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Un día tardío del último febrero Juan Antonio Flecha, el catalán de Argentina, de Junín, su localidad natal, irrumpe en Gante tras 200 kilómetros botando por las estradas de Flandes y descansa al fin. Descansa porque se realiza, porque tras años de perseverancia gana la Het Nieuwsblad -la antigua Het Volk-, la primera prueba del calendario de clásicas belgas, el primer contacto del año con el pavé, y libera su corazón apasionado, enamorado de esos fríos adoquines por un flechazo televisivo cuando apenas era un crío que jugaba a ser ciclista. Descansa, pero no se duerme, no baja la guardia Flecha, y en medio del alborozo se retrotrae, rememora a su gran ídolo Frank Vandenbroucke, y se reivindica, más que como ciclista, como obrero tenaz, concienzudo, inasequible al desánimo. "Nunca hay que ceder", dice antes del champán, las flores y el beso de cera en las mejillas. La frase está lejos de ser azarosa, de abrazar el tópico de estoy feliz por ganar y se lo dedico a los que siempre han confiado en mí. Es algo más hondo. Condensa su credo. Es la plasmación verbal de una actitud vital que ha trasladado a Flecha de la puerta del psiquiátrico -"me llamaban loco por soñar con las clásicas del norte"- a la selecta galería de favoritos a ganar el Tour de Flandes, que se disputa el próximo domingo y en el que el catalán fue tercero en 2008, y la París-Roubaix, una semana después de la prueba flamenca, que concluyó sexto el año pasado pero en la que sólo tiene pendiente el triunfo, pues ya ha sido tercero, en 2005, y segundo, en 2007.
Pero Flecha, que el miércoles corrió la A Través de Flandes, ayer la E3 Prijs Vlaanderen -se escaparon Cancellara, Boonen y el catalán en el muro de Patenberg, uno de los quince que jalonan el trazado del Tour de Flandes, y recorrieron juntos 42 kilómetros para jugarse la victoria al sprint, donde se impuso el suizo por delante del campeón belga y el ciclista del Sky- y hoy la Gante-Wevelgem -en la que estará Freire, que la ganó en 2008- para retomar el contacto con el adoquín después de disputar la Milán-San Remo, una carrera de 300 kilómetros que cuesta borrar de la memoria de los músculos, huye de la histeria que provocan las victorias pioneras como la de la febrero en Gante. "Es que, he estado siempre ahí, sobre todo los últimos años. Y resulta que éste he ganado. Pues vale. Está bien, me hizo ilusión, pero sería un error venir ahora con lo de que soy un nuevo corredor, como la gente habla", dice cuidándose de que no suene a reproche y recordando que él ya había sido segundo y tercero anteriormente en la Het Volk, advirtiendo que entiende que un triunfo así infle la burbuja de la euforia y alimente las elucubraciones sobre una transformación ciclista que descarta pese a haber mudado la piel esta temporada -la naranja del Rabobank por la azul marino del Sky- e insistiendo en que sigue siendo el mismo corredor de siempre, sólo que más "viejo", 32 años, lo que, más que vértigo a asomarse al abismo de la decadencia física, le genera una confortable sensación de asentamiento. "Soy un veterano con experiencia".
"¿Qué diferencia hay entre estar delante y ganar? Mínima muchas veces. Yo soy el mismo de antes, sólo que ahora he ganado la Het Volk. Pero eso no quiere decir que sea más favorito que otras veces en Flandes o Roubaix. Llevo años estando ahí, luchando por vencer, siempre entre los mejores, así que, como siempre, puedo ganar y puedo no ganar", razona el catalán, que asegura que su travesía hasta Flandes ha sido idéntica a la de otras temporadas, que ha entrenado lo mismo, pero que, sin embargo, se siente mejor porque ha afilado su perfil, se ha vuelto un ciclista más liviano después de someterse a una dieta de cinco días "en el momento oportuno" con la que perdió músculo, sobre todo en el tren superior, lo que le permite escalar con más facilidad sin perder por ello potencia en las piernas -"incluso muevo los mismos vatios pero puedo mantener el esfuerzo durante más tiempo", revela-, el verdadero poder en las clásicas que subliman el músculo.
Romántico irremediable Es un matiz físico que cubre un corazón romántico inalterable. "Lo soy, es cierto. Un romántico que ha vivido con pasión el ciclismo dentro y fuera del adoquín". Pero sobre todo dentro. O sobre él. Pese a las miradas de incomprensión, miradas incapaces de entender a aquel chaval que, recién llegado al profesionalismo, hablaba de un sueño de piedra, evocaba Flandes y Roubaix como un febril enamorado. Eso provocaba carcajadas que no servían, en cambio, para resquebrajar su convicción. "Aún recuerdo que cuando pasé y decía que soñaba con ganar el Tour de Flandes todo el mundo se reía de mí. Lo veían como algo imposible, y a mí, como a un loco, un Quijote que luchaba contra los molinos. Y bueno, al final, he demostrado que aquello no era una locura", sostiene Flecha, quien otorga al pasaje de las risas rango de anécdota. "No es un reproche ni tiene que ver con un ánimo de revancha ni nada de eso. No se trata de que haya luchado todos estos años por demostrar nada a nadie. Yo no doy lecciones, no es mi estilo. Mi único objetivo ha sido siempre destacar en este ciclismo", aclara el catalán, que no se ve como un modelo ciclista a imitar por jóvenes como Vicente Reynés o José Joaquín Rojas, que dicen sentir la misma e indisimulada pasión por los adoquines, sino tal vez por su actitud, "por ser un corredor que ha persistido siempre, que ha luchado por algo en lo que poca gente creía".
Ahora Flecha, que se marchó sin negociación posible del iBanesto.com de José Miguel Echavarri y Eusebio Unzue al Fassa Bortolo del maestro Giancarlo Ferretti para aprender el oficio de clasicómano, figura ciclista en desuso en el ciclismo estatal, ya no es un deportista raro. "Nunca me ha gustado esa palabra porque son muchos los corredores, aunque no sean españoles, que aman este tipo de ciclismo, esta forma de correr, y sienten lo mismo que sentí yo la primera vez que pisé un adoquín, ese placer de lo distinto", reflexiona. Ahora es el faro del Sky en las carreras del pavé, donde el vanguardista equipo británico arropa a su clásico ciclista, "un chico con mucha fe", sostiene Dave Brailford, patrón del Sky, "que necesita el entorno adecuado para hacer lo que puede hacer".
"Quizás sea lo que ha cambiado, que éste es un equipo nuevo, un equipo, un grupo que confía mucho en mí", finaliza Flecha. El mismo y romántico Flecha de siempre.