Florencio Moneo presenta su poemario y Batutas de Euskal Herria II' en el Arriaga

IEN empleadas, las batutas de los directores de orquesta se convierten en varitas mágicas. No por nada, ambos artefactos se gastan un aire similar y su buen manejo acaban igual: con un reguero de maravillas a su paso. Y si a ello se le suma la invocación a la imaginación, "siempre más edulcorada que la realidad", en palabras del psiquiatra Florencio Moneo (lo dirá supongo, porque él ha trabajado con la cara oculta del ser humano durante su desarrollo profesional...), quien ayer presentó su poemario En todo momento y el libro de cuentos Lazos. Lo hizo en el marco de los martes poéticos organizados por la Asociación Artística Vizcaina que preside José Ramón López, Misere Josephe,en el Palacio Yhon, con el aforo muy reducido por las condiciones de hoy en día.

Los versos de Florencio hablan de la amistad, el amor, los paisajes, los viajes y las distintas caras del ser humano, "temas propios del siglo de Oro" y los cuentos del médico escritor ahondan en temas similares. Son 26 cuentos que también se sumergen en los bajos fondos del ser humano, con cuestiones como el crimen, la maldad pura, la traición o, permítanme el guiño guasón, la política. A la presentación de ambos libros, dirigida por Loly Rubio, acudieron Fernando Zamora, Marino Montero, Begoña Iribarren, Raquel Bartolomé, Alberto Cabrera, Francisca Nieto, Filomena Palomares, María Ángeles Pérez, María José Domínguez; el hijo del psiquiatra, Mikel Moneo, y poca gente más. Es el signo de los tiempos, por mucho que la Asociación Artística Vizcaina haya salvado una temporada única, la de su 75º aniversario en plena tormenta vírica.

Poco antes, el Teatro Arriaga, todo un coloso en estos tiempos de pandemia, sujetando la cultura con un brazo hercúleo, abrió sus puertas a la magia. No en vano, en su escenario se vivió el espectáculo Batutas de Euskal Herria II, de la mano de la Banda Municipal de Bilbao (BMB), en el marco de la conmemoración de sus 125 años de vida. "La música es la artesanía de las emociones, aquellas intangibles pero eficaces, las que no se pueden apresar pero se pueden disfrutar", dijo José Rafael Pascual-Vilaplana a la hora de presentar la programación de la efeméride.

Las batutas, les decía. Ayer hubo tres invitadas: las de Hilario Extremiana, Iker Sánchez e Iñaki Urkizu, subdirector de BMB, en un concierto en el que se fueron entremezclando las sensibilidades de cada cual. Como broche al concierto, se vivió el estreno absoluto de Zaraitzu, obra de Ruper Lekue Bernaola quien, por supuesto, estuvo presente en el teatro. Antes había sonado Symphonic overture, de James Barnes; Dance suite, de Joseph Horovitz; Western symphony. Saturday night, de Hershy Kay; Postcard, de Frank Ticheli, y Divertimento for band, obra de Vincent Persichetti. Fue todo un recreo para los sentidos, un abracadabra que cautivó a los asistentes. A la cita con esa magia a seis manos acudieron Juan Segura, José Ignacio Hernández, María Victoria Palmeras, Rodolfo Lois, María Victoria Simón, Txema Olleta, Isabel del Molino, Jon Agirre, Blanca Sarriugarte, el flauta solista Juan Jesús Silguera, Javier Bengoa, Jordi Ripoll, Idoia Egaña, Alazne Egaña, José Miguel Rochina, Xabier Mendizabal, Ana Isabel Martín, Juan Carlos Martínez, Idoia Serrano, Izaskun Rodríguez, Begoña Martínez y así todo un elenco de espectadores que también son protagonistas de estos días, apoyando a la cultura con sus asistencias. No por nada, el propio Pascual-Vilaplana dejó dicho en la puesta de largo aquello que sonó a discurso histórico. "Desde la humildad de la tierra y el barro, pero construyendo ideas y emociones de gran envergadura, pues configuran la cercanía del arte con el ser humano. El único sentido del trabajo artístico es la generosidad de poder compartirlo con los demás". ¡Qué bien sonó toda la tarde!

El psiquiatra Florencio Moneo presenta su nuevo poemario de la mano de la Asociación Artística Vizcaina en el Palacio Yhon

El Teatro Arriaga acoge 'Batutas de Euskal Herria II' con la presencia de Hilario Extremiana, Iker Sánchez e Iñaki Urkizu