Máquinas amigas tituló su charla Macarena Estévez, socia emérita de Análisis de Datos e IA en Deloitte, quien ofreció su enfoque sobre la tendencia en inteligencia artificial y su impacto actual y de cara al futuro, especialmente en las empresas. De su discurso se desprende que el resultado de años de experimentación tecnológica nos acerca, cada vez más, a una “singularidad tecnológica”.

Estévez comenzó su disertación con una pregunta “muy sencilla” sobre la empresa Euskaltel a Chat GPT para demostrar que “es un sencillo modelo de probabilidad, no es inteligencia pero tiene millones de cerebros a toda velocidad mientras que yo tengo un cerebro lento”. Partiendo de esta premisa, dirigió la atención de la audiencia hacia una cuestión que calificó de “importantísima”: “¿Hacia dónde vamos?” A este respecto precisó que “la tecnología ha avanzado a una velocidad acelerada y la curva de la automatización de las tareas expresa cómo poco a poco vamos a ir confiando y delegando más en las máquinas, y las nuevas generaciones aún más”.

Para la socia emérita en Deloitte, la buena noticia es que a medida que las máquinas vayan tomando más protagonismo y nosotros vayamos trabajando más a gusto con ellas y delegando más en ellas dejaremos de estar tan saturados y recuperaremos la vida que teníamos hace unos años. “La clave es la confianza”, aseguró.

En relación con la inteligencia artificial (IA) diferencia dos tipos. “La IA industrial, con las máquinas y procesos, que no se equivoca una vez desarrollada e implementada. Y la IA que pones a trabajar con los seres humanos. Pero los humanos somos erráticos y al trabajar con cada uno de los errores y de las maneras libres que tiene el ser humano, no funciona tan bien”.

Desde el punto de vista empresarial, mirando al futuro arguyó que “en el centro de las empresas tienen que estar las máquinas conectadas entre sí, para dar esa dimensión y velocidad del dato, porque son capaces de trabajar con millones de datos de cualquier tipo”. Los humanos quedarían en lo relativo a definición de la estrategia de la compañía, de precios, recursos humanos, talento, financiera... “Por supuesto, innovando, creando, pero sobre todo vamos a tener muchísimo trabajo para controlar lo que hacen las máquinas”, advirtió.

Riesgos

Al abordar la IA generativa, recalcó que entraña riesgos. Aparte de la cuestión de la confidencialidad, el tema de la seguridad. Con rotundidad, aclaró que “las personas podemos enseñar a la IA artificial, porque nosotros la gobernamos. El problema sigue siendo que caiga en manos de quienes no tienen buenas intenciones”.

En cualquier caso, Estévez tiene claro que “las máquinas nunca nos van a sustituir a los humanos” y para demostrarlo aludió a un argumento matemático. “Las máquinas pueden generar un algoritmo de aleatoriedad. Y el humano es un ser caótico, que no es lo mismo que aleatorio. Las máquinas nunca van a ser capaces de reemplazar el caos de cada uno de nosotros. Estas aprenden de datos y nosotros los humanos, de experiencias. No es lo mismo. Ellas hacen tareas, nosotros somos inteligentes”, apuntó.

Así las cosas, puso en valor el saber escuchar a quien les plantea un problema en el caso de los analistas. “Las máquinas no tienen esa manera de escuchar. Nosotros cuando vemos las cosas dibujadas nos generan intuiciones, conocimiento, aprendemos… y eso tampoco lo tiene la máquina”. Además, a favor del ser humano ensalza la capacidad de pensar: “El pensamiento es nuestro gran poder”.

Esta reflexión le conduce a plantear que los profesionales del futuro van a tener una relación estrecha con las máquinas y eso les va a llevar a ser más inteligentes. Asimismo, expresa que esa delegación en la máquina “va a traer paz en nuestras vidas con unas máquinas en las que confiaremos porque las controlaremos y porque nunca serán exactamente como nosotros”.

En suma, concluyó que “los profesionales del futuro serán los grandes garantes, muy amigos de las máquinas, con más capacidades y evolucionando como especie complementados con ellas, pero... a lo mejor, llegado el momento, incapaces”, considerando el peligro de que algún día las máquinas se paren.

Mirada al futuro

Macarena Estévez asegura que hay que mirar hacia el futuro con los ojos de las generaciones venideras, para poder descubrir cómo esto puede influir en nuestras decisiones presentes. “No con nuestros ojos, ni con nuestra experiencia de vida y nuestras limitaciones, sino con los ojos de los niños que todavía no han nacido, de los que nacerán en el año 2030/ 2040, en un mundo al que yo le voy a abrir la puerta. Abrimos puertas a mundos que ellos vivirán de una manera diferente, a su manera, con sus parámetros”, manifestó.