PILAR lleva tres años en la Casa de la Misericordia y el día de ayer lo estuvo esperando con mucho entusiasmo. El Circo Italiano visitó la residencia y, sin duda, los allí presentes se teletransportaron, durante casi una hora, a su juventud. “Tenemos muchas ganas de que empiecen, llevamos esperando un rato y estamos todos contentos”, dijo Pilar.

Pero, antes de que el circo ofreciese una muestra de su espectáculo a los residentes, realizaron una ofrenda floral a San Mamés. “Nos llena poder ayudar a la gente y cambiar su rutina”, dijo Paute, uno de los principales protagonistas del circo. “Nos sobran ganas de venir con esta tercera juventud y disfrutar con ellos, nos hacen eternamente felices”, afirmó. Por su parte, Juan Ibarretxe, concejal del área de Acción Social, también acudió a la ofrenda floral y, además, aseguró que actos como el de ayer “son diferentes y los que nos hacen sonreír” por lo que el edil no duda en que “el año que viene nos volveremos a ver”.

Y es que los allí presentes y sus familias - ya que muchos nietos de los residentes no dudaron en acudir a la cita- se mostraron entusiasmados al ver entrar a los componentes del circo por la puerta del salón de actos. Todos ellos les recibieron entre aplausos. De hecho, la media de edad de la Casa de la Misericordia es de 85 años y ayer se rebajó mínimo treinta años. Sus rostros reflejaban felicidad. Entusiasmo. Ilusión. Lori no recuerda hace cuantos años entró en la Casa de la Misericordia de Bilbao. Pero, a sus 92 años, lo que sí tiene grabado en la mente es que le encantan los trapecistas. “Es algo que siempre me ha gustado”, aseguró. Tal es así que no se le borró la sonrisa del rostro y siguió el ritmo de la música con las dos piernas durante la muestra.

La música empezó a sonar y el espectáculo atrapó al público. Crearon una atmósfera donde todo era posible. Los primeros en salir a escena fueron Capitano y Paute, quienes robaron las primeras carcajadas del público. Tras ellos, Máximo y Manras salieron para sorprender con su capacidad de controlar los malabares. “Madre mía, yo intento hacer eso con dos y se me caen, te lo aseguro”, dijo entre risas Agurtzane, una bilbaina de 50 años que acudió a ver a su ama, como cada día, pero esta vez acompañada de su hija Alazne. “Le dije que venía el Circo y ella suele venir mucho a ver a su amama, pero aprovechando que está todavía de vacaciones... no se lo pensó ni un segundo”, explicó.

Acrobacias, magia y riesgo Lo que se vivió en el salón de actos de la Casa de la Misericordia de San Mamés fue todo un espectáculo. Tras salir a escena los malabaristas, al guineano Abubacar solamente le hizo falta una silla hueco para dejar con la boca abierta al espectador. Tal es su movilidad que se introdujo entre los huecos del asiento y salió sin ningún tipo de complicación. “¿Pero este hombre es humano?”, se escuchó decir por el público. Sin duda, a algunos les dejó con la boca abierta, asombrados de que un cuerpo humano pudiera hacer tal escena, y, otros en cambio, cerraron los ojos porque no podían ver un cuerpo tan doblado.

Durante el espectáculo, Claudio realizó una reflexión. “Que haya personas que sepan hacer todas estas cosas es alucinante. La sociedad, a veces, no valora bien el trabajo de los demás”, dijo. Y añadió: “Y es una pena. El circo debería de tener todos los días las el aforo completo. Han venido aquí a hacer una pequeña muestra de lo que hacen, no me quiero ni imaginar cómo será cuando hagan el espectáculo completo. Seguramente vayamos”, concluyó este bilbaino de 50 años que fue ayer a ver a su aita.