En pleno corazón de Busturialdea, cada verano, las iglesias de piedra se llenan de ecos que parecen venir de siglos atrás. Son los órganos históricos de la comarca, joyas musicales que, durante décadas, han sido revalorizados y tratados con especial cuidado en los coros. Desde hace 21 años, el festival Urdaibaiko Organoak les otorga un protagonismo renovado, convirtiendo templos en escenarios y reuniendo a músicos de todo el mundo para revalorizar y celebrar un patrimonio único.

Organizado por Urremendi Landa Garapen Elkartea, el ciclo recorre distintos municipios de Busturialdea, de Mundaka a Kortezubi, de Bermeo a Gautegiz-Arteaga, ofreciendo cada verano una experiencia que trasciende el concierto: es música, sí, pero también historia, paisaje, arquitectura y memoria colectiva. La edición de este año, bajo el lema “Organoak Errege”, ha ofrecido diez conciertos en ocho templos con intérpretes de prestigio internacional como Daniele Ferretti, Walter d’Arcangelo, Oscar Candendo o Alize Mendizabal, además de un trío vocal que fusiona órgano y voz.

En el centro de este engranaje está Joxe Benantzi Bilbao, reconocido como uno de los intérpretes más versátiles de su generación. Organista, armonista, clavecinista y cantante, desarrolla una intensa carrera internacional que en 2025 le lleva a escenarios de Alemania, España, Bélgica, Países Bajos, Italia y Portugal. Profesor numerario de órgano en el Conservatorio “Guitarrista José Tomás” de Alicante donde lleva viviendo más de 30 años, compagina la docencia con la dirección artística de diversos festivales y ciclos especializados, entre ellos Urdaibaiko Organoak, el Festival Internacional de Órgano de Benidorm o Musicaloxa.

Benantzi recuerda bien cómo surgió el festival: “Cada vez que volvía a Mundaka de Alicante, familia, amigos y conocidos de la comarca me decían que los órganos de los pueblos no funcionaban, que se habían perdido, que ya no había organistas… y pensé: habrá que buscar una solución”. Los primeros pasos no fueron fáciles: coordinación de músicos internacionales, cierta incredulidad inicial en algunas parroquias y la falta de una línea temática clara. Con el tiempo, el festival fue consolidando un estilo propio, incorporando cada año un hilo conductor. “Sorprendentemente, desde el primer año hubo un respaldo de público importante… Hoy tenemos las iglesias repletas; a veces tenemos que pedir sillas en casas vecinas o buscar soluciones porque no cabe la gente”, relata.

Más allá de la música, el festival cumple un rol esencial en la preservación del patrimonio organístico. “En 20 años que llevamos de festival, nuestro objetivo era que no se deterioraran más órganos, y no solo no se han estropeado sino que hemos conseguido que restauren once, doce o más”, celebra Benantzi. Entre los instrumentos más emblemáticos destaca el órgano de Muxika, símbolo del festival, que conserva mascarones pintados en sus tubos y ha permanecido mudo durante cinco décadas. Su restauración está prevista para 2027, y al igual que el harmonium de Arratzu o el órgano de Axpe, forma parte de la apuesta del festival por la protección y futura difusión de este legado histórico.“Estamos cumpliendo objetivos muy ambiciosos… estamos hablando de presupuestos importantes, pero es necesario para mantener viva esta tradición”, afirma Benantzi.

El carácter identitario del festival también reside en el territorio. Cada iglesia y cada órgano cuentan su propia historia: desde los intentos fallidos del siglo XIX de construir el órgano de Mundaka hasta los aniversarios de instrumentos centenarios que este año cumplen 260, 175 y 120 años. “Estamos hablando de una apuesta por tener una cultura y un patrimonio realmente importantes”, subraya el director.

El público, además, ha evolucionado con la innovación. La instalación de pantallas que permiten ver al organista en directo y las visitas guiadas a los órganos han acercado a jóvenes y curiosos al universo del instrumento, generando nuevas audiencias y un interés creciente.

Futuro

Mirando al futuro, Urdaibaiko Organoak no se conforma con la excelencia musical. Benantzi sueña con recuperar otros instrumentos mudos y “ampliar el festival desde el punto de vista organizativo”. Explica que actualmente la gestión administrativa recae casi por completo en Urremendi, mientras que la organización del festival la asumen entre pocas personas: “Es un trabajo muy duro, aunque contamos con voluntarios que ayudan en todo; necesitamos profesionalizar un poco más toda esta estructura para poder evolucionar y crecer de manera sostenible”. Con ese objetivo en mente, para la edición de 2026, el festival acogerá una exposición con conferencias y mesas redondas dedicada al constructor Lope Alberdi Rekalde, consolidando así un evento que combina música, historia y cultura.

Tras 21 años, Urdaibaiko Organoak se ha convertido en un proyecto que trasciende el calendario de conciertos: es un puente entre generaciones, un esfuerzo colectivo por mantener vivos los sonidos que dieron vida a la comarca y un homenaje a la riqueza cultural de Busturialdea. Como afirma Benantzi, “no es solo un festival, es la garantía de que estos instrumentos no se perderán, y que las generaciones futuras podrán disfrutarlos en su plenitud”.