Año 1836. En la muga entre la villa y Begoña, entonces independiente, se suceden cruentos combates entre carlistas y liberales. Hasta ese momento, ese era un lugar apacible en el que los baserritarras cultivaban la tierra y recogían los frutos que ésta les daba. La frontera entre ambos municipios era invisible, casi imperceptible. Pero con la llegada de la guerra se hizo más evidente que nunca. Los huertos fueron sustituidos por pequeñas fortificaciones atrincheradas desde las que begoñeses, carlistas, y bilbainos, liberales, se disparaban mutuamente. Las azadas, los picos y las escardillas, por pistolas, estiletes y fusiles.

¡Pium! La metralla carlista da de lleno a un soldado bilbaino, que cae malherido y termina muriendo. Es enterrado ahí mismo, en pleno campo de batalla. Casi tres décadas más tarde, en 1864, en ese mismo lugar se erige el Cementerio de Begoña, que cayó en desuso en el año 2016. En 2021, sin embargo, la Sociedad de Ciencias Aranzadi, vuelve a darle un uso al espacio. El Ayuntamiento planea convertirlo en un parque, pero ellos saben que, entre sus muros, se encuentran enterramientos que pueden resultar de interés. Así las cosas, logran los permisos pertinentes para materializar su idea, además de una subvención. Casi 200 años después de este enterramiento improvisado, este soldado vuelve a salir a la luz. Ahí estaba su esqueleto, que aún conservaba los característicos botones del uniforme liberal.

Así relata Anartz Ormaza lo que ocurría en el Distrito de Begoña hace más de 200 años, en el transcurso de la primera Guerra Carlista, y cómo desenterraron, literalmente, una parte de la historia de la villa. El arquitecto coordina el proyecto Begoñako Argia, impulsado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Desde su puesta en marcha en octubre del año pasado, los arqueólogos y antropólogos que participan en él han realizado importantes hallazgos. Entre ellos, una fosa común de época carlista, en la que se hallaron los restos del soldado liberal . "Esta fue la primera sorpresa", afirma Ormaza. Pero, para el arquitecto "el gran descubrimiento" ha sido una segunda fosa común de la Guerra Civil que es, además, la mayor que se ha encontrado en Euskadi hasta la fecha que está relacionada con este conflicto.

El investigador explica que la fosa común comenzó a salir a la luz cuando exhumaron a un individuo enterrado "decúbito prono". Es decir, boca abajo. "Esto nos llevó a pensar que éste no es un enterramiento ordinario. Nadie entierra a sus seres queridos de esta manera", expone Ormaza. Continuaron excavando en esa zona y encontraron hasta 46 cuerpos enterrados de la misma manera. De ellos, 42 eran víctimas de la guerra que, hasta el hallazgo, estaban "completamente desaparecidas". "La sorpresa fue muy grande", asegura.

De las 42 víctimas de la contienda se han podido identificar a 5. "Tenemos sus nombres y apellidos y ya se ha contactado con las familias a través del Instituto Gogora", explica Ormaza. La identificación ha sido posible porque éstas aún llevaban consigo sus chapas, que determinaban su estatus como gudaris o milicianos. "A todos ellos se les asignaba una, en la que figuraba un número de 5 cifras que estaba directamente relacionada con su nómina", dice el coordinador.

Las familias y los descendientes de estas personas ya respiran tranquilas. Después de tantos años de desasosiego, después de tantos años viviendo en una eterna zozobra, han podido conocer su paradero. Ormaza afirma que "ya se han puesto en contacto con ellas" a través del Instituto Gogora. También asegura que ya se están realizando las devoluciones de los restos. Así las cosas, Fernanda, una mujer de 87 años, ha podido enterrar dignamente a su padre. Ella, que no albergaba muchas esperanzas, creía que iba a fallecer sin saber dónde descansaban los restos de su aita. Pero gracias al proyecto de Aranzadi esto no ha terminado sucediendo.

En todo este proceso, en ocasiones, emotivo, no sólo han estado presentes los investigadores e investigadoras de la sociedad científica. Un buen número de estudiantes universitarios de diferentes centros de Euskadi y el Estado español, también han sido partícipes de estos descubrimientos. "Para ellos es una oportunidad única para trabajar in situ con restos humanos y conocer el procedimiento de la exhumación", dice Ormaza sobre ésto. Y es que, según él, los estudiantes que cursan grados en los que se trabaja con restos óseos tienen "una pequeña carencia". Fuera del laboratorio no tienen contacto con restos humanos.

Antropólogos, arqueólogos y estudiantes continúan trabajando en el cementerio. A medida que avanzan las excavaciones, sacan a la luz más hallazgos que, además, comparten con los ciudadanos. En esta ocasión, a través de una serie de visitas guiadas. Durante la primera fase del proyecto, se realizaron dos semanales que tuvieron una buena acogida en la villa. "Generaron mucho interés y en dos días se acabaron todas las que ofertamos para aquellos meses", afirma Ormaza con orgullo. Este mes de junio han vuelto a ofrecer otra tanda de hasta 4 visitas semanales. La Sociedad de Ciencias dedidió ampliar el número de visitas viendo la alta demanda de la edición anerior. Una vez más, la respuesta ha sido muy positiva. De hecho, Anaratz Ormaza afirma que son muchas las personas que, a pesar de haber participado en las anteriores visitas, "se han vuelto a apuntar". Saben que durante este tiempo se han hallado más cuerpos que han abierto una página más en la historia de Bilbao. Es lo que tiene ser testigo de un proyecto vivo, inconcluso o, más bien, en continua construcción cuyas bexcavaciones aún están en marcha