El covid-19 se hizo ayer patente en el desarrollo de la marcha De paseo con nuestros maestros, organizada por el Museo de la Minería del País Vasco de Abanto Zierbena dentro de los actos de celebración de las Jornadas Europeas del Patrimonio, toda vez que la iniciativa se hizo cargo de las recomendaciones del vecino Ayuntamiento de Ortuella para evitar la visita prevista al edificio de las antiguas escuelas de Nocedal tras la declaración del “nivel rojo” epidemiológico de este municipio minero. Una visita que buscaba acercar a los inscritos en el paseo a este edificio singular edificado en 1871, hoy día centro social del barrio, que sirvió de escuela pública para los niños y niñas de este enclave rural como lo fueron posteriormente las seis escuelas de barriada levantadas en los años 20 del pasado siglo por la Diputación Foral de Bizkaia en los municipios de Meatzaldea, dos de ellos en Abanto Zierbena, Kotorrio y Sanfuentes.

Este última escuela, ubicada en la plaza Pilar Abín -en recuerdo de una de sus profesoras- sirvió de referente para explicar la evolución de la enseñanza en Meatzaldea desde los primeros proyectos impulsados por los patronos mineros hasta el desarrollo de centros religiosos como el colegio La Salle o de Las hijas de La Cruz en el antiguo Gallarta hoy desaparecido, o las escuelas forales de barriada, las escuelas nacionales franquistas y los actuales centros educativos.

“A partir de 1876 llegaron a esta zona las grandes compañías para explotar el mineral de hierro lo que generó un aumento exponencial de las personas que vivían en la zona. Así entre 1874 y 1900 la población de Bizkaia se duplicó hasta alcanzar los 311.000 habitantes y hasta 1920 se llega a tener otros 100.000 habitantes que sufrían una serie de carencias entre las que figuraba la educación de sus hijas e hijos”, explicó Alazne Zenekorta, guía del museo gallartino.

“Sin duda, la Ley Moyano de 1857, tímida en muchos sentidos pero progresista en otros, marca la obligatoriedad de la educación general en un contexto en el que se crean muchas escuelas de la mano de los patrones mineros que atienden de alguna manera la reivindicación de los mineros para que sus hijos reciban educación. Hay una gran conciencia en la población minera para lograr que sus hijos e hijas estudien. La situación de las familias es tan dura que el sueño de los padres y madres es que sus hijos tengan una expectativa lejos de la minería”, señalaba Ameli Ortiz, profesora jubilada que estudió en el desaparecido colegio de las Hijas de La Cruz de Gallarta. Con los años fue profesora en el municipio en el que nació, incluido en el Preventorio de Buenos Aires -antiguo hospital minero donde trabajó el doctor Areilza que tras la Guerra Civil fue un internado de niñas en una época en la que la tuberculosis era una implacable epidemia entre la juventud- y que en 1979 pasó a ser el primer colegio Buenos Aires.

“Para que nos hagamos una idea de cuál era la educación que se ofrecía a los hijos de los mineros, especialmente a las niñas, cabe recordar como en el reglamento del colegio de las Hijas de La Cruz, de 1908, se decía que el fin de esta escuela es dar a las niñas juntamente con una sólida educación cristiana aquella instrucción que les ha de ser necesaria en la clase social en la que cuando ya mujeres, en toda probabilidad hayan de encontrarse”, reseñaba Ameli que ahondaba en que había dos clases, “una para hijas de jornaleros y la otra para aquellas cuyos padres estaban en una posición bastante holgada”. Para esta luchadora por la igualdad, las escuelas de barriada surgidas en los años 20 y durante la república “trajeron un nuevo aire y una visión de la cultura vasca que con la llegada de la democracia ha permitido recuperar la libertad cercenada por el franquismo”.