Ayer por la tarde se celebró el cóctel inaugural de la exposición de la impactante instalación audiovisual del artista turco, pionero de las expresiones artísticas del porvenir, Erfik Anadol (Estambul, 1985). La obra se titula Arquitectura viva: Gehry. Resulta futurista, impactante, lisérgica. Realizada con inteligencia artificial generativa. Pura vanguardia.
Y, a pesar de todo eso, el principal interés social del acto era otro. Se trataba de la última inauguración protagonizada por el aún director general del Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte. Por ese mismo motivo, era el primero de su sucesora al timón del icono internacional bilbaino, Miren Arzalluz. En medio de las salas 204-208, entre las increíbles imágenes producidas por Anadol y los sonidos compuestos por el músico alemán Kerim Karaoglu, las miradas locales se centraban en la nueva directora general. Un día para mantener en la memoria.
Fue importante la representación institucional en el evento, encabezada por la vicelehendakari, Ibone Bengoetxea; la diputada general, Elixabete Etxanobe; el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto; el viceconsejero de Cultura, Andoni Iturbe; y Jon Azua, patrono de la Solomon R. Guggenheim Foundation.
Estaban los partner tecnológicos de la instalación, caso del presidente de Euskaltel, Jon Ander de las Fuentes; el CEO de MásOrange, el austriaco Meinrad Spenger; o el fundador de 1OF1, Ryan Zurrer, así como la productora ejecutiva del audiovisual, Efsun Erkililc y los miembros de su equipo, Dogukan y Simon Beker.
Asistieron el director de Desarrollo del museo, Txabi Pérez Gaubeka; el director general del IMQ, Javier Maiztegui; el director gerente del Colegio y Asociación de Ingenieros Industriales de Bizkaia, Héctor Beaskoetxea; la presidenta del Tribunal Vasco de Cuentas Públicas, Ana Helguera; Beatriz Chávarri, consultora de IDOM; Nora Sarasola, directora de la Obra Social de la BBK; Julia Diéguez, presidenta de Euskomer y Deusto Bizirik, con Julio Aristín; la secretaria del Cuerpo Consular de Bilbao, Saioa Martín, con Rafa Aspiunza, Julia Rodríguez y Sabin Uriarte; o Rafa Barandiaran, de Dominion. El reputado arquitecto estadounidense Edwin Chan, del equipo de Frank Ghery, se fundió en un abrazo con su convecino en Los Angeles, Refik Anadol, al inicio del cóctel, al que llegó con John Patrick.
Entre la representación de MásOrange se contaban Álvaro Gutiérrez, Aitor del Pozo e Iñigo Valladares.
Acudieron la turca Merve Baykan, Lilia di Brindisi, Yara y Merche Fernández Trigo, Yolanda Sanz, Luis Locón de Carterán, Álvaro Díaz de Lezana, Jesús Sánchez, Fermín Sáez, Miren Lauzirika, Ismael Iglesias, Ainara Torre, Bernardo San Juan, Miren Ereño, María Pardo, Javi Martínez, Angela Sierra, Paula Villar, Marina Estacio, Ray Gallego, Begoña Martínez, María Angeles Ortube o la pareja gasteiztarra formada por Saioa Fernández y Diego Apellaniz.
En la exposición, comisariada por Lekha Hileman Waitoller, también responsable de la colección propia del Guggenheim Bilbao, no hay marco, ni lienzo, ni peana. No hay focos, ni cartelas, ni recorrido.
La experiencia resulta parecida a dejarse caer de espaldas desde la borda de una embarcación en el centro de un arrecife de coral. Solo que el sonido es mucho mejor.
Exponerse a la obra, porque es quien observa quien se expone y no al revés, supone hipnotizarse ante un Mark Rothko líquido o un Balerdi pintado con luces led. ¿Qué podría crear Leonardo Da Vinci con esta tecnología? ¿Y Miguel Angel Buonarroti? Aunque quizá la pregunta correcta sea ¿Es Refik Anadol un Leonardo de la era de lo digital?
Puede resolver la duda quienquiera que se acerque al Guggenheim Bilbao hasta el 19 de octubre a quedar bajo el embrujo de la primera exposición en cuya inauguración participó Miren Arzalluz.