LES remitieron a casa una escueta comunicación: desaparecido. Después, supieron que el gudari del batallón Abellaneda fue denunciado por alguien del municipio y trasladado a Gasteiz. Le fusilaron en las tapias del cementerio de Santa Isabel. Ocho décadas después, su familia ni siquiera sabe dónde reposan sus restos. Sospechan que “puede estar en el Valle de los Caídos”, puesto que allí, junto a la tumba del dictador Franco, se enviaron los cadáveres de dos fosas comunes de ese mismo camposanto. La de Domingo Castresana es una de las desgraciadamente tantas historias de represión y tragedia de la Guerra Civil, que los suyos no quieren que caiga en el olvido. Para ello, han organizado una charla de memoria histórica el viernes a las 19.30 horas en el aula de cultura de Camino de Ibarra en la que intervendrá el escritor, historiador, miembro de la sociedad Aranzadi y presidente de Euskal Memoria Fundazioa, Iñaki Egaña.

Nacido el 6 de enero de 1914, Domingo fue el mayor de los diez hijos que criaron Leandro Castresana y Dominga Beraza en el barrio de La Calzada de Zubiete, Gordexola. Al estallar la guerra “se incorporó al batallón Abellaneda, en la cuarta compañía de la sección de ametralladoras”, explica su sobrino, Iñaki Bustillo, que rastrea los archivos desde hace tres años con la esperanza de encontrar la sepultura de su tío. Le vieron por última vez en casa el 19 de marzo de 1937. Tenía 23 años. El último día del mes “en la ofensiva del ejército golpista contra las posiciones de Eusko Gudarostea en el monte alavés Maroto fue herido y posteriormente hecho prisionero y llevado al hospital Santiago de Gasteiz”, describe Iñaki Bustillo. Entonces le notificaron una denuncia en su contra por parte “de alguien de Gordexola”. Las consecuencias no se hicieron esperar: “fue ejecutado sin juicio”.

A la familia se le comunico que había desaparecido y “aunque hemos recurrido a la Sociedad Aranzadi y al defensor del pueblo español y hemos revisado los archivos del cementerio, no hemos podido localizar ninguna referencia sobre Domingo”, lamenta su sobrino. Tan solo pudieron encontrar en archivos de memoria histórica “la hoja de reclutamiento fechada en 1935, las nóminas del batallón Abellaneda con su firma y poco más”. “Por si algún día tenemos la suerte de hallar sus restos, por medio del instituto Gogora han recogido ADN de su hermano pequeño, que aún vive y que le acompañó hasta el transporte que le condujo al frente la última vez que le vieron”, añade.

Sería complicado, si tal y como creen el cuerpo de Domingo se exhumó de “una de las dos fosas comunes, una con 467 víctimas y otra con 146, que fueron vaciadas en 1959 en el cementerio de Santa Isabel para volver a enterrar los restos en el Valle de los Caídos” de cara a la inauguración de la basílica. El total de restos “es de 33.833, de los cuales 21.423 están identificados y 12.410 pertenecen a desconocidos”. Domingo estaría en este segundo apartado. Mientras sus allegados intentan dar con él han encontrado a otras víctimas de municipios encartados.

Monolito Sus familiares le han erigido el monumento que le negaron sus asesinos. Lo colocarán más avanzada la primavera “sobre los vestigios que quedan del caserío de Gordexola en la Calzada de Zubiete donde nació y vivió”. En nombre “de su hermano José Luis y sus sobrinos, en su recuerdo y el de todos los gudaris caídos en la contienda”.