Se apagó a los 81 años la vida de Javier Berasaluce, el que fuera párroco de Urduliz , y el municipio se queda más triste sin sus bromas, más apocado sin sus poemas y más cabizbajo sin sus "Os quiero mucho, como la trucha al trucho". El cura, retirado desde 2015, falleció el pasado jueves y ayer, su pueblo de acogida, al que siempre sintió como propio, le despidió en la parroquia de Andra Mari.

Nacido en Igorre, se volcó con los urduliztarras desde que recaló en la localidad de Uribe Kosta en 1979. "Recuerdo hasta la fecha en la que llegué: el 28 de noviembre de 1979. Había trabajado en Armintza y Lemoiz once años y medio, y previamente tres años en la zona minera. ¡Quién me lo iba a decir cuando entré en el seminario en septiembre de 1957!", contaba en la revista municipal poco antes de jubilarse, en septiembre de 2015. Colgó los hábitos, dejó de estar en el altar de la iglesia, pero no al lado de los vecinos de Urduliz y de quienes lo necesitaban. Por eso, ofició alguna misa después; por eso, visitó a algún enfermo; por eso, tendió su mano al que reclamaba auxilio. Por eso, siempre estuvo ahí. "Era muy buena persona y se involucró mucho con su pueblo y su juventud", reflejaba ayer un mensaje en las redes sociales, que se llenaron de cariño en memoria de Don Javier. "Nos deja una gran persona, a la que siempre llevaremos en el corazón", "Le recordaré como una persona con gran sentido del humor y sin pelos en la lengua", o "Siempre recordaremos tu gran humor", eran otras de las palabras dedicadas hacia él. "Una gran persona que siempre nos ayudó", aseguraban, asimismo, desde el club de balonmano urduliztarra. La huella de Javier Berasaluce en Urduliz será muy difícil de borrar. "He aprendido a amar a este pueblo", aseveraba. Su pueblo, sin duda, lo amó también.

Goian bego, Don Javier.