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Pensador visual durangarra

Jon Gorroño: “Urkiol Tarota es mi forma de unir nuestra mitología con un objeto cultural contemporáneo”

El pensador visual durangarra Jon Gorroño Zugazaga, con sólida trayectoria en diseño, irrumpe con un tarot en euskara con símbolos y relatos de la cultura ancestral

Jon Gorroño: “Urkiol Tarota es mi forma de unir nuestra mitología con un objeto cultural contemporáneo”

Reconocido por su trabajo en diseño de experiencias para grandes compañías y por su mirada creativa ligada al dibujo y al pensamiento visual, Jon Gorroño Zugazaga (Durango, 1980) da un paso más en su exploración artística: Urkiol Tarot, un proyecto que combina arte, simbolismo, mitología vasca y euskara. El autor detalla a DEIA cómo nació la idea, qué le llevó a vincularla con la identidad vasca y por qué el parque natural de Urkiola es el eje espiritual del proyecto.

¿Cómo llega al mundo del tarot?

—Como diseñador siempre me ha fascinado el arte sacro de iglesias y catedrales. El Duomo de Florencia o Arantzazu, con ese pórtico de los 14 apóstoles de Oteiza, son lugares mágicos. Su componente simbólico es muy poderoso. Por otro lado, me han interesado el bienestar y el crecimiento personal. Hace un par de décadas cayó en mis manos un oráculo de Osho, un sabio hindú experto en meditación. Es similar al tarot, pero lo que más me fascinó fue la riqueza visual de las imágenes: era una obra de arte. Cada carta representaba una parte de la personalidad.

O sea que son para escudriñar…

—Sí, para mirar. Las concibo como obras de arte, mi inmersión en nuestra cultura, que investigué y leí mucho, por ejemplo, a Aita Barandiaran. Mi fin era tratar de entender, qué había detrás de la mitología o nuestros lugares ancestrales.

¿Cómo se le ocurrió diseñar y poner a la venta estas cartas?

—Unos amigos frecuentábamos una cafetería de Durango y hablábamos de todo. Uno comentó que había hecho un curso breve de tarot en Bilbao, y como persona curiosa me apunté yo también.

Curioso, dice.

—Sí. Me defino como pensador visual. Cuando tengo que resolver un problema saco mi cuaderno y hago notas visuales, mezclando texto e imágenes. En el curso dibujaba las cartas para entender mejor los símbolos. Al terminar, ya tenía un cuaderno entero de ideas abocetadas. Esa fue la chispa. Y recuerdo una conversación con mi chica, Agurne, que me dijo: “¿Por qué no sacas el juego?”

¿En qué se ha basado para materializar esta baraja?

—Mi objetivo siempre fue crear un objeto de cultura vasca. El tarot era la excusa. Creo que nuestro carácter social, heredado de la cultura popular y la mitología, merece ponerse en valor. Unir creatividad, simbolismo y cultura en una pieza con atractivo visual tenía todo el sentido.

Las 20 primeras son los arcanos mayores.

—Sí, y son la parte de la personalidad, con sus claros y los oscuros que tenemos todos. Resumiendo mucho, los arcanos menores serían lo cotidiano. Son un total de 78 cartas.

¿Por qué el nombre de Urkiol?

—Soy de Durango. Cuando necesito conectar con la naturaleza o aclarar ideas voy a Urkiola. Para los gipuzcoanos Arantzazu es un referente cultural, natural y espiritual; para Durangaldea, ese lugar es Urkiola. Es nuestro templo, donde conviven la mitología vasca y la religiosidad posterior. A veces necesito soledad para pensar con claridad, y ese entorno es un refugio maravilloso.

¿Desde niño le gusta algún personaje en especial?

—De pequeño sentía respeto por las brujas y por la noche. Vivir en Durango te hace mirar hacia Mari, la Dama de Anboto. Me genera mucho respeto porque simboliza la verdad: castiga la mentira y premia la honestidad. Como muchas figuras míticas vascas, es ambivalente.

Reconozco lugares muy visitados.

—Sí, Urkiola, la zona del santuario, la piedra a la que se da vueltas, la torre de Muntsaratz –en la caja de las cartas-, la fuente de Santa Apolonia, Alluitz y la zona del Paso del Diablo, la dama de Anboto… En las cartas aparece el conflicto de Urkiola, con una mitología vasca precristiana y la llegada de la cristiandad, y por ejemplo la quema de brujas en Durango. En el fondo fue una guerra religiosa. En las cartas solo aparece una cruz, en la carta de Abadea, que realmente es como un maestro, psicólogo…

¿Profesionalmente a qué se dedica?

—Diseño experiencias de usuario para negocios digitales. Por ejemplo: pasamos horas viendo contenido en Netflix, un catálogo infinito que se convierte en parte de nuestra vida. O Spotify, que a final de año te comparte un story con tu música más escuchada: está diseñado para fidelizar y, atraer nuevos usuarios.

Ha trabajado para Zara, la Diputación de Bizkaia, la Universidad de San Jorge o la empresa Gestamp…

—Sí. He tenido la suerte de participar en grandes proyectos y aprender de equipos muy profesionales. Pero también disfruto con proyectos innovadores, como las startups. No importa el tamaño, sino la mentalidad.

Años atrás creó también un juego de creatividad en formato cartas.

—Sí. Tengo el gen creador, no lo puedo evitar. Es un juego de creatividad e innovación para equipos. Una herramienta útil para trabajar ideas y colaboración. Lo sacamos en euskara y castellano, y una clienta nos hizo la traducción al catalán, aunque nunca llegamos a publicarla.

Una lámina suya sirvió para representar el ‘Durango’ bombardeado, algo así como su ‘Guernica’.

—Sí. Gracias a las personas que han hecho un gran trabajo de memoria histórica del bombardeo de Durango. Me pidió el colectivo ‘Lekukoak 1937’ de últimos supervivientes de Durango y Gernika que luchan por hermanar los dos ayuntamientos que realizara ese cuadro. Hice dos bocetos; uno, muy oscuro, lo llamé “la muerte”, y ése ha acabado incluido en Urkiol.

Días atrás participó en un congreso aportando un esquema tipo graphic recording. ¿Qué es y qué tal la experiencia?

—Tengo una habilidad un poco extraña: soy capaz de recoger notas visuales de pensamientos complejos. A eso se le llama graphic recording. Estuve en Sortzaile Eguna, organizado por el Basque District of Culture, con participación del Gobierno vasco. El objetivo era reflexionar sobre retos de las industrias creativas: internacionalización, inteligencia artificial… Fue una experiencia muy positiva.

Estudió en Bilbao y en Barcelona y viaja a menudo por trabajo. ¿Cómo lleva ese ritmo?

—Reconozco que es agotador. Me sostiene que me gusta lo que hago. Los autónomos y pequeñas empresas somos el motor económico, pero no se nos valora ni social ni institucionalmente. Y cuesta mantener el equilibrio entre trabajo y ocio.

¿Se pueden adquirir las cartas Urkiol en la Durangoko Azoka?

—He preparado una edición limitada numerada de 50 unidades. Los puntos de venta serán Arantzazu, Urkiola y en el stand Durangaldeko Argitalpenak en la Durangoko Azoka. Son lugares simbólicos para nuestra cultura.