El mejor Nairo Quintana, ese que iluminó el Tour en 2015 y 2013, segundo en ambas ediciones, el que se puso la corona en el Giro de 2014 y alcanzó el trono en la Vuelta de 2016, el que dejó constancia de su tremenda clase, creció al abrigó de la valentía. El arrojo concede al colombiano otra dimensión, es ahí cuando nace el Quintana que denominaron Nairoman, caricaturizado más tarde cuando saca el codo a pasear para pedir relevos. Esa pose le persigue. Categoriza una anécdota. Quintana es un ciclista enorme bajo cualquier análisis.

Su inicio de campaña, después de haber superado el covid, retrotrae a un Quintana majestuoso. Campeón la pasada semana en el Tour de la Provenza tras dominar la ascensión al Lure y quitarse de encima a Alaphilippe, este domingo, en el Tour de los Alpes Marítimos, ofreció otra lección de ciclismo atacante. Repleto de confianza, el colombiano desplegó lo mejor de su repertorio a través del riesgo. “Tenía toda la confianza. Arriesgué, porque el ataque fue muy lejano, pero el equipo lo hizo muy bien para desgastar a Wellens”, apuntó el colombiano tras su demostración.

Excelso escalador, Quintana evidenció su enorme destreza en los descensos y su poder en el llano. Eso le validó el magnífico triunfo en la general. El colombiano cuenta medio centenar de victorias en el profesionalismo. Un registro más que considerable y donde sobresalen tres etapas en el Tour, tres en el Giro y dos más en la Vuelta.

El logró del Tour de los Alpes Marítimos lo gestó en tres actos Quintana. Subida, descenso y llano. Planteamiento, nudo y desenlace.

UN ATAQUE DEMOLEDOR

En una etapa fugaz, apenas 112 kilómetros, se disparó Quintana, que cotiza al alza con su espectacular comienzo de curso. En el Col de Saint Roch, un puerto de segunda, a 35 kilómetros de meta, Quintana, fluido, etéreo, se convirtió en un gigante. Destrozó a sus rivales. Wellens, el líder, tuvo que dimitir boqueando. Pinot no pudo esposarle a pesar que podía tocarle el hombro en el descenso. El colombiano es un excelente bajador. Pinot padece cuesta abajo. Despegó con furia el colombiano para posarse sobre el trono de la carrera francesa tras rodar, en plenitud, en solitario. Kamikaze, descendió de maravilla, soldado a su bici, para llanear después con celeridad y determinación. Así alcanzó la meta. Glorioso Quintana.