BILBAO. "Quien sale de amarillo del Alpe d'Huez, gana el Tour". Eso se dijo durante muchos años de una de las cimas míticas de la ronda gala, también conocida como la montaña de los holandeses porque son los ciclistas de ese país los que más veces han ganado en esa cumbre alpina, que encierra mucha mística en sus 22 kilómetros de ascensión y en sus famosas 21 curvas, que convierten la subida en un continuo serpenteo entre la multitud de aficionados y en un sufrimiento para los corredores, que deben tirar de riñones y de cambio de ritmo en la salida de cada una de las revueltas.
Cada una de esas 21 curvas está dedicada a uno de los ganadores. Entre nombres míticos como el de Fausto Coppi, primer ganador, Joop Zoetemelk, Bernard Hinault, Marco Pantani y Lance Armstrong están los de Fede Etxabe e Iban Mayo, los dos vizcainos que lograron levantar los brazos en el Alpe d'Huez. Carlos Sastre fraguó allí su victoria en el Tour de 2008, cumpliendo con el antiguo dicho, y Pierre Roland fue el último ganador hace dos años cuando el corredor francés se llevó el maillot blanco de mejor joven.
La gran novedad de este Tour centenario es que el Alpe d'Huez se ascenderá dos veces en los últimos 64 kilómetros de la decimooctava etapa. La organización ha arreglado la carretera hasta el vecino Col de Sarenne para prolongar hasta allí la ascensión y habilitar luego un camino de descenso, considerado muy peligroso, que lleve al pelotón de nuevo hasta Bourg d'Oisans para afrontar la segunda subida y el final de una etapa que puede ser decisiva.
Como determinante será el Mont Ventoux, otra de las cumbres legendarias que el Tour ha decidido incluir para celebrar sus 100 años. No es casualidad que el 14 de julio, fiesta nacional de Francia, el pelotón vaya a ascender a una cima que también tiene apellidos vascos entre sus gestas. Iban Mayo tiene el récord de la subida más rápida desde la Dauphiné Libéré de 2004 cuando el de Igorre tardó solo 55 minutos y 41 segundos. Y el último ganador en el gigante de la Provenza fue el irundarra Juanma Garate en 2009 en la que es, también, la última victoria de un ciclista vasco en el Tour.
Ese paisaje lunar de caliza blanca que se eleva en medio de la nada salva 1.600 metros de desnivel en 21 kilómetros que, cuando aprieta el sol, se convierten en inacabables y extenuantes. La organización no ha abusado y el Mont Ventoux solo se ha subido trece veces en el Tour. Pero en sus rampas perdió la vida Tom Simpson en 1967 en uno de los episodios más dramáticos de la historia de la ronda francesa. Julio Jiménez, el relojero de Ávila, se llevó aquella infausta etapa en el mismo lugar en el que habían vencido antes Louison Bobet, Charly Gaul o Raymond Poulidor. Eddy Merckx se impuso en el Mont Ventoux en 1970 antes de requerir oxígeno para recuperarse del esfuerzo y allí también ganó Marco Pantani, cuyo nombre figura como ganador en las cumbres más duras del Tour del centenario.
Para todos los gustos 62 puertos de distinta entidad tendrá que transitar la caravana del Tour del centenario. Quizás no sea el recorrido más duro de todos estos años, pero sí tiene terreno suficiente para que los escaladores se luzcan y den espectáculo, que es de lo que se trata. La gran montaña de este año comenzará el 6 de julio en los Pirineos, donde la organización ha prescindido en esta emblemática edición de otro mito como el Tourmalet para dar argumentos a quienes ven que las jornadas pirenaicas están descafeinadas. No será para tanto, pero solo habrá una llegada en alto en Ax 3 Domaines, una subida exigente, pero corta, de menos de ocho kilómetros, que ha sido cuatro veces final de etapa con triunfos de Félix Cárdenas, Carlos Sastre, Georg Totschnig y Christophe Riblon. La ascensión previa a Pailhères, un puerto de reciente incursión en el Tour, será el primer contacto de los corredores con las cuestas tras una primera semana muy agitada.
La gran jornada pirenaica tendrá lugar al día siguiente cuando se llegue a Bagnéres de Bigorre. El encadenamiento del Peyresourde, Val Louron y la Hourquette d'Ancizan en apenas 50 kilómetros será la primera gran prueba para las piernas de los ciclistas, aunque el descenso hacia la meta reste algo de trascendencia a la jornada.
La llegada al Mont Ventoux, que culminará la etapa más larga (242 kilómetros), avanzará la gran traca final del Tour 2013, que se lanzará en tres etapas alpinas de vértigo. Las dos subidas a Alpe d'Huez pondrán el pelotón en orden y la antepenúltima jornada, la que llega a Le Grand-Bornand, arrancará con el Glandon y la Madeleine, dos puertos fuera de categoría en los que también se han escrito algunas páginas gloriosas del Tour. Precisamente, el segundo de ellos fue coronado por primera vez por el vizcaino Andrés Gandarias en 1969. Desde La Madeleine hasta la meta habrá muchos kilómetros, pero con puertos de mediana entidad que no permitirán el descanso, como la Croix Fry.
La organización ha reservado una guinda para la etapa previa al paseo hacia París. Será un final en alto e inédito en la historia del Tour: estaba previsto ascenderlo en 1998, pero el caso Festina obligó a suspender aquella decimoséptima etapa. La exigente subida a Le Semnoz rematará una jornada corta, pero de constante sube y baja hasta este puerto de 17 kilómetros que, realmente, concentra toda su dureza en los últimos diez con una pendiente media del 8,5%. "La última oportunidad para la gloria", ha sido el argumento del Tour para incluir esta última subida que, quizás, no decida nada, pero puede variar algunos puestos en la general si es que aún quedan fuerzas en el pelotón.