begotxus, cachopos del tamaño de una bandeja de horno, como si fuesen escalopes sacados de los lomos del Kraken, el calamar gigante de las profundidades del mar. El año pasado falleció Begotxu y sobre la leyenda ha caído un halo de nostalgia.

Una leyenda también habla de las aguas bravas que bañan Armintza con un volcán submarino en los profundidades. Hay quien piensa que las célebres langostas se nutren de aquellos flujos y enriquecen, de esta manera, sus sabores. Uno diría que se trata de una exageración propia de las tardes demasiado largas, ya me entienden, en las tabernas del puerto. Ahora bien, el volcán existe, vaya que sí existe. Y guarda en su interior un tesoro.

No por nada hay grandes similitudes entre la Tierra y Marte, ya que a diferencia de la luna o de cualquier otro lugar del sistema solar, el planeta rojo tiene días de alrededor de 24 horas. Asimismo, el rover Curiosity, que opera allí desde 2012, ha proporcionado grandes avances respecto a la existencia de agua, clima, viento y antiguos ríos, lagos y océanos. Y han encontrado una analogía al Jezaro, el cráter donde amartizó el Perseverance, la nave que alcanzó la proeza.¿Analogía con qué?, se preguntarán muchos de ustedes. Con los distintos afloramientos del volcán submarino en Bizkaia, es decir con Meñakoz, Armintza, Fruiz y Enekuri. Los científicos de la UPV/EHU aseguran que son los restos de un volcán submarino que emergió a través de sedimentos marinos hace 100 millones de años y que tras la erupción continuaron los procesos de deposición de nuevos sedimentos. De modo que ahora hay estratos sedimentarios en la parte inferior, con capas volcánicas en la parte intermedia, y con otras capas sedimentarias en la parte superior, alcanzando una distancia vertical de unos 25 metros .

Con la boca abierta, el visitante a este lugar tan singular podrá bañarse en aquellas aguas que también aman los amantes del surf. Los expertos en olas descomunales como las que de vez en cuando se desatan en aquellas aguas aseguran que los días de swell medio hay una derecha que rompe en una zona de acantilados y sólo en marea media. Su acceso se debe hacer remando desde el pequeño puerto pesquero de la localidad. Los días de swell grande, hay una ola tipo A-frame a la entrada del canal del puerto algo complicada de coger y donde se necesita un apoyo marítimo. Lo que les dije: aventuresco.