El pasado abril sabíamos que Elon Musk adquiría Twitter. Sería todo más preciso por mi parte si dijera que Elon Musk, la todavía mayor fortuna del planeta, había firmado un compromiso para adquirir la red social Twitter por un total de 44.000 millones de dólares. Desde entonces, han pasado muchas cosas, especialmente en clave económica. La operación parece ya no ser tan rentable, ante el derrumbe de las Bolsas y el descenso de la valoración del sector tecnológico.

Por ello, no es de extrañar que quizás Musk tenga en la cabeza tratar de excusar su compromiso con la operación. Su constante interés en conocer las cifras reales de bots puede ir por esos derroteros. Veamos en qué consiste todo esto.

Un bot es una identidad digital que hace, automáticamente (mediante un programa informático desarrollado para dicho fin específico) una actividad: dar al “me gusta” a una publicación, escribir mensajes en nombre de otra persona, etc. En las redes sociales son conocidos por tratarse de cuentas que, muchas veces con fines ideológicos o morales, tratan de dominar la conversación con sus mensajes. También, tratan de molestar deliberadamente a personalidades o partidos políticos, con el fin de desestabilizar. Pues bien, Elon Musk sugiere que el 20% de las cuentas de Twitter son “falsas” (entendiendo este concepto como cuentas que no son reales). La empresa Twitter defiende que solo son el 5%. Una investigación independiente lo sube a entre el 10 y 15%. Quizás Musk esté influenciado por su propia experiencia. Según los datos actuales, cuenta con casi 100 millones de seguidores. De ellos, según algunas estimaciones, un 50% son falsas. Que, claro, no le hacen la vida fácil.

Además, hay cuentas bot que tienen cientos de miles de seguidores. Lo que escriban puede generar que suba o baje mucho un criptoactivo u orientar el voto de los indecisos, por ejemplo. La herramienta de auditoría SparkToro estima que casi el 50% de las cuentas de muchos seguidores son bots. Twitter lleva un tiempo buscando cómo perseguirlo, pero la sofisticación de los comportamientos autónomos de un programa informático hace que este sea un problema real. Que, también os debe alertar de cómo y qué leéis en Internet.

Fuera de las redes sociales, se emplean también para comprar automáticamente entradas a un concierto. En espectáculos de mucha asistencia, suelen acabarse en cosa de escasos minutos las entradas. Posteriormente, la reventa, establece las reglas de juego. Sin embargo, si simulo ser varias personas distintas, puedo ejercer la compra de forma programada y luego ganar dinero en la reventa.

Hasta aquí creo haber conseguido generar una imagen “mala” de lo que es un bot. Sin embargo, y pese a estar siempre envueltos en polémicas, en realidad también tienen buenos usos. Por ejemplo, yo los utilizo para guardar noticias que me interesan. Se puede programar un bot para que te localice noticias de personas, temas o momentos que te interesan. Recordemos que un bot, como programa informático que es, no duerme y tampoco se enfada. Trabajará muy bien en favor de vuestros intereses. Por otro lado, también tengo otro bot para recordarme cosas. Por ejemplo, cuando alguna cuenta de Twitter escribe alguna promesa (generalmente futbolistas o políticos/as). Tiendo a guardarlos para ver quién merece mi credibilidad pasado un tiempo. Hay foros en Internet repletos de comentarios sobre este tipo de comportamientos autónomos para recordar el pasado de alguien. En definitiva, un bot que se convierte en nuestra agenda y memoria.

Trato con estas últimas líneas de decir que el hecho de que algo sea noticioso por su componente negativo no quiere decir que siempre vaya a ser así. Lo que ocurre es que lo bueno suele ocupar bastantes menos titulares. Lo cual también nos conduce a pensar que quizás es que lo bueno no vende y lo malo sí. Y por ello, Musk lo que deberá reflexionar realmente es que adquirió un compromiso para moverse en este tipo de debates en la red social Twitter.