Fernando Alonso quemó rueda en el circuito de karting de Güeñes en el que actualmente entrena Joseba Iraola. Al asturiano y al de Balmaseda les une, por otro lado, haber abierto camino y alimentado afición allá donde no existía tanto seguimiento como con otros deportes. “Estoy tremendamente agradecido por el apoyo y la repercusión. Noto que mucha gente me para y me pregunta cosas” en una comarca “sin tanta tradición por el automovilismo. No se parece a otros lugares a los que les avala la tradición por tema cultural o porque lleven toda la vida organizando una carrera”, dice. De ahí que la consecución del campeonato de Europa de carreras de montaña en la categoría E2SC haya marcado “un antes y un después”.

En septiembre selló el título con la escudería Euskal Selekzioa en Croacia, tras lograr subir al podium en todas las pruebas disputadas, con cinco triunfos, tres segundos puestos y un tercero: ese último con sabor a gran victoria. El año pasado “corrimos la mitad del campeonato porque no había presupuesto para más y esta vez hemos podido ganar en la primera ocasión en la que lo completaba, por lo que estoy muy contento”, expresaba Iraola.

El salto puede materializarse en que “se abran más puertas en cuanto a patrocinadores ya que este deporte requiere muchísimo presupuesto: hay que estar evolucionando constantemente; no vale con un piloto con dinero, necesitas ganar carreras para que la misma fábrica te ofrezca un coche competitivo al 100%” y eso entraña “cierta presión”, reconoce. Nacido en 1982, “no figuro entre los pilotos más jóvenes, ni tampoco soy de los más veteranos”.

Ya venció durante dos años en el campeonato de España y el título continental “significaba el salto pendiente, pero había que ir de la mano de un buen patrocinador, que nos ha costado conseguir”. Había acelerado en esa línea cuando “las ilusiones se truncaron en la época del coronavirus; aunque parece que se nos ha olvidado, atravesamos una etapa muy dura en la que hubo que resetear nuestros proyectos y lo pospuse hasta 2021”.

Conduce una barqueta “con chasis tipo Fórmula 1, con un motor también muy potente; como quien dice, un pequeño Fórmula 1 que va muy rápido por puertos por los que habitualmente circulan los coches normales”. Cada treinta segundos sale un piloto para los tramos cronometrados y “resulta curioso que en un puerto de montaña tres o cuatro nos movamos en el mismo segundo”. Ahí radica la clave de “la emoción y de que esta disciplina arrastre a tanta gente a la que le gusta nuestro tipo de carreras, porque está todo muy ajustado”.

En su villa natal ha recibido dos homenajes durante las recientes fiestas de San Severino: en el recinto de txosnas y en el concurso de putxeras. Allí le animan en una modalidad que “siempre me ha encantado, pero que aplacé porque cuesta ser el primero en una saga que comienza a correr en coches”. De hecho, antes “me sacié con la bicicleta” hasta que “a los 26 años” se presentó una encrucijada: pedalear “a un nivel más profesional en el ciclismo o cambiarme a los coches, que se habían convertido en mi pasión frustrada”.

Deporte y trabajo

Eligió la segunda opción, que combina con su trabajo en la tienda de muebles familiar en Zalla cuando no viaja a las carreras –“unas veinte o veinticinco al año cada dos fines de semana”– o entrena. Admite lo complicado de “saber que no puedes atender el negocio al 100%, lo que no deja de representar una preocupación extra porque casi todos mis rivales se dedican en exclusiva al deporte”. Por eso, valora el respaldo incondicional de los suyos.

El siguiente reto: “repetir campeonato de Europa porque es la máxima categoría que existe de ámbito mundial de mi categoría de montaña y no se puede aspirar a nada más competitivo”. Al menos, “haber cerrado ya el proyecto de cara al próximo año cuando no hemos llegado ni siquiera a navidades es una garantía que me tranquiliza”.