Arranca la prueba localizando un escudo de Gordexola. Para ello, los participantes no se alejaron de la plaza Molinar. A partir de ahí, la resolución de las siguientes pistas, verificadas enviando la prueba gráfica mediante WhatsApp, fue diseminando a los grupos por casas torre, molinos o mansiones indianas, todo patrimonio de Gordexola. El Ayuntamiento de la localidad encartada tiene la intención de dar una vuelta a esta yincana que comenzó como una actividad más de las Jornadas Europeas del Patrimonio para repetirla y promocionarla como una puerta de entrada de la juventud a su rica historia y monumentos.“No gana el que acaba antes, sino el que lo haga bien”, avisó la historiadora y técnico cultural María José Torrecilla, al saludar en la kultur etxea a las personas inscritas en el juego. Antes del pistoletazo de salida les ofreció ayuda en la resolución de las seis pruebas, una de ellas “en localizaciones diferentes”, para que los aspirantes se detuvieran a reflexionar sobre las indicaciones en lugar de ceñirse a imitar los movimientos de sus compañeros.

Primero les invitaron a fijarse en el escudo, para lo cual debieron fotografiar uno de los que se pueden apreciar en el entorno de la plaza. Se trata de “una cruz rematada con flores de lis, que identifica al linaje y descendientes de quienes tomaron parte en la batalla de las Navas de Tolosa frente a los musulmanes”. Significaba “pureza, fidelidad y defensa de la fe”. “Combinar las letras P-L-A-N-E-A” les brindó la clave para obtener la “panela”. Es decir, “denominación de la figura de color verde referida a la hoja del álamo que crece en el fondo de los valles, junto a los ríos, abundante y común en la heráldica vasca”. Así aprendieron que “este escudo representó las armas del linaje más importante del valle de Gordexola en la época medieval: los hombres y mujeres de los Palacio de Gordejuela”.

De linajes a cuadrillas

Partiendo del linaje original, “que se asentó en la zona central del valle, se irían poblando otros espacios con familias emparentadas”. Aprendieron que “las familias y sus vecinos dieron lugar a diferentes núcleos de población, origen de las futuras cuadrillas: Sandamendi, Zubiete, Iratzagorria y Zaldu”. Así que los caminos se desviaron con direcciones distintas para cada grupo, porque el emblema “aparece en todo el valle”.

Con ayuda de un mapa situaron en cuál de ellas se encontraban y buscaron “otros edificios que nos hablan del pasado de Gordexola: torres y palacios rurales, caseríos, ferrerías y molinos, las dos industrias principales que usaban la fuerza del agua con los productos como hierro, aperos, harina o pan que se transportaban a otros lugares por la calzada y puentes históricos que facilitan el paso del río”, el Herrerías.

Un entorno en el que se preservan monumentos de etapas históricas posteriores, entre los que no podían faltar las casonas de indianos. “¡Como este verano cuando estuvimos en Ribadesella! ¿Os acordáis?”, preguntaron Nerea Azpiazu y Luisan Alberdi a sus hijos, Elaia y Ortzi. A la familia de Durango le asombró “lo precioso que es el pueblo”. Enseguida se aplicaron a anotar elementos que les resultaban familiares: “Plantas exóticas en el jardín, ventanales o techos artesonados”.

La respuesta les acercó a la plaza Molinar, donde se enfrentaron al último reto. Debían buscar el nombre de un edificio o espacio de uso público y averiguar “quién fue esa persona, cuándo vivió, qué hizo o por qué la recordamos”. La misma familia durangarra reparó en que la kultur etxea se llama Lucio Beraza. “Cura que contribuyó a fundar el equipo de fútbol o la coral, fallecido en 1950”, leyeron en un libro de la biblioteca tras rastrear Internet infructuosamente.

Había más soluciones. El frontón remite a Francisco de Beraskola Sáez de Castañiza, que embarcó a Florida como misionero, asesinado en 1597 y cuyo proceso de beatificación está abierto en Roma. El colegio rinde homenaje a Eduardo Eskartzaga (1884-1954), sacerdote que escribió sobre la historia de Gordexola y Enkarterri. Al edificio polivalente que alberga actividades municipales se le bautizó como Manuela de Allende (1733-1803), adalid del feminismo que luchó por su independencia y reputación frente al acoso de un pretendiente despechado al que llevó a juicio y ganó, no sin el sufrimiento de entrar en la cárcel por denuncias falsas, como pudo probar. Regentó su propio negocio rompiendo convenciones, un ejemplo de valentía para enseñar a la juventud de hoy.