OMO jurista ha rayado la excelencia, al decir de quienes conocen los entresijos del Derecho; como profesor estuvo a la altura de los más grandes, según confesaba ayer mismo Gema Tomás, decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Deusto, y como presidente de Euskaltzaindia aún mantiene en lo más alto de la colina la defensa y proyección del euskera. Y con tanto parabién, con tanto elogio, en los corrillos previos al homenaje de despedida por su jubiliación tras trenta años de magisterio, en la más grande extensión del término, flotaba una idea superior aún: es el merecido adiós a un buen hombre, a uno de los grandes. Hablamos, que aún no lo he dicho, de Andres Urrutia, un hombre cuyos pasos han dejado huella imborrable, allá donde ha pisado.

Digamos que fue una excusa. El homenaje al profesor, notario y presidente de Euskaltzaindia se celebraba, como les digo, bajo el pretexto de su jubilación. En realidad sonó más bien como un pretexto para recordarle a una buena persona lo que se piensa de ella: que fue un gustazo andar a su lado. Un hombre que defendía vivir el Derecho en euskera y en castellano, "no abriendo trincheras sino tendiendo puentes"; un profesor que buscó sacar de su alumnado siempre la mejor versión; un notario capaz de dar fe de buena voluntad en cada gesto que tuvo.

La ceremonia, como les digo, venía a festejar todo eso y más. Desde las palabras elogiosas de la ya citada decana a los cantos de Francisco Javier Arrieta Idiakez (fueron emotivos los versos de la pieza Tras la estela dejada por Andres Urrutia, recitados al son de la melodía Zibilak esan naute), pasando por la laudatio pronunciada por el profesor de la Facultad de Derecho de la misma Universidad de Deusto, Santiago Larrazabal, (brevis, según apuntó con humor para alivio de los presentes...) y los abrazos, recuerdos y elogios de un buen puñado de amistades que le acompaaron en el homenaje.

"¡Cuánta gente conocida hay por aquí!", exclamó al entrar en el auditorio de la Universidad de Deusto, donde se desarrolló la emotiva tarde. Allí se encontraban, guardando todas distancias legales (solo faltaba, orbitando la ceremonia alrededor del planeta del Derecho...), familiares y amistades, todo ellos y ellas admiradores de un hombre de bien. Fue ese carácter tan especial, tan humano y a la par extraordinario, el que provocó tal afluencia. Más allá de la compañía de su mujer, Josefina Saizar Badiola, y Marta Cortázar y Ramón Urrutia Cortazar, a la cita se se sumaron, además de los ya citados, Juan José Etxeberria, vicerrector de Deusto; el vicelehendakari y consejero de Seguridad, Josu Erkoreka; el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria; la presidenta de Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui; el diputado del Congreso, Aitor Esteban; Elixabete Etxanobe, diputada foral de Administración Pública y Relaciones Institucionales; Maite Iruretagoiena Ibarguren, directora de IVAP; Carlos Fuentenebro, decano del Ilustre Colegio de la Abogacía de Bizkaia; Diego Granados de Asensio, decano del Colegio Notarial del País Vasco; Gaizka Aizpurua, Tatiana González de San Sebastián, Miren Urkia, Arantza Etxebarria, Andrés Iñigo, César Gallastegi ("escríbalo, por favor, sin "u" como dice Euskaltzaindia", bromea...), Óscar Monje, Alberto Atxabal, Javier García Ross y un buen número de gente cercana y admirada con la figura del buen Andres.

Allí se recordó cuando el entonces rector Dionisio Aranzadi le enconmendó ir introduciendo poco a poco el euskera (la asignatura de Derecho Civil Foral vasco fue el primer banco de pruebas...) y Andres comenzaba a vivir su sueño de emparentar la docencia y el euskera. Lo logró con mayúsculas, sin perder un ápice de excelencia en sus discursos, en sus investigaciones, en sus libros. Eran los primeros pasos de una historia extraordinaria.

Homenaje al profesor, notario y presidente de Euskaltzaindia, Andres Urrutia, celebrado en la Universidad de Deusto

El célebre jurista se jubila tras 30 años de profesor en la Universidad y estuvo ayer arropado por un buen número de personalidades