OS pintxos de tortilla fueron todo el alimento sólido que ingirió Alberto Vallés durante el desafío deportivo solidario que le llevó desde la plaza de la Ikurriña de Muskiz, muy cerca del Cantábrico, hasta la ciudad andaluza de Tarifa, que sirve de divisoria entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo. 1.100 kilómetros alimentados por la ilusión de un reto que no solo ha encontrado eco y apoyo entre sus vecinos de la localidad vizcaina sino de figuras relevantes del deporte vasco de ayer y de hoy y de un mítico ciclista como el italiano Claudio Chiapucci. "Ha sido una experiencia muy gratificante que además me ha servido para conocer un poco mejor las reacciones de mi cuerpo ante la falta de sueño, ya que nunca había pasado más de una noche en carrera", señaló este trabajador jubilado del Ayuntamiento minero que da por bien empleado las penurias por las que pasó en su transitar por tierras vascas, castellano-leonesas, manchegas y andaluzas para unir Muskiz y Tarifa sin escalas con el objetivo de recaudar fondos para la asociación Aspanovas Bizkaia que trabaja en favor de los niños con cáncer.

"No he ingerido sólidos pero a cambio me he alimentado de un compuesto energético que debía tomar cada hora y que en ocasiones compartía con la medicación que tengo prescrita para mi dolencia", explicaba este amante del deporte que a punto estuvo de debutar como profesional en la pelota vasca siguiendo los paso de su abuelo, Txikito de Somorrostro. "Qué duda cabe que tener una enfermedad mental como la mía tiene su cara amarga en la medicación, pero por suerte para mí, que soy un enamorado del deporte, la bicicleta se ha convertido en la parte más amable de mi tratamiento", destaca este muskiztarra ducho en realizar pruebas de ultrafondo, incluida alguna en la que compartió cerca de 400 kilómetros con Juan José Ibarretxe.

Infierno

Alberto Vallés, Il diavolo, apodo en honor a su gran referente ciclista Claudio Chiapucci, salió de Muskiz el sábado 26 de septiembre y tardó algo más de 75 horas en completar la ruta prevista que pretendía cubrir en poco más de sesenta horas. "El viento del Levante fue terrorífico hasta el punto de que había tramos de llano en los que no podía pasar de catorce kilómetrospor hora y además te obligaba a estar muy pendiente de los camiones que te rebasaban porque el rebufo te podía llevar al suelo", recapitula Vallés quien reseñaba que este viaje "no hubiera sido posible sin la inestimable ayuda de Fernando Loidi que en vez de disfrutar de su merecida jubilación se montó en la autocaravana para seguirme de cerca y animarme en todo momento. Buena parte del reto es de él, que ha sido mi soporte en los momentos duros". Uno de esos momentos -que el tándem retransmitieó regularmente por Facebook- fue precisamente cuando apenas quedaban sesenta kilómetros para arribar a Tarifa. "A esas alturas tenía ya el culo plano y agotamiento mental que no físico por la lucha contra el viento. Al final tuve que hacer más de cincuenta kilómetros de pie y apoyándome en la barra. Un infierno", describía Vallés, que ayer se encontraba en la gloria pues iba a ingresar el resto de la recaudación del reto, 2.500 euros, para luchar contra el cáncer.