Consumida la adrenalina, fatigado el cuerpo, al borde del colapso mental, coronado como campeón del Tour, Jonas Vingegaard se arrulló junto a su mujer, Trine, y su hija, Frida, en el sofá del descanso y la desconexión. La familia a modo de refugio tras la odisea de la carrera francesa. La manta del bienestar para combatir el estrés. Así sobrevivió al eco de los fastos de la Grande Boucle.

Desde que asomara en París, Vingegaard ha permanecido 65 días sin competir. El tiempo que ha necesitado el danés para digerir su mayor logro y reconfigurarse tras enfrentarse a sus adentros. Entronizado en los Campos Elíseos, Vingegaard fue elevado de inmediato al Olimpo en Dinamarca, donde fue recibido por una multitud con honores de jefe de Estado. El avión que le trasladó a su país fue escoltado por cazas. “Un éxito tan grande deja una gran resaca emocional”, concede Carlos Ramírez, psicólogo deportivo, que comprende el recogimiento del danés.

Refractario a la fama, Vingegaard, tímido, era tras su hazaña, la máxima estrella. El muchacho que creció en un pueblo de apenas 400 habitantes compartiendo el ciclismo con su trabajo en una factoría de pescado, era una supernova tras un viaje lisérgico.

Conviene recordar que Vingegaard vivió momentos de estrés cuando competía de joven y que padeció un episodio de quebranto interior en el Tour de Polonia de 2019. La victoria en el Tour le trasladó a otra dimensión. Un estallido después de someter a Pogacar, el rey sol del Tour. Esa victoria le cambió la vida. Alteró su equilibrio interior. ¿Estaba preparado el danés para convertirse en el centro del universo ciclista?

"UNA SENSACIÓN EXTRAÑA"

“Lo que te pasa cuando ganas el Tour de Francia es una especie de bombardeo mental. Es muy difícil hablar con los medios y los aficionados todos los días. Es genial, pero también muy agotador”, dijo el danés al diario Ekstra Bladet. A Vingegaard le atrapó una sensación muy similar al vacío. “No quiero decir que me sentí vacío, pero sí que fue una sensación extraña”, expuso Vingegaard, que ha regresado este martes a la competición en la CRO Race tras descansar en agosto y entrenar en septiembre.

Ha tenido que lidiar con una gran presión, tanto a nivel de los aficionados como de los periodistas, así que necesita un descanso”, expuso en su día Grischa Niermann, director del Jumbo. Hubo quien calificó la huella que el Tour dejó sobre Vingegaard como de estrés postraumático.

VULNERABILIDAD

Carlos Ramírez comprende la sensación que ha recorrido a Vingegaard, vulnerable ante el impacto de un logro extraordinario. Un fenómeno que han sufrido otros deportistas como Naomi Osaka, Michael Phelps o Nico Rosberg.

“El tsunami de ganar el Tour no se maneja con ninguna herramienta concreta. Es un trabajo personal y profundo en el que se revisa la propia historia deportiva del atleta, sus motivaciones profundas. Hay que desarrollar una conciencia amplia de la propia persona para sostener un lugar de tanto éxito”, expone el terapeuta.

La peana del deporte es muy inestable, más cuando uno vence. Después de eso, solo cabe seguir ganando. Es la maldición de los campeones, su penitencia. No se espera otra cosa de ellos. Una puerta abierta a la presión, la fama y la celebridad.

“El éxito, brillar, la medalla de oro, conlleva convertirse en objeto de proyección para muchas personas. El profesional se convierte en objeto de proyección para el gran público que le va a idealizar o devaluar”, describe el psicólogo.

LA PERSONA Y EL PROFESIONAL

Alcanzado semejante estatus es imprescindible separar el personaje de la persona para acomodarse a la nueva situación, según Ramírez. “El trabajo psicológico a realizar tiene que ver con una distinción entre la persona y su rol profesional. Yo tengo mi esfera personal, mis relaciones, mis hábitos, mis valores y después un rol profesional".

"Genera mucho bienestar psicológico el poder discernir claramente estas dos esferas, mi yo personal y mi role profesional. Y aprender a cambiar con agilidad entre roles. Encontrar un espacio seguro, libre de juicio y expectativas genera una digestión saludable de esta situación de tanto estrés”, sugiere el terapeuta.

A diferencia de la búsqueda de objetivos deportivos, este trabajo es una cuestión de aprendizaje vital. “El trabajo psicológico es complejo y requiere tiempo, no está relacionado con habilidades psicológicas como la relajación, la visualización de procesos etc.. sino que tiene que ver con aspectos profundos de la propia personalidad del deportista, valores con respecto a la consecución, el sentido del éxito, valores familiares y culturales”, desgrana Ramírez. Ese es el próximo reto de Vingegaard tras subir al trono y recostarse en el diván.