Desde su laboratorio exhibe una sonrisa de orgullo e ilusión por lo conseguido y ganas de volver a Karrantza, donde Edurne Redondo comenzó a perseguir una vocación que la ha conducido hasta la República Checa. Allí ha recibido la noticia del premio concedido por la revista Chemical Reviews “por ser el artículo más votado por los lectores” a la publicación 3D Printing for Electrochemical Energy Applications, del que ella es una de las autoras. El texto “revisa la bibliografía sobre la impresión en tres dimensiones para aplicaciones electroquímicas, en las cuales incluimos la conversión de energía -que se vale de la descomposición del agua para formar tanto hidrógeno gas como oxígeno gas- y el almacenamiento de energía, centrándonos en la eléctrica: baterías y supercondensadores”, describe. En un año ya ha logrado cincuenta citas en una publicación “muy reconocida en el ámbito científico por su alto índice de impacto”.

“Lo escribimos el año pasado”, cuando empezó su programa de posdoctadorado en la ciudad de Brno, República Checa y “me sirvió para ponerme las pilas con lo que se había realizado hasta el momento acerca de la impresión en 3D, que resultaba un área nueva para mí”. De momento, “la mayoría de los sistemas que hemos conseguido desarrollar no superan las características de los que hay hoy en día en el mercado, pero es un campo muy prometedor”. Y es que con estos dispositivos “podríamos fabricar todo tipo de aparatos electrónicos desde talleres pequeños y con cualquier forma que podamos imaginar, es decir, poder producirlos se convertiría en mucho más accesible y se pueden adaptar el tamaño y la forma sencillamente”.

Edurne ha recorrido un largo camino. Estudió en Karrantza hasta cuarto de ESO, “primero en Kontxa Eskola y luego en el instituto” y cursó Bachiller en Balmaseda mostrando predilección por “las ciencias y las matemáticas” y con el apoyo de los equipos docentes: “Las profesoras que tuve en mis últimos años antes de la Universidad fueron muy buenas”. Se decantó por la licenciatura de Química, cuyo año final pasó de Erasmus en la ciudad danesa de Aarhus. Allí “pude llevar a cabo un pequeño proyecto sintetizando moléculas orgánicas para recubrir superficies aplicando una corriente eléctrica que duró seis meses, es ahí donde empecé a aprender algo que electroquímica”. Después estudió un máster en polímeros en Barcelona. En el proyecto “sinteticé polímeros conductores para detectar varias biomoléculas, como la dopamina”. Finalizó el doctorado en Electroquímica entre el CIC Energigune (Miñano) y la Universidad Autónoma de Madrid. Para la tesis, “utilicé huesos de aceituna para preparar carbones activados con diferentes características porosas que después empleé para el almacenamiento de energía eléctrica”.

“Disfruto aprendiendo cosas nuevas constantemente y me gusta ponerme retos a mí misma”, por eso sigue adelante con su brillante carrera científica. Además, “trabajar con gente de muchos países diferentes y vivir en el extranjero nunca me ha importado, porque considero que la movilidad dentro de Europa puede resultar bastante fácil”. En Karrantza lo aprenden desde la niñez porque “siempre nos hemos tenido que desplazar”, dada la dispersión geográfica del valle. Por suerte, “en navidades pude volver a casa llevando una prueba PCR negativa y pasar dos semanas con mi familia, pero me gustaría poder verlos más”.

A título personal, no considera que su condición de mujer haya alzado una barrera, pero sí hubiera agradecido más ayuda para la inserción laboral, ya que “me sentí un poco perdida una vez que obtuve mi título y me costó unos meses encontrar mi primer trabajo”.