Bilbao - Si el segundo es el primeros de los perdedores, Peter Sagan se está convirtiendo, muy a su pesar, en especialista en ocupar el cajón más alto en el podio de los derrotados. El eslovaco volvió a cruzar ayer la línea de meta como primer escolta del triunfador de la jornada, Andre Greipel, repitiendo la imagen del domingo en la llegada de Neeltje Jans. Dos segundos puestos en seis etapas en la presente edición, 13 desde que en 2012 asomara por primera vez, y haciendo mucho ruido, en el Tour de Francia. Sagan levantó los brazos en tres de las primeras siete jornadas en las que dio pedales en la ronda gala, pero desde entonces solo se ha adjudicado otra etapa, en 2013 en Albi, especializándose en segundas plazas (tres en 2012, cuatro en 2013 y 2014 y dos hasta el momento este año), lo que no ha evitado, eso sí, que se haya enfundado los tres últimos maillots verdes de la regularidad.
“Podría haber sido peor”, dijo cuestionado sobre esta circunstancia tras cruzar ayer la meta de Amiens. “Estaba muy retrasado y he conseguido ser segundo; creo que no está mal. Ya veremos mañana (por hoy)”, añadió antes de dejar claro a todo al que le escuchaba que él, a diferencia de otros grandes especialistas en las llegadas masivas, no tiene a todo un equipo trabajando a su favor, sino que es él, en cambio, el que debe gastar energías durante la jornada en favor del gran líder del Tinkoff-Saxo: Alberto Contador. “El amarillo es lo más importante y yo tengo que estar pendiente de Alberto. De todas maneras, el equipo me ha dado libertad en los cinco últimos kilómetros y, si puedo, voy a buscar la victoria de etapa”, argumenta.
Sagan, uno de los corredores más espectaculares y carismáticos, del pelotón, espera que esta libertad de movimientos en los tramos finales le sirva para acabar con su particular gafe y con esa sensación de segundón que siempre es difícil de mascar para los que están acostumbrados a ganar. Hoy mismo podría tener una oportunidad de sacarse la espina, pues el tramo final de la etapa, una recta con una pendiente del 7% durante 850 metros, le viene como anillo al dedo. Sin embargo, concienciado de su labor principal, avisa: “Todo dependerá del viento. Si sopla fuerte, habrá que trabajar para Alberto y será más difícil que pueda preparar el sprint”.