LA soledad. La incomprensión. La sinrazón. La impotencia. Las preguntas que no tienen respuestas. El soliloquio. El diván. Por esos caminos áridos, secos, duros, masticó Chris Froome su derrota. El chico que siempre corre con escolta, con una tropa de fieles y leales mayordomos, se quedó solo. Náufrago en las montañas. Incomunicado en la era del pinganillo Froome, que asistió a la evaporación del Sky, fuera de plano por un ataque de ira de Contador. El equipo británico, desconectado, absolutamente a la deriva cuando la carrera se encendió a toda mecha. La apuesta del madrileño no encontró réplica en el conjunto más poderoso del mundo, retratado en su peor versión.
A Froome, el latigazo de Contador le sorprendió de mala manera en el centro del pelotón, lejos en cualquier caso de la acción. A su lado, únicamente David López. El resto del equipo despeñado, ovillado en el tercer grupo, sin capacidad de reacción. Seis corredores que se apagaron en cuanto entendieron que el esfuerzo no les alcanzaría para unirse a Froome, que requería su presencia enroscado en el pelotón que perseguía a Contador y Quintana. El error del Sky probablemente cueste la carrera al británico. Los pretorianos no estuvieron en el lugar indicado, una realidad inesperada en el seno de la tropa de David Brailsford, amante de la disciplina, el orden y el espíritu de equipo, convencido de que la unión hace la fuerza. Todos a una. En el Tour, no fueron pocos los pasajes en los que el Sky esperaba si alguno de sus corredores quedaba rezagado para mantener engrasado el engranaje. Ayer, los eslabones de la cadena de producción se partieron. Nada podía soldarlos. Froome, con David López, perseguía un imposible. El resto se tachó, incapaz de ayudar a su líder.
91 corredores repescados Se conformó una grupeta, la más numerosa, que alcanzó la meta a más de 50 minutos de Brambilla, el ganador del día. La organización decidió rescatar al pelotón del fuera de control masivo de Formigal por el impacto que supondría para la Vuelta a pesar de que llegaron 20 minutos después del límite establecido. De lo contrario, la carrera se quedaría en los huesos. El Sky al completo, salvo Chris Froome, entró fuera de control. Una imagen hiriente para el equipo. El desastre y el descontrol se instalaron en la formación británica, que deberá realizar una profunda reflexión respecto a lo sucedido ayer. En Sabiñánigo Froome acariciaba el cielo. En Formigal deambulaba por el infierno. - C. Ortuzar