Amurrio. La mañana de Viana es gélida. El viento corta como un cuchillo de carnicero y corre dando puñaladas por el polígono, industrial, el campo que está cubierto de cemento, en el que está enraizada la destilería de La Navarra. Apetece un poco de sudor de endrinas. Para calentar el cuerpo. Para animar las escasas almas que deambulan entre las carrocerías de autobuses herméticos, un muro de aleación de acero, un obstáculo brutal entre el ciclista y el aficionado. Frente al del Footon-Servetto está Eros Capecchi, porte excelente el del italiano, un ciclista de clase inagotable, un pata negra, al que no le acompaña la psique, intermitente. Le funcionó un rato hace dos años, en junio, en la Euskal Bizikleta que gobernó en Arrate tras voltear en el último kilómetro la carrera que tenía ganada Igor Antón.
En esta Vuelta al País Vasco, sólo Capecchi sabe lo que es triunfar en Arrate -"fue una victoria bonita, especial. La recuerdo con mucho cariño", dice-, el santuario en el que desemboca hoy la cuarta etapa, el que examina a los aspirantes al podio de Orio. Entre ellos, a Joaquim Rodríguez, plantado a unos metros de Capecchi, que atiende a una señora de cabello rubio y ondulado que le pregunta si ahora es el jefe, si lleva los galones del equipo, si está más liberado en el Katusha. Y Purito, un tipo risueño, cara de pillo, sonríe y dice que sí, que bueno, que las cosas le van bien, pero que sigue siendo el mismo, que nadie se piense que sus triunfos en la Volta y en Lizarra son fruto de una revolución en su preparación, que lo único que cambia, matiza, es que ahora "soy más libre, no tengo que pensar en el equipo". Ni en Valverde, su jefe hasta este año y rival ahora, en la ronda vasca, en la subida a Arrate -"no me dará reparo atacarle porque él tampoco lo tiene para atacarme a mí", bromea- que se presenta para el catalán, un escalador de bolsillo, como la oportunidad más clara de trepar hacia el podio.
"No sólo pienso en la general. La victoria de etapa en Arrate es prestigiosa, me apetece. Pero es cierto que es mi momento, la primera oportunidad después de Zierbena de distanciar a mis rivales. Luego, tendré otra en Orio, en una etapa que conozco y que se me dio bien en 2008", razona el catalán Joaquim Rodríguez, un ciclista que precisa desplegarse ambicioso en las rampas del santuario para ganar tiempo y gestionarlo en la crono, su talón de Aquiles, del sábado. Porque contra el tiempo, Valverde y el resto de los favoritos que pugnarán por hacerse con el entorchado aventajan al explosivo Purito, al que le apetece ganar en Arrate.