Mari Puri Herrero (Bilbao, 1942) es una de las artistas vivas más reputadas de la escena vasca. Sus cuadros han colgado de las paredes del Reina Sofía, el Artium o el Bellas Artes de Bilbao. Precisamente, el museo bilbaino -de cuya Junta fue miembro- dice que su obra "refleja un mundo inquietante en el que se confunden lo real y lo fantástico. El dominio del dibujo y el color, el equilibrio compositivo y una desbordante imaginación le permiten crear una personal iconografía que, a modo de hilo conductor, ha reinterpretado a lo largo de su trayectoria. Seres imaginarios y arquetípicos pueblan los escenarios y paisajes ideados por la artista, intentando ofrecer un universo de poesía y fabulación".Es probable que el gran público conozca a esta artista por crear a Marijaia en 1978. Según dice, nunca se ha sentido "devorada" por ella pese a que su mundo siempre ha estado alejado de la fiesta. Reacia a conceder entrevistas relacionadas con el proceso creativo de Marijaia por temor a "parecer un disco rallado", hace una excepción el año de la No Aste Nagusia desde la tranquilidad de su casa-estudio de Menagarai, en el valle de Aiara, donde sigue al pie del cañón.

El año pasado Marijaia fue pasto de las llamas con la promesa de volver a ser el alma de Aste Nagusia 2020, pero no podremos ver a la reina entre las reinas de la fiesta. ¿Se imaginaba en agosto del año pasado un Bilbao sin Aste Nagusia?

—Nunca te puedes imaginar una cosa así, estas cosas te caen y hay que tirar para adelante. Es como el año de las inundaciones, entonces Marijaia sí salió pero de repente todo se acabó. Son imprevistos que no puedes imaginar de antemano.

¿Entiende la decisión del Ayuntamiento de suspender las fiestas de Bilbao?

—Por supuesto que entiendo que se suspendan porque de lo contrario Aste Nagusia sería un foco total. La fiesta se entiende como mucha gente reunida alrededor de algo, que canta, baila, bebe y, en fin, claro, en una situación como la de ahora no puede ser.

¿Es usted la encargada de hacer todos los años a Marijaia o delega?

—Yo soy la que hace a Marijaia, me ayudan, pero sigo en ello, claro.

¿Cuándo le informaron de que este año no tendría que volver a moldear la cara de Marijaia?

—No, nadie me ha dicho nada, pero me lo imaginé inmediatamente, estando la situación sanitaria como está, no es el momento de Aste Nagusia.

¿Ha introducido algún cambio en el rostro de Marijaia con los años o son réplicas exactas?

—No son exactas, pero los rasgos básicos se mantienen de un año a otro porque es lo que la gente espera ver, pienso yo.

De Lola Flores se decía que "ni baila, ni canta, pero no se la pierdan". Sabe, a mi me pasa algo parecido con Marijaia. Ni es especialmente guapa, ni va a la moda, por no hablar de ese Scoch Brite rubio que lleva en la cabeza. Pero la tía es la bomba estando fuera de cualquier canon estético. ¿Era ese su objetivo?

—Nunca he estado al tanto de las modas y no tenía ningún objetivo concreto cuando me encargaron hacer a Marijaia. La hice como la vi, sin pretender seguir ninguna moda.

¿En qué se inspiró?

—En nada concreto, fue saliendo, es complicado. Vas pensando, vas pensando y se me ocurrió. Avanzas, paras, hasta que la terminas, no es una receta. Todos los años no es la misma tela, hay pequeños cambios. Nunca pretendí transmitir nada concreto, generalmente no me gusta transmitir algo concreto, que salga y que yo lo vea. No obstante, soy muy consciente de que la gente ve distintas cosas en Marijaia, por mucho que yo me empeñase en transmitir algo concreto. Parece que gustó, porque lleva mucho tiempo. Al margen de lo que yo hubiera querido hacer el primer año, en el que había tanta prisa y bastaba con hacerla, luego la gente ve a Marijaia a su manera.

¿Qué ve usted en Marijaia 42 años después?

—¿Que, qué veo? Lo que tengo delante. No puedo hacer una traducción, yo me muevo con los colores, las formas y luego es la gente la que pone los significados. Y algo habrá visto en ella si lleva tantos años.

Es usted una artista con una dilatada trayectoria a sus espaldas, su obra se ha expuesto en el Bellas Artes o en el Reina Sofía. Sin embargo, para el gran público usted es la mujer de cuya imaginación nació Marijaia en 1978. ¿Qué sentimientos le despierta ver unido su nombre a este icono?

—La gente es más de fiesta que de lo que pasa en los estudios y en el pequeño mundo del arte. La verdad es que me sorprende y me gusta. Soy la primera sorprendida porque tú quieres trasmitir una cosa, pero luego resulta o no resulta. Y en estas cosas no dependen tanto en la voluntad del artista como de la respuesta de la gente. No sé si me explico.

Que usted hizo a Marijaia y que ahora es lo que ella transmite a la gente.

—Claro, y algo han visto en ella porque nadie pensábamos que iba a durar tanto. Soy muy escéptica con quienes dicen eso de que "he querido significar esto aquí y quiero que la gente medite sobre esto cuando ve esta o aquella pieza". Oiga, que la gente medite sobre lo que quiera. El resultado de una obra no depende de la voluntad del artista, tú vas a sentir lo que va de tu cuenta. Es muy difícil anticipar lo que la gente va a percibir.

¿En algún momento se ha llegado a sentir devorada por Marijaia?

—No, no me dejo devorar tan fácil.

Sea sincera, si quiere, claro. ¿Está hasta el gorro de que le pregunten por Marijaia o lo lleva bien?

—No, al principio me preguntaban siempre cómo se hacía. Pero en realidad no creo que sea nada interesante porque haces las cosas como puedes y en este caso más. Entonces dejé de hacer ese tipo de entrevistas, porque me daba la sensación de ser un disco rallado. Lo haces, como se hacen las cosas en los estudios, con lo que tienes a mano y vas pensando, porque la principal materia prima es la cabeza.

Digo hacerla pero "no se sabe lo que lleva Marijaia debajo de la falda y no nos importa" ¿Le gustó el pregón que hizo Beatriz Sever, de Naizen, a favor de los derechos de las personas transexuales el año pasado?

—No lo escuché. Lo bueno de Aste Nagusia es que cada grupo o asociación tiene sus reivindicaciones y es un momento en el que las pueden sacar a la calle. Recuerdo una bajada desde Begoña. Por entonces las pegatinas de los partidos y asociaciones estaban muy de moda, recuerdo que venía uno y le pegaba a Marijaia una pegatina, llegaba otro y le pegaba la suya. Al final acabó llena de pegatinas, seguro que contradictorias. Pero muy bien. Afortunadamente, a día de hoy se oye con mucha más naturalidad las reivindicaciones a favor de la diversidad.

¿Ha salido todos los años?

—No, hubo un año que no salió porque hubo algún problema entre el ayuntamiento y las comparsas, algo pasó, pero muy al principio. Otro año la quemaron antes de tiempo y tuve que volver a hacer otra a todo correr porque quedaba un día de fiestas, porque alguien de las comparsas interpretó que se quemó por adelantado para fastidiar las fiestas. Entonces tuve que hacer una solo para un día y poder quemarla. Y, luego, recuerdo que la Marijaia del año de la riada quedó muy maltrecha.

Está claro que Marijaia es el alma de Aste Nagusia, pero ¿Mari Puri Herrero es parrandera?

—Nada, en absoluto. Por eso me sorprende tanto el interés, porque no soy nada trasnochadora. Vivo muy tranquila aquí encerrada en mi estudio, trabajando, leyendo, paseando. Siempre he llevado una vida parecida, desde pequeñita y me lo paso tan bien así que no necesito más nada. Habrá gente que pueda pensar que soy aburrida.

Bueno, pero habrá dejado alguna vez la tranquilidad de la que disfruta en el valle de Aiara para disfrutar en Aste Nagusia.

—Sí, sí, alguna vez sí que he bajado a Bilbao para dar una vuelta, ver la fiesta, pero ya no estoy para quedarme a esas horas de aquí para allá. No todos los años, pero sí he bajado.

¿Cuáles son las cosas que más va a echar de menos?

—Lo que suelo hacer es dar una vuelta y disfrutar con lo que me encuentro. No estoy al tanto de los programas.

Le propongo un juego. Le voy a decir unas palabras ligadas con Aste Nagusia y me gustaría que dijese qué es lo primero que le viene a la mente. ¿Acepta?

Txupinera

—Pues txupin.

Pregón

—El pregón muy bien, casi lo visualizo.

Bilboko Konpartsak

—Son las que mantienen el espíritu original de Aste Nagusia. Al principio hicieron muchas cosas, inventaron mucho. Cada uno aportaba lo suyo, el Ayuntamiento también ha aportado. Hay gente que va a El Arenal, gente que va a otro sitio, bien. Está bien que haya de todo.

¿Bokata o cena sentada?

—Sentada, sentada.

¿Kalimotxo, cerveza, txakoli o marianito?

—Nada.

¿Mañaneo, tarde o noche?

—Lo que pasa es que a la mañana es cuando trabajo más intensamente. Igual para quedar, mejor a la tarde, porque madrugo mucho.

Toros

—Ya he ido a alguna corrida. No soy ninguna entendida pero me parece un espectáculo bonito.

Teatro

—Me encanta, pero no me acuerdo de la última obra que vi en Bilbao. Suelo ir más al teatro en Madrid.

Y para acabar, qué mensaje le mandaría a todas esas personas que este año nos vamos a sentir un poco huérfanas sin Aste Nagusia.

—Que mejor abstenernos este año para no alargar el confinamiento o haya males peores. Lo que nos ha caído con la covid es malo, pero puede ser peor si nos empeñamos en hacer como si nada