Javier Crespo, una vida dedicada a cuidar de los suyos
El querido médico de Gautegiz Arteaga, que nos dejó hace poco, será homenajeado a título póstumo por una vida dedicada al cuidado, la empatía y el servicio a su pueblo
Durante casi cuatro décadas, Javier Crespo fue mucho más que el médico del pueblo. Fue un vecino querido, un hombre cercano y un profesional entregado, cuya huella en Gautegiz Arteaga sigue viva en la memoria de quienes le conocieron. Este año, los DEIA Laboral Kutxa Hemendik Sariak le rinden homenaje a título póstumo por toda una vida dedicada a la gente y al cuidado de su entorno.
Natural de Etxebarri y criado en Basauri, Javier llegó con apenas 26 años a Gautegiz Arteaga para cubrir la plaza de médico titular. Era joven, pero tenía clara su vocación y su destino. Se instaló en la casa del médico, donde también estaba la consulta, y allí formó su hogar junto a su esposa, Pili Díez, con quien tuvo cuatro hijos. Desde el primer momento supo que aquel era su lugar en el mundo. “Pidió Arteaga sin dudarlo, porque le gustaba la medicina de pueblo, el trato con la gente”, recuerda Pili, emocionada.
Durante 39 años atendió a los vecinos y vecinas de Gautegiz Arteaga, además de pueblos vecinos como Kortezubi, Ibarrangelu, Elantxobe y Ea. Eran otros tiempos, sin turnos ni sustitutos, cuando los médicos rurales estaban disponibles las 24 horas del día, los siete días de la semana. Javier trabajaba siempre dispuesto a atender un aviso o a desplazarse si alguien lo necesitaba. Conocía cada familia y todos sabían que podían contar con él. “Era muy servicial, estaba disponible todas las horas del día”, cuenta su esposa.
Fue un médico vocacional, pero también una persona profundamente empática. No hablaba demasiado, pero su presencia tranquilizaba. “Era empático, agradable, y sabía cómo no angustiar a los demás. Transmitía tranquilidad. No solo acudían a él por cuestiones de salud, sino también por preocupaciones personales, y él siempre encontraba un momento para escucharles”, recuerda Pili. “Yo creo que, aparte de médico, era también amigo”. Su forma de ejercer la medicina iba más allá del diagnóstico y la receta: ofrecía compañía, comprensión y serenidad.
Comprometido con su trabajo, Javier se desplazaba también a las zonas más apartadas del municipio. En Kanala, donde vivían muchas personas mayores con dificultades para moverse, decidió organizar una consulta semanal todos los viernes, para que nadie quedara sin atención. Durante un tiempo compaginó su labor en el pueblo con la de médico de empresa en la fábrica Dalia, en Gernika-Lumo, pero su verdadera vocación siempre fue la medicina rural. “Le gustaba la cercanía con la gente y el ambiente del pueblo”, dice Pili.
Un hombre culto y curioso
Además de un profesional entregado, fue un hombre culto y curioso, apasionado de la lectura. Leía de todo —novelas, historia, ensayos—, aunque especialmente sobre medicina, para mantenerse al día en los avances y tratamientos. Acudía a congresos y compartía casos con otros médicos de la comarca. Su interés por aprender nunca se agotó, ni siquiera cuando la salud empezó a flaquear.
Tras casi cuatro décadas de servicio, se jubiló en 2012. El Ayuntamiento de Gautegiz Arteaga le rindió entonces un emotivo homenaje como muestra del cariño y respeto de los vecinos. Su marcha reciente ha despertado de nuevo ese sentimiento colectivo de afecto, y el municipio ha querido rendirle homenaje otra vez con este reconocimiento, recordando al médico que dedicó su vida a cuidar de todos.
Su familia recibe este galardón con emoción y orgullo. Pili confiesa que ha sido “una sorpresa y una grata alegría”, y que su marido “se lo merece, porque ha dedicado su tiempo al pueblo”. Asegura que los vecinos le han querido mucho, y que “él se sentía querido también”. Sus palabras resumen la esencia de un hombre que ejerció la medicina con la misma vocación con la que vivió: con respeto, entrega y humanidad.
Javier Crespo fue, sencillamente, el médico que siempre tuvo la puerta abierta. Un profesional ejemplar y un amigo para muchos, cuya cercanía y empatía siguen vivas en la memoria de Gautegiz Arteaga. Su ausencia se nota, pero su recuerdo sigue curando.