bilbao. En Gante, la ciudad de piedra, permanece de pie, petrificado, Dave Brailsford ante la figura colosal de Juan Antonio Flecha, que sonríe en el podio de la Het Nieuwsblad tras acertar al fin en la diana de una gran clásica, la que abre la temporada belga, y proyecta -por la forma tan contundente de vencer, fulminando a sus rivales en un tramo de pavé a 19 kilómetros de meta- al catalán hacia su monumental sueño de granito: el Tour de Flandes y la París-Roubaix. "Es un chico con mucha fe", traza sin apartar la vista de Flecha el manager del Sky; "necesita el entorno adecuado para hacer lo que puede hacer. Dicen que somos un equipo frío, anónimo, comercial, pero cualquier corredor de dentro te podrá decir que no es así".
Dentro, en las entrañas, late una proclama: "Ride the line" -"Cruza la línea"-. La frase está bordada en el interior del maillot de corte retro del Sky, el equipo vanguardista. Es un emblema mántrico. El "You"ll never walk alone" del Liverpool. La línea es parte fundamental del ideario de Brailsford; la línea entre la victoria y la derrota, el éxito y el fracaso. Va impreso por convicción del ex ciclista y técnico británico, quien sostiene que ésa es una manera efectiva de involucrar a los corredores, de que recuerden que el proyecto es algo que concierne a cada individuo. Eso supone un cambio de concepto en un deporte tan individualista como el ciclismo: para Brailsford el equipo lo es todo. La frase es el nexo de unión. "Está siempre ahí, y en los días de lucha nos recuerda quiénes somos", proclama. "Somos un equipo nuevo, no somos el Manchester United o el Liverpool, que tienen una tradición y una historia que perfila su identidad. A nosotros nos toca definir esa identidad para sentirnos parte de algo. Y es eso, la línea. Y la tenemos que cruzar todos los días", sostiene Brailsford, el ideólogo de un equipo de estructura faraónica.
Su autobús, por ejemplo, no es un autobús, sino un "vehículo de rendimiento". Así lo llaman. Gwilym Evans, 25 años de experiencia en la Fórmula 1 en Honda y Benetton, lo diseñó bajo una única premisa: hacer algo que jamás se hubiese visto en el ciclismo profesional. Nunca hubo, por citar, un bus con puertas corredizas electrónicas que separan ambientes o un sistema de iluminación diseñado por Steve Peeters, el psicólogo del equipo que les habla de la importancia de dejar de lado las pasiones que les frenan y confiar únicamente en la razón, que varía dependiendo del estado de ánimo de los corredores y puede ayudar durante el viaje a mejorar la recuperación de éstos tras el esfuerzo. Quizás tampoco hubo culotes tan aerodinámicos como los del Sky, o cuellos de maillot tan más finos para limitar la fricción, o un trabajo tan concienzudo para desarrollar un sistema de radio interno inaccesible para los rivales y la búsqueda, en colaboración con militares británicos, de una perfecta claridad de señal o una alternativa al PTT (Pres To Talk, Pulsar Para Hablar en sus siglas en inglés).
Ocurre que las revoluciones, cualquier cambio, son molestas, más aún si el encontronazo ideológico sucede en un universo enraizado y clásico -lo es el ciclismo- y a ello se añade la polémica manera en la que Bradley Wiggins dejó el Garmin para fichar por el Sky. Así que los detractores del equipo británico son legión.
Entre ellos está David Millar, el ciclista con el que almorzaba Brailsford en Biarritz en junio de 2004 cuando la policía francesa irrumpió en el restaurante y le pidió que le acompañase a su apartamento, donde hallaron ampollas de EPO. Millar, que nunca estuvo en la agenda del Sky, asegura que el nuevo equipo no goza del respeto del ciclismo profesional. "Es por los celos", le responde el propio Wiggins mientras su patrón elude el enfrentamiento y habla sin pestañear ni apartar la vista de Flecha. "No me preocupa lo que dicen los demás. Pueden pensar que nos están aguijoneando continuamente, pero yo no empeño mi tiempo en eso. Es mezquino y yo prefieron pensar sólo en correr en bicicleta". En cruzar la línea. Como el sábado hizo Flecha en Gante.