Cuando viajamos a Lieja, a la ciudad desde la que partió el Tour, íbamos con la ambición de hacer una gran general y pelear por victorias de etapa. La primera semana todo iba por el buen camino, con una gran imagen de equipo. El primer varapalo lo sufrimos en la etapa de Metz con las caídas de Mikel, Amets y Gorka, y luego ese golpe se acentuó con la baja de Samuel en la jornada de Porrentruy. Nuestras ambiciones se vieron truncadas a partir de ese día, pero era el momento de dar la vuelta a una situación adversa.
El mensaje a partir de aquella fecha fue claro con la idea de no salir de este Tour como perdedores. El ciclismo es un deporte en el que uno se acostumbra a perder. Por eso, quizás, dar la vuelta a la situación ha sido más difícil. El reto fue volver a entrar en la dinámica positiva y lo conseguimos con el séptimo puesto de Egoi en la etapa de Bellegarde sur Valserine. A partir de ahí empezó otro Tour con ambiciones renovadas. La ilusión por ganar una etapa es lo que motivó a todo el grupo. La actitud y comportamiento de los corredores ha sido ejemplar. Por nuestra parte los planteamientos han sido los adecuados.
En este Tour han salido a relucir los valores de este equipo. Un día Gorka dijo que el equipo era una piña, y eso refleja la unidad de todo el grupo. El compromiso a lo largo de la carrera ha sido total por parte de ciclistas y staff técnico y hemos seguido trabajando de igual manera, sin pensar en las bajas, sin mirar atrás y pensar en lo que no teníamos.
Aunque no hemos conseguido el objetivo que nos marcamos al inicio del Tour, creo que hemos ilusionado a todos nuestros patrocinadores y socios, seguidores del equipo y aficionados del ciclismo con nuestra actuación.