Angelines Niembro, Rosa Angulo y Txelo Langeros son las abuelas que todo goloso o golosa de pro quisiera tener en la familia. No en vano estos tres primores del barrio abantoarra de Las Carreras son un referente a la hora de preparar uno de los dulces más típicos de estas fechas carnavaleras como son las tostadas de pan, un dechado de sabiduría popular que amalgama tradición, reutilización, kilómetro cero y diversión en poco más de 20 centímetros cuadrados de pura magia gastronómica. Conocida como torreja desde el siglo XV gracias al poeta Juan del Encina que utilizó por primera vez el término en un villancico dedicado a las parturientas, la tostada fue considerada durante mucho tiempo como alimento de pobres ya que era la mejor opción para coger fuerzas usando productos de bajo coste especialmente durante la cuaresma cuando no se podía comer carne.

Hoy día es un apreciado postre que a pesar de que admite variantes ligadas a la industrialización de la viandas, como panes "específicos", sigue teniendo reglas fijas para quienes han crecido con él como las chicas de Las carreras. "El pan debe ser del día anterior. No vale el del día porque se deslabaza y se rompe. El pan duro absorbe mucho mejor la leche y no se desmenuza", sentencian al alimón estas veteranas curtidas en mil batallas culinarias.

Angelines, maestra de escuela, reconoce que su tostada es un poco más heterodoxa que la que preparan sus compañeras de sesión "porque yo las suelo hacer con aceite de girasol porque me da que el aceite virgen de oliva le puede dar mucho sabor y apagar los sabores del resto de ingredientes". Una cuestión que matizan ipso facto Rosa -con más de 40 años de experiencia en la cocina del restaurante familiar- y Rosa, un ama de casa que usa el oro verde de 0,4 grados con confianza porque "la tostada al estar bien empapada de leche no chupa mucho aceite como para anular los sabores del limón o la canela".

Y es que la tostada de Carnaval es un compendio de calidad y buen hacer que parte de un producto reutilizado, el pan duro, con la utilización de productos naturales que no hace mucho estaban disponibles en cuadras y gallineros -como la leche o el huevo- y otros como el aceite o la canela de Sri Lanka, con la que ya comerciaban los fenicios. Productos clave en este postre en el que juega un papel importante la piel del limón sin que nadie pueda explicar a ciencia cierta el rol gastronómico que juega este cítrico tan abundante por estos lares y que se cuece con la leche y la canela "para que den sabor a la tostada", señalan.

"No hay una medida estándar para fijar el grosor que tiene que tener la rebanada de pan que se va a utilizar pero lo habitual es que tenga como mínimo unos 3 o 4 centímetros de grueso porque al mojarse con la leche el pan se expande y pierde altura por lo que si queda muy pequeñas es más difícil manejarlas a la hora de pasarlo por el huevo para luego freírlas", señalan con docto criterio estas mujeres que reconocen que hacer tostadas "es muy diferente a hacer la comida de todos los días. Ahí se pone un esfuerzo especial aunque toda la comida hay que hacerla con cariño", señalan.

Ellas serán, casi seguro, de la partida de entre 20 y 30 personas que participen en el concurso de tostadas que nació hace unos 25 años gracias a las mujeres de la asociación Emelka a las que tomó el relevo Enarak Dantza Taldea y desde hace más de una década la asociación Laskabaila. "Para nosotros es importante mantener esta tradición que promueve, frente a los productos industriales, la elaboración de un postre que se nutre de ingredientes naturales, productos que son accesibles para todo el mundo", señala Susana Morcillo, presidenta de Laskabaila. Un empeño que además del premio en metálico para las tres mejores tostadas recuerda que ahora es Carnaval. Luego ya llegará la Cuaresma. Pero será más adelante.