TOM Dumoulin es una especie de Robinson Crusoe, un superviviente solitario que bracea en la Vuelta a España. Del naufragio de los pronosticadores salió él, como gran revelación, buscando esas bocanadas que le han llevado hasta la tierra firme de su candidatura al maillot rojo. Allí ha asentado su campamento. Incluso, se ha convertido en rey de un contexto que ha fraguado desde la soledad, con solo su talento, poderío y voluntad, desde las manos vacías que le otorgaban los agoreros. Es el jerarca de un pelotón que tiene tres días para derrocarle. Tres etapas que no deberían intimidarle principalmente porque no presentan finales en alto, su talón de Aquiles. Ha llegado hasta aquí sin el sustento de un equipo potente y tiene fuerzas. Se ha ganado el respeto y eso le brindará el apoyo del Lotto-Jumbo, el equipo holandés, el de su patria, que quiere luchar por la conquista, que se suma a la causa del Giant del sorprendente Dumoulin, que ha encontrado en el pelotón a su compañero Viernes.

Katusha y Astana se tenderán la mano a su manera. Buscarán endurecer las tres jornadas restantes de la Vuelta, sin contar el epílogo que de Madrid. Serán los caníbales que salen a la caza del bueno de Dumoulin. Joaquim Rodríguez contempla ante sí un horizonte oscuro, pero no le cabe otra que apostar al todo o nada, y lo sabe: “Dumoulin y Aru se han salido y yo, no”; Fabio Aru, sin embargo, tiene opciones y energías, porque 3 segundos de diferencia respecto al líder, como dice Dumoulin, “no son nada”. Italiano y holandés son de la generación del 90, jóvenes valientes, pero también prudentes.

Hoy, por ejemplo, el italiano puede asaltar la Quesera, el puerto de primera categoría que se corona a 13 kilómetros de la línea de meta. Si no, el sábado será su diana en el calendario, con 4 puertos de máxima categoría (Navacerrada, dos ascensiones a La Morcuera y Cotos) para asfixiar al líder holandés, que es consciente de que es la jornada “más dura” que resta por delante. Combativo Purito, alza el hacha: “Esto no se ha acabado, quedan tres días duros. Hay que dar caña y reventar ahí al holandés”.

“Quiero celebrar la victoria”, decía Dumoulin tras la contrarreloj, “y no pensar todavía en los próximos días”. A Robinson Crusoe le entraba vértigo al mirar al futuro, el pensar en qué le depararía, la incertidumbre del porvenir; Dumoulin vive el aquí y ahora. Para el mañana, si es creyente como Crusoe, Dios dirá. Lógicamente, “se trata de mantener hasta el final el maillot de líder, pero va ser muy duro”, admite. Si bien, “no estoy especialmente preocupado por ninguna de las etapas”, confiesa. Sencillamente, tratará de seguir sobreviviendo, remando a contracorriente, porque la suya es una lucha individual. Aru, mientras, ha gozado de su escudero Landa, quien curiosamente, con su victoria en Andorra y las bonificaciones de la misma, ha quitado a su líder la jefatura de la clasificación a tenor de los 3 segundos que diferencian a Dumoulin sobre Aru; si bien es cierto que Landa aupó a Aru hasta la Ermita de Alba. “Claro que hay Vuelta, lo voy a intentar hasta el último metro”, promete Aru, que se arropa en sus colegas para el ataque: “Con el equipo que tenemos aún tenemos mucho que hacer”; Dumoulin aguarda a los refuerzos del Lotto-Jumbo. La soledad ha quedado atrás, ha sobrevivido a ella, ahora trata de no perecer ahogado en la orilla.