A pandemia provocada por el coronavirus ha hecho saltar a la palestra al personal sanitario situándoles en el foco mediático. Héroes sin capa la denominación popular para referirse a ellos y ellas por su inconmensurable labor durante toda esta crisis sanitaria. En primera línea desde el primer día, se han enfrentado con los medios a su disposición frente a un virus devastador que se ha llevado por delante a miles de personas, incluidos los propios trabajadores sanitarios. Sin embargo, pese a su notoriedad y relevancia actual, su labor como garantes de la salud de la sociedad siempre ha estado ahí. Buen ejemplo de ello es Pilar Corraleño, vecina de Maruri-Jatabe y enfermera de profesión de una UVI móvil de Osakidetza, quien no ha dudado en poner su conocimiento y experiencia al servicio de la ciudadanía cuando así se lo han requerido. En concreto, ha formado en materia sanitaria a muchos de sus vecinos, tanto adultos como niños, impartiendo cursos de reanimación cardiopulmonar (RCP) y primeros auxilios en su municipio y en la comarca de Uribe-Butroe.

“Empecé en 2013 con los cursos con la colaboración del Ayuntamiento, al que recomendé la instalación de un desfibrilador en un espacio público como medida preventiva”, explica. Un consejo que, posteriormente, en 2016 se generalizó en todo Euskadi con la entrada en vigor del decreto que regula la instalación y uso de desfibriladores externos automáticos y semiautomáticos y que establece la obligatoriedad de su instalación en determinados espacios de uso público externos al ámbito sanitario.

Respecto a su labor formativa, Pilar señala que la técnica de reanimación es “sencilla, básica y, sobre todo, salva vidas”. Un aspecto a tener cuenta sobre todo si se presta atención a las estadísticas a nivel estatal. “En la calle se produce una parada cardiorespiratoria cada 20 minutos y anualmente se producen 900”, advierte. Sin duda, un ángel de la guarda para sus vecinos y docente de la prevención.