El restaurante Yandiola celebra su 25 aniversario
En 2000 Yandiola y Escuvin ligaron el vino. Ayer las bodegas les acompañaron en cambios estéticos y de propuesta de servicios
Todo empezó hace 25 años ya, cuando Yandiola echaba su primeras raíces en el Campo Volantín o los sueños estaban aún por estrenar. En aquellas tierras Ricardo Pérez fue haciéndose entre fogones, convirtiéndose en uno de los grandes, con buen gusto en el manejo de las herramientas de guisar y la compra de materias primas suculentas y una sonrisa permanente por banderas. Era un hombre feliz pese a la dureza del peregrinaje. Feliz y valiente porque en 2010 se lanzó hacia la aventura de la gastronomía de La Alhóndiga, jugándosela en los orígenes de un espacio tan irreverente y singular que era complicado augurarle un futuro. Todo quedaba a expensas del cuchillo y el tenedor, el pico y la pala con los que izar una torre que llamase y conquistase los paladares de la exigente bilbainía.
Hoy el Grupo Yandiola no era una esperanza sino una realidad tangible. Y escribo el verbo en pasado, “era”, porque Ricardo, en esta ocasión junto a Borja Etxebarria, chef y socio, han vuelto a jugársela. No sé si al doble o nada porque parece un imposible echar por tierra un nombre tan bien ganado, pero sí a presentar una nueva cara, una cocina de oro en las bodas de plata, un espacio renovado que invoca a un futuro sabroso. Lo han hecho en compañía de Begoña Cedrún, emisaria de Escuvin, y con la ilusión de niños con zapatos nuevos. Una vez más.
Lo han hecho con descaro -en la terraza han colocado un vinilo que reza “Vive como si nadie te conociera”, pongamos por caso...-, imaginación y una pasión entregada. Ayer, rodeados de un sinfín de bodegas de alta escuela, lo celebraron con la gente que les aprecia. Sacaron del prodigioso libro de cocina un puñado de cambios estéticos y cambios en su propuesta de servicios más innovadora que con seguridad harán aún más atractivo acercarse a disfrutar de su restaurante Yandiola, de su magnífica terraza, de su cafetería Hola o de The Boar, el pub que cautiva a pie de calle. Se han quitado barba para rejuvenecerse, dijo Jon Agirre al acceder a los nuevos espacios , donde todo ha variado para no perder la ilusión de los comensales, de la clientela que les ama. Hay cambios tanto en el comedor de la sala noble como en la terraza, extraordinarias variaciones que persiguen una imagen más actual y una gastronomía de calidad más informal. El primer cuarto del siglo XXI exige eso, un mundo menos cargado. Un mundo que fluya.
A este paraíso se acercaron gente de toda calidad y condición, pero sobre todo gente amiga. Y lo mismo se encontraban los concejales Gonzalo Olabarria e Itziar Urtasun, que bodegueros y gente del vino de la talla de Sergio Mujico, Carina Kuster, Ugo Moreno, Rodrigo Areijide, Ramón Parera, Bernat Huguet, Javi García, Carlos Sánchez, Florentino Martínez, defensor a ultranza del vino de la Rioja Alavesa y los quehaceres tradicionales en el campo, más allá de modas, que hablaba con Luis Mari García, dos viejos amigos que impulsaron a Ricardo desde los primeros días, y Nacho Peral entre otra mucha gente.
Los espacios fueron poblándose de gente tan dispar como Jorge Aio y Olga Zulueta, en nombre de Bilbao Centro; Javier Sierra y Javier González, de Café Baqué; Roberto Asua y Uritz Lejarzegi, del Andra Mari, junto a Josemi Olazabalaga, chef del mismo apellido; Yaraina Martell, Cristina Bañales, Bárbara Epalza; Pedro López y María Rodríguez, de López-Oleaga; el sumiller Carlos Cuenca, Silvia Díaz, Elena Arranz, Héctor Sánchez, gerente de la Asociación de Hostelería de Bizkaia; José Gondra, Kike González, Hugo Pulpeiro, Joanna Ordóñez y un buen puñado de gente que le daba la enhorabuena a un hombre que se asentado en este espacio, un hombre que venía de cocinar para 40 comensales y pasó a gestionar cuatro espacios con públicos y enfoques distintos, además de un servicio de cátering. A cualquiera le daría vértigo. A él le puso las pilas y ahí sigue, con una nueva pirueta.