NO sé si el viejo Platón, con toda su sabiduría de filósofo, no fue un punto exagerado cuando dijo aquello de que el vino es la leche de los ancianos. Eran otros tiempos. Más poético y actual es la reflexión de Galileo Galilei, quien siendo también hombre del pasado dio en el clavo de la inspiración cuando dijo que el vino es la luz de los rayos del sol, reunidos por el agua. Lo que sí puede decirse, sea hoy o siglos atrás, es que el mejor vino es el que se comparte.

Eso es lo que sucedió ayer, la celebración del vino compartido. Tuvo lugar el suceso en el Gran Hotel Domine donde se puso en pie el XXII Salón Bizkai-vinos, organizado por la Vinoteca de Manu Martín. Desde los todavía cercanos tiempos de la pandemia la cadencia del salón ha pasado de un año a dos. Vamos, que el anterior encuentro de los vinos naturales, de terroir (un vino único y singular que combinas factores como el clima, la orientación, el suelo, el sol, las precipitaciones o la altitud, así como las manos de cada viticultor...), se produjo en 2022 en el Hotel Indautxu.

A la cita de ayer acudieron en torno a 25 bodegas entre las que se asomaron dos portuguesas: Quinta do Castro, enclavada en el corazón del Valle de Douro, y Quinta do Soalheiro, una de las primeras productoras de vino albariño portugués que también embotella el célebre vinho verde. Los asistentes se encontraban con el estand donde reinaban Pedro Almeida, Ricardo Leites y Luis Cerdeira nada más entrar en el salón. En las antípodas de ese espacio Ángel Rodríguez, emisario de Quinta da Peza, hablaba maravillas de Valdeorras, la segunda DO más antigua de Galicia, hoy en día muy aplaudida porque allí nace la variedad godello, el vino blanco que arrasa en bares y tabernas. En una charla de paso, el propio Ángel no renunciaba a la uva mencía con la que se elabora el tinto gallego. Confesaba, eso sí, que los godellos arrasan. Dejó en el camino una verdad que corrige una confusión: el pulpo no se come con vinos blancos, sino tintos.

En cada rincón, como ven, había una historia. Andoni Aretxabaleta cantaba los aleluyas sobre el txakoli Magalarte. Y no faltaban, estando como estamos, en Bilbao, los elogios a los vinos de Rioja –Abel Mendoza, Exopto, Ezki, La Marquesa-Valserrano, Pujanza y Valenciso han llegado este año...– y los vinos de Madrid, Carlos Sánchez. Los riberas de Duero de la talla de AAlto, Avan y Valderiz también flotaban de copa en copa. Y así, ya les dije, un par de docenas largas de bodegas.

Por el salón desfilaron el artista Juanjo Lobello, Guillermo Pérez de Heredia, Marcelino Gorbeña, interesado por las novedades para su paladar, haciendo camino junto a Javier Hormaetxea, Juan Cruz Agirre y Ricardo Agirre. Al filo de la una y media del mediodía (el salón duró varias horas...) pasaron, junto a los ya citados, Josu Lezama, amo y señor del restaurante Mendiondo, Josu Peña, Luis Valentín, fundador de Valenciso junto con Carmen Enciso para, según él cuenta, “hacer lo que sabía hacer tras 15 años con Jean Gervais”: Javier Ruiz; los hermanos Adrián, Álvaro y Raúl Cardoso, gobernantes de la Taberna Baste de Romo (el patriarca, Juan Cardoso, regentó y glorificó el Tudelilla durante casi 30 años...); Javier Iturriaga, Agustín Meneses, Ana de los Mozos, Jesús Esteban, Karmele Urtaran. Carmen Eguren, Mikel Mesanza, Javier Arangure, Begoña Martínez, José Luis González, Juan Carlos Bilbao, Juanma Oñate, Miren Palacios, Andoni Olabarria y un buen puñado de gente que merodeaba entre los estands entre la hora del hamaiketako y el poteo “que abre el hambre”.

En un rincón, marchándome ya, dos mujeres jóvenes que no quisieron identificarse, recordaban una anécdota de la actriz Joan Collins a quien en cierta ocasión se le oyó decir que la edad “es solo un número. Es totalmente irrelevante a menos que, por supuesto, usted sea una botella de vino”.