Pellizzari descorcha el cieloEfe
Un aguijón, una montaña puntiaguda, afilaba el día en El Morredero, un alto repleto de aristas, 8,8 kilómetros de pared con una pendiente medía colgada del 9,7% y varias rampas de garaje, una de ellas tachonada a una vertical del 16% en los montes Aquilianos. Ese era el pináculo de la pirámide, un altar para el sacrificio.
Al cielo se llega a través de las escaleras del infierno. Bajar a lo más profundo, a las entrañas para subir a lo más alto. El ciclismo es una disciplina de mineros.
En El Bierzo, una cuenca minera, los tesoros se extraen de la roca, picando piedra, siguiendo una luz tintineante en la oscuridad. El avance es lento, penoso.
Neutralización en caso de peligro
La Vuelta no se disputa solo en la carretera. Las numerosas protestas contra la presencia del Israel han mediatizado la prueba. Se han neutralizado dos etapas, la de Bilbao y Mos.
Ante la incertidumbre que asola a la prueba, los ciclistas se reunieron para tratar el asunto. Se debatieron varias propuestas, pero la que se adoptó es seguir por la misma senda.
La idea es que si el pelotón ve peligrar su seguridad, la etapa en cuestión será neutralizada. La posibilidad de dejar la Vuelta no prosperó, toda vez que no había una gran mayoría que lo respaldara.
La mitad de las escuadras están por la labor de dejar la carrera y dar por concluida la competición, pero otra mitad entiende que no es la solución, toda vez que el Israel no tiene ninguna intención de abandonar.
Con la UCI apelando a la neutralidad, incapaz el organismo de tomar una decisión, y el equipo Israel empeñado en seguir, la organización no tiene una escapatoria y su propuesta es seguir adelante.
Se abren las galerías con los pulmones intoxicados y la incertidumbre en cada pulgada tachonada al cuerpo. El Morredero es un mina vertical, a cielo abierto, sin montacargas.
Cada uno debe encontrar su propia salida, el respiradero, para masticar el aire suficiente que le lleve a más altura sin desfallecer.
Una subida desoladora de aspecto volcánico. Piedras negras. Brillantes. Aspecto lunar. Metáfora de una Vuelta yerma, escasa de vida. En El Morredero, entre las ráfagas de viento, se elevó el blanco, novicio, de Giulio Pellizzari, de estreno en la Vuelta.
Bravo el italiano tras descerrajar su primera victoria en el profesionalismo. Se bautizó Pellizzari con honor. Nada como las primeras veces.
A la defensiva
Contrastaba su vitalidad, el blanco de su maillot, con una montaña arrasada por los incendios, vestida de luto y pena como una saeta. El grito de la naturaleza, inerte.
Un ciclismo en blanco y negro que elevó los brazos a Pellizzari y apenas sostuvo los de Jonas Vingegaard y Joao Almeida, apurados ambos, al límite.
"Me hubiera gustado conseguir más diferencia pero estoy contento. No ha sido mi mejor etapa, pero ya pienso en mañana, me tengo que centrar en dar lo mejor. Tengo 50 segundos sobre Joao Almeida, veremos si es suficiente", dijo el líder.
Decenas de personas protestan contra Israel al paso del pelotón por el Castillo de los Templarios en Ponferrada.
Almeida respondió que "había un fuerte viento de cara y nadie quería gasta más que los otros y por eso nadie quería tirar. He llegado muy cansado".
El danés logró un chasquido de dos segundos sobre Almeida, más cerca del fado, que del canto a la alegría del Angliru. Ambos reptaron. No pudieron elevar su orgullo. Bastaba con no desplomarse y sostenerse con dignidad.
Las fuerzas al límite y el ímpetu bajo mínimos. Atrincherados en evitar la derrota. La precaución como brújula. Empate en las alturas. El duelo entre ambos se sostiene con alfileres.
Cambio en la crono por seguridad
El líder tendrá una ventaja de 50 segundos respecto al luso para la crono de Valladolid. Una buena renta, más si cabe cuando la Vuelta anunció en un comunicado que la crono, por motivos de seguridad, pasará de los 27,2 kilómetros previstos, a 12,2.
En El Morredero el tiempo se paró en una Vuelta arrítmica, serenas las protestas en un paisaje distópico, vacío, sin pulso. Tras Pellizzari, a 16 segundos asomó Pidcock, con Hindley, Vingegaard y Almeida rebañando migas.
La Vuelta regresaba, aunque en realidad nunca ha abandonado, al modelo monopuerto que abraza con emoción. El realce de una cumbre a modo de remate, una idea que partió de la mesa de diseño de Javier Guillén años atrás como las agujas de las catedrales que pinchan el cielo.
Es el sello de la carrera, que transcurrió por los parajes devorados por los incendios que asolaron la península hace apenas unas semanas sin obstáculos. Tierra quemada, olor a ceniza. La fuga pereció en ese esprint fogoso hacia la montaña.
El Visma dispuso a sus antorcheros para neutralizar a los aventureros, que no tenían carta blanca. Les revocaron el permiso de los días precedentes. Nunca abandonaron el radar de la torre de control.
Apuesta de Red Bull
En las puertas de El Morredero, serpenteante la carretera en un desfiladero entre rocas y foresta, terreno de emboscadas, el Red Bull empujó a modo de estampida. A cara descubierta. Nada de camuflaje.
Un asalto acelerado hacia el paredón. Mikel Landa y Egan Bernal, hermanados la víspera tras una estupenda actuación, se desprendieron de esas urgencias. Aquella no era su guerra.
El Morredero era un subida bella, estupenda, pero de una crudeza superlativa, desgarradora tras los incendios. A todos les desnudaba la ascensión de aspecto pétreo. Les arrancaba la esperanza a tiras.
Imposible refugiarse en el anonimato. Piel y huesos entre laderas imposibles. Personajes de tragedia griega en busca de la gloria, del fuego prometido.
Abandono de Azparren
Los sherpas de Vingegaard querían bailar claqué en una ascensión retorcida, que estruja hasta el alma. Rostros fundidos, dislocados los cuerpos.
Vine y Grossschartner, los costaleros de Almeida se apagaron en silencio, sombreados en unas cuestas duras, que no hacían prisioneros. Xabier Mikel Azparren abandonó.
El Morredero tenía medio rostro quemado, en negro, de luto tras los incendios. La otra parte, verde, espléndida, exuberante, era un vergel. Una subida a dos tintas.
Vingegaard, a su llegada a meta, con lo justo.
Caras de la misma moneda que los molinos de viento, blancos árboles de acero, aspas tremendas, ventilaban desde las alturas. Los gigantes habían soportado el fuego.
Sofocón de Almeida
Era El Morredero una subida apocalíptica que reunió a Vingegaard, Almeida, Riccitello, Pidcock, Hindley y Pellizzari como los únicos jinetes capaces de retarla.
Por un momento, Almeida se quedó pedaleando en el aire, suspendido en la impotencia cuando arrancó Pidcock.
El portugués, duro y resistente, se reconfiguró a tiempo en una recta sin fin, tremebunda, bajo la costra de la tierra que ardió con furia.
La mejor versión de Vingegaard hubiese descabalgado del todo en ese momento a Almeida, pero el danés no está para dispendios y gestiona al máximo la renta que dispone. También las fuerzas, menguantes. Se impone el minimalismo.
En un paraje lunar, sin vida, calcinado, jadeaba el sexteto, cobijados los unos en los otros. Arrasada la montaña, contagiada por la ley de la gravedad, se subía a gatas, balbuceando.
Nada de lujos. Con lo justo. Todos en un palmo, acurrucados en el abismo de una trinchera infinita, donde nadie se exponía, paralizados por el miedo a una implosión.
Los ciclistas recorren el paisaje calcinado por los incendios en el Bierzo.
Vingegaard, con lo justo
Derruidos, inhabitados los cuerpos. Crepitaban los pulmones entre rampas terribles, hombreando en medio del dolor, del hilo de supervivencia. Cada uno padecía a su manera sobre la piel de serpiente, sosteniéndose contra el viento, en las cuerdas de un ring donde resistir era vencer.
Vingegaard y Almeida se miraron a los ojos, en paralelo, tan cerca que podían leerse los pensamientos a través de la retina. Cruzaron alguna palabra. Se citaron para Valladolid.
Pellizzari, joven, italiano, comprendió que esa vigilancia le daba libertad a él. Cuando el puerto amainó un poco y bajó el mentón del orgullo y los cuellos almidonados, Pellizzari percutió. Se desencadenó.
Vuelta a España
Decimoséptima etapa
1. Giulio Pellizzari (Red Bull) 3h37:00
2. Tom Pidcock (Q 36.5) a 16’’
3. Jai Hindley (Red Bull) a 18’’
4.Jonas Vingegaard (Visma) a 20’’
5. Joao Almeida (UAE) a 22’’
6. Matthew Riccitello (IPT) a 26’’
7. Felix Gall (Decathlon) a 53’'
8. Torstein Træen (Bahrain) m.t.
53. Mikel Landa (Soudal) a 15:41
65. Markel Beloki (Education First) a 18:11
General
1. Jonas Vingegaard (Visma) 64h53:55
2. Joao Almeida (UAE) a 50’’
3. Tom Pidcock (Q 36.5) a 2:28
4. Jai Hindley (Red Bull) a 3:04
5. Giulio Pellizzari (Red Bull) a 3:51
6. Felix Gall (Decathlon) a 4:57
7. Matthew Riccitello (IPT) a 4:59
8. Sepp Kuss (Visma) a 6:24
27. Mikel Landa (Soudal) a 1h14:23
49. Markel Beloki (Education First) a 1h56:24
Un punto blanco sobre una montaña negra, chamuscada, arrasados los bosques que fueron alegres y risueños por los incendios pavorosos.
Pellizzari, joven esperanza italiana, ondeó la bandera blanca en tierra quemada. Se regaló una montaña. Blanco sobre negro en El Morredero. Pellizzari descorcha el cielo.