Pisar la cima del Jata cien veces en un año. Ese es el reto que se ha propuesto Aitziber Aurrekoetxea, vecina de Sopela y natural de Getxo, gran aficionada al deporte, especialmente, al triatlón. La pandemia borró por completo sus planes deportivos y a finales del año pasado, viendo el panorama nada halagüeño que se presentaba para este 2021, decidió afrontar un nuevo desafío personal mientras espera la vuelta de la normalidad y se retoman las competiciones populares que tanto disfruta y que le llevaron, incluso, a correr tres maratones en un año. "El cuarto maratón lo iba a hacer el pasado mayo, pero llegó el virus..., y se fue todo al traste", comenta con cierta resignación.

Como quedarse en casa no era una opción, se planteó un reto que fuera "cercano" y que pudiese complementar con su vida laboral y familiar. "Dejé el triatlón porque no me daba tiempo a entrenar cada una de las disciplinas con mis hijas y quería un desafío que pudiese realizar cerca de casa, administrando mi tiempo libre", explica.

En un primer momento, cuando se lo planteó a su pareja, este le comentó que con 50 ascensiones en un año sería más que suficiente. Fue entonces cuando decidió que tenían que ser el doble, quería ponerse a prueba. Para ello, se marcó como objetivo realizar una media de dos ascensiones a la semana. "Hice el cálculo de que en agosto suelo estar todo el mes fuera por lo que en realidad tenía solo once meses para completarlo", señala.

De esta manera, su propuesta inicial fue culminar diez subidas al mes y cuando empezó el año el plan iba según lo previsto, pero luego todo se torció. "En enero iba bien hasta el día 25, que di positivo por covid-19 y estuve tres semanas parada. Noté además que el virus me dejó la musculatura fatigada y después me pegó un tirón en la espalda, que me obligó a parar otras dos semanas", rememora.

Pero ahí no quedó todo. "Luego estuve otras dos semanas en el dique seco por una lesión de rodilla", agrega. Un calvario de lesiones al que hay que sumarle la dificultad añadida provocada por los cierres perimetrales de algunos municipios, lo que le hizo dudar sobre si realmente podría completar el reto. "En abril llevaba 19 ascensiones en vez de las cuarenta que tenía previstas. Tuve un momento de bajón y pensé en dejarlo pero a finales de ese mes, recuperé la ilusión y volví a estar a tope", reconoce.

En concreto, cada etapa supone afrontar un recorrido de aproximadamente 6,5 kilómetros de ascenso y lo mismo de descenso, lo que hace un total de cerca de 13 kilómetros. "Voy en coche hasta la iglesia de San Lorenzo y allí comienzo cada etapa", indica. Algunas veces completa el recorrido andando y otras corriendo. "Suelo tardar una hora y tres cuartos cuando lo hago corriendo y dos horas y pico andando", apunta. De esta manera, cuando haya completado el reto sus piernas habrán acumulado alrededor de 1.300 kilómetros por los senderos del Jata. De momento ya lleva 75 cuando apenas ha transcurrido medio año.

A este respecto, hay quien puede llegar a pensar que recorrer una y otra vez los mismos senderos y caminos hasta cien veces en un año puede resultar monótono o aburrido, sin embargo, Aitziber disfruta de cada experiencia casi como una filosofía de vida. "No me aburren las cosas y a cada subida le saco algo nuevo. Además, cada una es diferente e incluso hay veces que me acompañan distintas personas. Por eso cada vez que empiezo a subir voy con ilusiones renovadas", sostiene.

Precisamente ahora, pasado el ecuador del año, se encuentra en un gran momento de motivación y ya vislumbra esa última ascensión y la posterior celebración. "Mi intención es culminar el reto antes de diciembre y evitar así el frío", adelanta. Al mismo tiempo, su cabeza también piensa ya en esa centenaria ascensión al monte jatabetarra que ponga el broche a este particular desafío. "Brindaré con champán y pondré una ikurriña", proclama Aitziber, que después lo celebrará en torno a una mesa con sus seres queridos. Y es que Aitziber ha encontrado en el deporte ese motor que impulsa su vida y le permite encontrar la felicidad. "De pequeña era muy vaga, por eso mi ama ahora alucina conmigo", desvela. Una circunstancia que ahora intenta modificar con sus hijas. "Les inculco siempre que hagan deporte porque es muy positivo. Yo con cuarenta años empecé a hacer triatlón, primero probé con la bicicleta, además no sabía nadar y me apunté a un cursillo. El deporte es lo mejor que me ha pasado, por los valores que aporta, la transformación física que implica, la gente que conoces en torno a él, te hace sentir mejor persona", concluye.

"En abril llevaba 19 ascensiones en vez de las 40 que tenía previstas. Tuve un momento de bajón"

"Tardo una hora y tres cuartos cuando voy corriendo y más de 2 horas andando"

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