Los aficionados vizcainos han podido disfrutar esta tarde del miércoles de una preciosa jornada de ciclismo en la doble ascensión a El Vivero en la quinta etapa de La Vuelta. El público se ha desplegado a lo largo de los 5,4 kilómetros del puerto para alentar al pelotón de esta gran vuelta que aún tiene el recuerdo de la última victoria que se vivió aquí de la mano de Igor Antón hace once años.

La magia de esta ascensión la ha puesto un público entregado al ciclismo, que han envuelto todo este recorrido en gritos, aplausos y ánimos que han empujado a cada corredor del pelotón. Se han visto carpas, campingas, sillas, altavoces... en grupos de familias y amigos. Muchos han subido con su bicicleta, otros lo han hecho a pie, pero el propósito era el mismo: animar.

Prueba de ello han sido los gritos de apoyo que recibía cada ciclista aficionado que subía de forma agónica estas duras rampas los instantes previos al paso de la carrera, especialmente con los más pequeños. Y es que los amantes del ciclismo no han querido desaprovechar la oportunidad, y con la excusa del paso de La Vuelta han probado su destreza en la bicicleta en esta exigente cota.

Si hay un color que predominaba por encima del resto, ese era el naranja de los maillots, gorros y camisetas del Euskaltel, el único equipo vasco del pelotón. La afición se ha mostrado más cariñosa si cabe con los ocho corredores del equipo e incluso han ovacionado al coche.

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Aunque si hay un corredor que ha sentido el aliento del público ese ha sido Marc Soler. El corredor de UAE ha sido llevado en volandas durante la segunda ascensión hasta el momento de coronar. El catalán pedaleaba líder de la carrera en busca de la etapa, que ha terminado por conseguir, para acabar con la sequía de corredores españoles de la grandes vueltas, que llevaban 120 etapas sin victoria entre Tour, Vuelta y Giro.

Otro de los ciclistas que ha sido aclamado es Chris Froome, dos veces ganador de La Vuelta, que tras descolgarse en la primera subida a El Vivero ha podido darse un baño de masas con el público, al sonido de “Froome, Froome, Froome”.

Con la carrera completamente seleccionada por delante, los más rezagados iban pasando uno a uno entre el público y muchos sonreían con gestos de incredulidad ante semejante griterío. Lo cierto es que no ha habido un solo momento, ni un solo corredor, que no haya sentido el ánimo de este incansable público.