OMO ocurriera, por ejemplo, con la cueva de Pozalagua y la voladura de la cantera cercana, el azar intervino en el descubrimiento. En la década de los setenta un incendio condujo a Koldo Díez de Mena. Intuyó que podría tratarse de una fortificación anterior al medievo por la disposición de los restos, a unos 300 metros de altura. El hallazgo de molinos manuales correspondientes a la Edad de Hierro corroboró su hipótesis dos décadas después. “Lo di a conocer en 1998” y despejó el camino hacia sucesivas campañas arqueológicas que reciben un nuevo espaldarazo con la inminente declaración del castro del cerco de Bolunburu como Bien Cultural por parte del Gobierno vasco. Por la abundante toponimia y el tipo de cultura que se estableció, el guarda forestal de la Diputación aventura que de allí podrían proceder las leyendas sobre brujas que han labrado la identidad de Zalla.

Los participantes el sábado en la visita guiada que forma parte de las actividades de verano promovidas para este verano por el Ayuntamiento, en colaboración también con la empresa de Balmaseda Alboan Servicios Turísticos, pudieron recorrer los restos del poblado “que ha permanecido oculto durante más de 2.000 años” y admirar la preciosa panorámica de la localidad e incluso Güeñes en un día despejado. Eso sí, con las mascarillas reglamentarias en todo momento.

Precisamente, el emplazamiento resultó determinante para que lo eligieran “los primeros pobladores, los primeros zallucos” que fueron aparcando un modo de vida más nómada para planificar sus refugios en un paraje “donde tenían de todo”. En concreto, el castro data “de la segunda Edad de Hierro, que comprende desde el año 400 Antes de Cristo hasta la romanización”, que trajo consigo el abandono del lugar y el traslado de sus moradores hasta cotas geográficas inferiores. Con un poblado anterior en Trasmosomos que se remonta a la Edad de Bronce, completaban así el descenso a través de siglos hasta alcanzar los niveles del río Kadagua. En la época en la que se erigió el asentamiento se produjo una mezcla cultural “con los pueblos celtas”. Desde su atalaya pensada “para vigilar a otros castros similares” su conocimiento del hierro les daba acceso a “herramientas que podrían estar disponibles en un caserío de hace cien o doscientos años: fundían, hacían hachas o lanzas, también reutilizaban y aprovechaban los recursos del valle, seguramente bajarían a Bolunburu a pescar y recolectar”. En definitiva, “evolucionaron de la trashumancia al terreno”. Y “les debemos conocer su historia”.

El panel que da la bienvenida a los visitantes en la parte inferior, desde la que se divisa la forma circular de la muralla no representa el castro con exactitud, “es una composición idealizada” que no concuerda al 100% con la realidad, y más a medida que se suman más elementos de interés arqueológico. Primero se desenterró la “potente” muralla, con foso, que pudo elevarse a cuatro o cinco metros de altura y sobre 1,70 en la parte interior antes de sufrir un derrumbe. Encima, “contaba con una empalizada de madera como si se tratara de un fuerte”. La puerta, que “solo se abría en un sentido” se ha reconstruido prácticamente en su totalidad en las expediciones encabezadas por el arqueólogo Juanjo Cepeda. La última de las campañas impulsadas desde el Ayuntamiento de Zalla ha revelado que las cabañas abarcan más extensión de la que se pensaba. La protección que otorgará Lakua “representa un avance, seguiremos trabajando para estudiar y dar a conocer este lugar”, señalaron en la excursión las concejalas Rakel Unzueta -al frente de las Áreas de Comercio y Turismo- y Rosana Martínez, -de Euskera, Educación y Cultura- .

Por la cara norte, la peña de Bolunburu proporcionaba la defensa natural. En ese enclave encontraron una veta de la piedra arenisca muy porosa que les servía para fabricar molinos primitivos. En un castro relativamente pequeño donde “vivirían sesenta personas apiladas en edificaciones de postes de madera con avellano manteado de barro y techos de brezo”, la presencia de “más de cien molinos de mano apunta a que se generó una auténtica industria para triturar y almacenar los productos. El término Bolunburu “estaba documentado en el siglo XVI. En euskera vizcaino, bolun significa molino y bru, alto”, explica.

¿Origen de las brujas?

Otros nombres podrían dar pistas para rastrear dónde comenzaron las historias sobre reuniones de brujas en Zalla. Mirando al castro “hay un monte de las brujas”, por el área recreativa de Bolunburu fluye “el arroyo o cascada de las brujas” y junto a uno los de sus puentes de madera los senderistas se topan con el “corro de las brujas”. Al fin y al cabo, “eran mujeres que, como los celtas, habían absorbido la sabiduría de la naturaleza, hasta que el cristianismo lo llevó por otros derroteros”. Quizás, simplemente en Zalla la herencia druida enraizó con más fuerza.

“El asentamiento estuvo habitado entre el año 400 Antes de Cristo y la romanización, vivirían sobre sesenta personas”

“Se han encontrado más de cien molinos manuales, lo que apunta a una industria”

Guarda forestal y descubridor del castro