Gorla. Al finalizar la mañana están los corredores del Caja Rural recogidos bajo el sol de primavera como un rebaño de ovejas en el prado verde de Gorla escuchando atentamente a su director, el pastor, que les explica con toda seguridad las razones del fracaso. Cómo perdieron la Subida a Gorla después de gobernarla con mano de hierro durante 87 kilómetros, todos menos tres, los importantes. Dónde se les fue volando la victoria. En qué detalle. O en qué error clamoroso. Qué pasó en esos tres últimos kilómetros para que el ganador no fuese Salas, Molina o Grijalba, sino Cristian Cañada (Mutua Levante), dorsal 1 ayer, conquense de piernas largas, finas y morenas y un desconocido en Euskadi.
"Para arriba es de los más rápidos de España", apunta José Vicente Peidro, su director; "es cierto que el año pasado no ganó ninguna carrera, pero no tiene que ver con sus cualidades, sino con su cabeza. No sabe correr. Se precipita y se equivoca". Será, seguramente, porque Cañada no pisó la carretera hasta que llegó a aficionados. Antes era un buen biker que se proclamó campeón de España junior hasta que un buen día Sergio Mantecón se acercó a Peidro y le dijo: "Este chico es bueno". Así se lo llevó al Mutua Levante, el equipo alicantino que llegó a Euskadi el sábado bien entrada la tarde después de pasarse el día en el coche y deshizo el camino al mediodía con el maletero lleno de las flores recolectadas en las laderas de Gorla.
Fue un triunfo tan sigiloso como ostentosa la propuesta del Caja Rural, que amarró la carrera tras el primer paso por Gorla, redujo con autoridad cualquier intento de sublevación y empezó a tramitar el visado hacia la coronación en la cima de los escaladores a alguno de sus jóvenes talentos en la subida definitiva. Grijalba, líder de la Copa de España, se sinceró con sus compañeros verdes y les dijo que no era su día, que no iba, que le crujían las piernas, y que, en esas circunstancias, les donaba sus vatios, su sudor y su aliento. Lo aceptaron Ibai Salas y Molina, para quienes siguió el equipo acelerando montaña arriba mientras el pelotón se desmembraba sin remedio.
Observando ese paisaje iba Cañada, el conquense de la tierra de Ocaña, el azote de Merckx, y de los Herrada, los hermanos del Movistar. Al chico bueno que venía del mountain bike le había contado su director cómo iba lo de la subida. Que tenía que ser paciente, guardar, esconderse, esperar, hasta que llegase su oportunidad, seguramente única. Se iluminó Cañada bajo el cielo azul de primavera cuando a tres kilómetros, muy lejos, Molina se salió del rebufo del Caja Rural que le protegía y se lanzó hacia la cumbre. "Demasiado pronto", le aleccionó después Ibai Salas, que también perdió allí el tren de la victoria porque el conquense contraatacó con una brutalidad exagerada que le catapultó hasta Gorla, donde celebró la mejor de sus victorias como sub'23 el día después de cumplir 22 años.
El domingo, el valenciaga Desde el nido de los escaladores donde sucedió a Contador, Purito, Garate o Fraile, otro biker, Cañada echó la vista al futuro: su próximo reto es el Memorial Valenciaga, que se corre el próximo domingo y al que también tiene echado el ojo Ibai Salas, que este invierno se ha estrujado para pasar puertos duros como Arrate.