A 1.950 metros de altitud, en el Pico del Buitre, (10,9 kilómetros con una pendiente media del 8% y paredones al 16%) lo más lejano se acerca tanto que hasta el universo puede tocarse con los dedos a través de las lentes de aumento de los telescopios que miran al espacio. En la terraza a las estrellas, donde apenas hay memoria de ciclistas, salvo cuando anidó Ángel Madrazo, el Gorrión, en 2019, se esperaba la guerra de las galaxias.

Colisionaron todas ellas. La teoría del Big-bang. Así se creó el universo. De una gran explosión. Un estallido también fijó el orden de las estrellas en la Vuelta. La constelación amarilla la conforman Sepp Kuss, el tercer hombre, y las supernovas Vingegaard y Roglic.

El norteamericano puso el pie en la Luna de Javalambre. El mejor de una fuga ventruda de la que emergió el satélite Lenny Martinez, nuevo líder y en la Mikel Landa disfrutó. Se dio una alegría el escalador de Murgia.

Gran día de Landa

Fue cuarto en la cima el alavés, que recuperó, con creces, lo que se dejó en Andorra. Es sexto en la general. Landa resurge. Martinez, pletórica su ascensión, soportó el electroshock que propinó el Kuss y se vistió de rojo tras ser segundo en meta. Nuevo líder. Con 20 años y 50 días, el francés es el líder más joven de la historia de la Vuelta.

Landa, durante la fuga Bahrain / Sprint Cycling

El colibrí de Durango, ligero, excelso escalador, anidó en el Pico del Buitre. Al igual que las rapaces que esperan los cadáveres para limpiar la naturaleza y mantener en equilibrio el ecosistema, Vingegaard y Roglic, emparejados, actuaron como un par de enterradores. Necrófagos. Dejaron la Vuelta en los huesos. Entre los tres conforman el grupo salvaje.

Evenepoel, contra las cuerdas

Sobrevolaron en círculos por encima de Evenepoel, por momentos más muerto que vivo en una ascensión dura, que resquebrajó la máscara del líder. Se agrietó Evenepoel. El belga resucitó lo suficiente para que no sonaran las campanas de réquiem en Javalambre.

Evenepoel perdió el liderato tras el ataque del Jumbo. Efe

Perdió el liderato y 32 segundos respecto a las rapaces inmisericordes del Jumbo, el sol de la Vuelta. Vingegaard y Roglic están a un palmo de Evenepoel en la general. Borraron la desventaja de la crono. Dieron un puñetazo encima de la mesa. Tembló Evenepoel, que padeció en la ascensión.

El belga no era el de Arinsal y su celebración con pose retadora, de suficiencia. El Jumbo le mudó el rostro. Aunque con alfileres, Evenepoel se sostuvo. También Enric Mas, que se emparejó con el danés y el esloveno hasta que le abrieron las costuras en la cremallera final del puerto, donde revivió Juan Ayuso, que apareció de la nada, como un espectro, para sujetar la bandera del arrojo.

El joven alicantino asomó de repente y no le faltó mucho para tocar el hombro a Roglic y Vingegaard. Entre ambos cuentan seis grandes. Dos Tours para el danés y tres Vueltas y un Giro para el esloveno. La suya es otra velocidad. Quieren cerrar el círculo con otra Vuelta. Tal vez sea para Kuss.

Ataque de Roglic

El líder se quedó aislado, rodeado de enemigos en un paraje duro, repleto de aristas, de paredes desnudas tiznadas de roca gris. Un paredón. Un muro de las lamentaciones. Algunos árboles daban algo de sosiego entre los mejores. Un espejismo. Roglic, Vingegaard, Evenepoel, Ayuso y Mas compartían plano.

El esloveno rompió la paz. Se encorajinó. Valiente. Pose de guepardo. Olió el jadeo de Evenepoel, cada vez más arrugado, la nariz achatada, las ojeras, a la vista. Roglic, descamisado, tomó vuelo. Al mismo tiempo, por delante, aleteaba Kuss, formidable, imparable.

Se ahogaba Evenepoel, una mueca. A solas con su sufrimiento. Una letanía. Un paso de Semana Santa. La saeta de la derrota. Roglic, Vingegaard y Mas se despegaron del líder, con plomo en los bolsillos. Gateaba montaña arriba. En el diván. Al rincón de pensar, invadido el organismo por la fiebre amarilla que le generó el Jumbo, de calentón en calentón.

Se ató Evenepoel al rosario de la resistencia. Atrincherado en el calvario. Roglic, Vingegaard y Mas tomaron distancia y llenaron de dudas la mente de Evenepoel, que se mostró poroso en una etapa sin resuello en la que el Jumbo impuso su ley. Marcial. Dictadura.

Una etapa loca

La locura, la pasión y la ambición generaron un torbellino que agarró por la pechera la Vuelta. Todo el mundo tiene un plan hasta que suena el primer disparo. En realidad fueron varios. Sonoros. En todas las direcciones.

Una ametralladora Gatlin en pleno frenesí. La estampida. La huida. El descontrol. Sobrevivir. El caos. El aleteo de la mariposa en la otra parte del mundo, el huracán en la Vuelta. Saltó todo por los aires. Cometas al cielo. Se atomizó la carrera. Radicales libres.

Una treintena de corredores disparados en ráfagas hacia el Pico del Buitre. Algunas balas de plata. Martínez, Kuss, Landa, Marc Soler, Buitrago, Poels, Van Baarle, Lazkano… una fuga al galope, desbocada. Un terremoto. La sacudida golpeó los cimientos del Soudal, el Movistar e Ineos, con el pie cambiado en ese baile maldito, zarandeados de punta a punta.

Roglic y Vingegaard, juntos en meta. Efe

Jugada maestra del Jumbo

El Jumbo sonreía después de colar a medio equipo en la avanzadilla. Reía a carcajadas, en realidad. Vingegaard y Roglic cohabitan en armonía. Kuss, el colibrí de Durango, era una rapaz que viajaba en hombros de sus compañeros. El norteamericano se agitó en Arinsal. Allí se anunció.

Quiere continuar aleteando en la carrera. Una sombra amenazadora para Evenepoel, que no sólo se tiene que cuidar de la mirada aviesa del danés y el esloveno. El líder, con el equipo mermado, se desgañitaba por detrás, sorprendido por el jaque relampagueante de los secundarios. El gaznate estirado. La vena, hinchada. El pulso, nervioso.

Dura persecución

La fuga se fue hasta los seis minutos. El pánico cinceló el rostro de Evenepoel. Enric Mas también percibió el escalofrío en una persecución febril. Ni un momento de respiro. Nada de paz ni armisticios. Un pulso inmisericorde.

El entente entre belgas, españoles y británicos sirvió para lijar hasta los 3:50 en la base de Javalambre, donde reposa el Observatorio Astrofísico. Cerca de la estrellas en una tierra que no existe, Teruel.

Antes, Soler rascó seis segundos para crecer en la general. En ese no lugar se eleva majestuoso un puerto de aspecto fantasmal que descubrió a todos. Nadie pudo cubrirse. Mesa de autopsias.

El maquillaje no servía para nada. En montañas así no se puede disimular. El Pico del Buitre radiografío el cuerpo de la Vuelta. El rey Evenepoel estaba desnudo. Le dejó sin ropaje el Jumbo, el monstruo de tres cabezas.