Pedaleando sobre una bicicleta prestada del c.c. Markina-Xemein comencé a construir el paisaje de mi vida. Con 8 años recién cumplidos aquella bicicleta de un único plato y tres piñones me sirvió para traspasar la frontera del mundo conocido y explorar los lugares que me rodeaban.

Ixua, San Miguel, Gontzegaraigana, Santa Eufemia... Los tengo todos bien guardaditos aquí, en mi memoria.

Mis primeras salidas en bicicleta se limitaban a llegar a las faldas de Ixua o Gontzegaraigana. Pero al inicio del puerto, en Barinaga y en Ziortza-Bolibar, nos dábamos la vuelta. Esa era nuestra ruta. En ese llano acumulábamos nuestros primeros kilómetros. Yo era un niño más bien rellenito y Manu, el mecánico de Ziklos Manu, siempre me insistía en que debía subir hacia Ixua para adelgazar un poco y no sufrir tanto en las cuestas. Ahora, 24 años después, estoy seguro de que el viejo Manu estará estos días en alguna rampa de Ixua esperando a que pase el pelotón de la Vuelta al País Vasco. Entre ellos, yo, aquel muchacho rellenito que poco a poco se ha transformado. Algo sabía él.

Para ello, Manu ha tenido que cambiar muchas cubiertas, cadenas, enderezar patillas de cambio etc. Han sido muchas horas de bicicleta. Muchos kilómetros los que he tenido que recorrer, tantos como los que hay de la Tierra a la Luna, darle una vuelta y parte del retorno.

Recuerdo muchos entrenamientos por la costa, entre Ondarroa y Lekeitio, con el coche del equipo detrás, conducido por Félix, el entrenador de toda la vida. Él nos marcaba el ritmo de los relevos con la bocina del coche. También subíamos los puertos de la zona: Milloi, Mendexa, Gontzegarai, Lekoiz, San Miguel? Había días que llegábamos vacíos a casa.

Indudablemente, uno de los puntos que ha marcado mi trayectoria deportiva ha sido la bajada de Santa Eufemia hacia Markina-Xemein. Ese descenso por el que pasaremos este año a la velocidad del rayo en la crono marcó mucho mi progresión deportiva. Justo en la última curva se detuvo mi evolución debido a un accidente en el cual me partí el fémur. Era aficionado en aquel entonces. Perdí una temporada por completo, pero aprendí a afrontar el ciclismo y la vida desde otra perspectiva.

Desde ese punto del recorrido, a poca distancia, estará colocada la última meta de esta edición de la Itzulia. Justo enfrente de la Universidad de la pelota. Han sido muchos los pelotaris profesionales que se han curtido en este frontón, pero muchos otros ciclistas los que después de levantar los brazos en esta meta se han convertido en profesionales.

No mucho más lejos está situado el santuario de Arrate. Es una cima mítica para el ciclismo de Euskal Herria, ya lo saben. A esa cita anual no he faltado nunca. Íbamos a ver cómo subía Chioccioli (en plato, se lo juro) cuando volvía del Giro, a Zarrabeitia, a Beloki, a Haimar, a Samuel? En Arrate he vivido muchas emociones que han marcado mi vida, pero no hace muchos años tuve la suerte de subir por la carretera empinada llena de pintadas, algunas con mi nombre. Todavía siento escalofríos al recordar cómo pasamos por el estrecho pasillo formado por la afición. Es en esos momentos cuando pienso en lo importante y emocionante que es correr en casa, ante nuestra gente.

Este año, Lea Artibai se ha volcado en organizar el final de la Euskal Herriko Itzulia. El Ayuntamiento de Markina-Xemein, en colaboración con los otros municipios y empresas de la comarca, ha logrado que una de las mejores carreras a nivel mundial recorra nuestras carreteras. La Itzulia se decide este año (son tres días seguidos con meta en Arrate y dos en Markina-Xemein) por los lugares por los que tantas veces he pasado y forman parte del paisaje de mi vida. Con el verde y el marrón del bosque se mezclarán los colores de los maillots. Así me imaginaba que sería cuando era niño. Eskerrik asko a todos los que habéis hecho posible que este sueño se haya hecho realidad.