Pilar de la vida, “motores de la economía cuando todo giraba alrededor de un fuego”, languidecen por el cambio de hábitos que ha llevado a sus habitantes mudarse a otros núcleos con más población y servicios. Dejarlos deteriorarse puede costar caro. Lo vio claro Nora Urkijo a través de su propia historia y, por ello, la joven de Zalla presentó en su Trabajo de Fin de Estudios de Diseño de Interiores en Instituto Europeo di Design (IED) Kunsthal Bilbao un proyecto que propone reinventarlos con un manual de uso “replicable en otros territorios para solucionar un problema y generar impacto social”.

No por casualidad eligió el nombre Landiola, revisitando el caserío familiar de sus bisabuelos que “a lo largo de los años “he visto cómo iba perdiendo su función y abandonándose poco a poco”. El barrio se construyó “alrededor de 1800, cuando vivían cinco familias, pero ha quedado totalmente desvinculado del crecimiento del municipio de Güeñes”. Únicamente “tres edificaciones se mantienen en pie”.

Al iniciar su investigación de nueve meses comprendió que “el problema se extendía a la mayoría de los caseríos de este municipio de Güeñes y trascendía a todo Enkarterri”. Una comarca “muy vinculada a actividades tradicionales, como la ganadería”. Por desgracia, muchos de los caseríos “han perdido su propósito en el mundo contemporáneo y se han convertido en arquitecturas aisladas del tejido social, económico y urbano que una vez ayudaron a construir”.

El caserío como punto de encuentro intergeneracional. e infografías cedidas por Nora Urkijo

Habló con alcaldes y el presidente de la Mancomunidad de las Encartaciones, leyó Planes Generales de Ordenación Urbana “por si se había propuesto alguna idea similar de la que partir…”. El resultado fue que “tomaban conciencia de la situación de los caseríos, pero en ningún sitio se le estaba poniendo solución”.

Cinco municipios

Con el diagnóstico en la mano, se embarcó en una exhaustiva labor de mapeo en Alonsotegi, Balmaseda, Gordexola, Güeñes y Zalla, localidades próximas a la cuenca del Cadagua en las que documentó la presencia de “195 caseríos”. “Hemos interiorizado” que esa zona más próxima a la cuenca del río Cadagua , a priori no tan relacionada con las construcciones tradicionales vascas, que conviven con nosotros muy cerca, aunque a veces no las advirtamos”. De hecho, tan solo en ese perímetro documentó la presencia de 195.

“Son espacios de oportunidad”, defiende. A partir de ese convencimiento encajó “el segundo pilar fundamental, el cómo conseguir que vuelvan a formar parte de nuestro día a día”. Requería “analizar de dónde nace la despoblación y es de ese cambio en nuestro estilo de vida que provocó la mudanza a núcleos urbanos dotados de más servicios”. “¿La solución? Poner el foco en la comunidad y sus necesidades actuales para generar actividades con capacidad de conectarse e instaurarse en los caseríos”, explica. Actividades vinculadas a cuestiones latentes en nuestra sociedad, como “acceso a la vivienda, soledad no deseada o integración de colectivos” que precisan de “un espacio donde asentarse y para las cuales no se necesitan construcciones nuevas”. Así, los caseríos aúnan “un doble beneficio” de preservar el patrimonio y “favorecer la economía circular”.

Una de las soluciones se materializaría en espacios de encuentro y residencia para que la juventud y gente mayor disfruten de “tiempo de calidad en unión, siempre “con un enfoque inclusivo” que favorezca un clima de “ayuda mutua”. Se plantea también la opción de aplicar el modelo para la juventud, “dada la problemática que se sufre en Enkarterri al no disponer de sitios donde este colectivo pueda reunirse”.

La presentación. e infografías cedidas por Nora Urkijo

Además, apuesta por transformar los caseríos en enclaves para compartir alojamiento y trabajo, una base para quienes “deben estar constantemente moviéndose a lo largo de distintos entornos”. Al mismo tiempo, “introducir a la juventud en esta dinámica es interesante por la poca capacidad de las empresas para atraer talento joven”. Ciñéndose al coworking se proporcionarían las estancias en las que personas provenientes de diversas profesiones, empresas, autónomos o quienes prueben suerte con sus propios negocios dispongan de “un entorno laboral en lugar de recurrir a la opción de alquilar o comprar una oficina, lo cual puede obstaculizar el progreso”. La misma ventaja que proporcionaría el alquiler por horas de estancias “totalmente equipadas en una atmósfera que potencia productividad y creatividad”.

Lugares de acogida

Además, apuesta por ofrecer los caseríos como lugares de acogida junto con programas que ayuden a las personas que llegan a Enkarterri en busca de una vida mejor a “integrarse en el entorno, guiándolas a lo largo de las diferentes fases necesarias” para su adaptación. Mientras tanto, “se les brindará un espacio donde puedan alojarse, cocinar, etc. y también se establecerían programas donde ofrecerles puestos de trabajo en base a sus condiciones para salir al mercado laboral” e, incluso, incentivar las actividades económicas dentro del propio inmueble.

Por último, Nora Urkijo visualiza potencial en los caseríos para un uso turístico en una comarca de “paisajes impresionantes y magnífica oferta gastronómica”. De la misma manera, las personas aficionadas a la montaña encuentran en Enkarterri “una amplia variedad de rutas”, sin olvidar que el Camino de Santiago Olvidado discurre por Alonsotegi, Güeñes, Zalla y Balmaseda.

Extrapolable a otras zonas

Todo culmina en “una sinergia entre arquitectura y personas” que se traduce en un manual de diseño que propone una solución extrapolable a “todos aquellos caseríos que carecen de función o uso definido” con participación privada y pública, como la posibilidad de explorar servicios lanzadera de transporte público en los más dispersos.

Para ello, ha estudiado a fondo criterios más creativos –distribución, materiales, iluminación– y más técnicos –acondicionamiento, instalaciones, presupuestos…–, así como los perfiles de quienes habitarían los caseríos interviniendo sobre los ejemplos concretos de tres caseríos “con diferentes actividades y tipologías de planta”.

Lo expuso durante una presentación pública en Kunsthal Bilbao con otra treintena de Trabajos Fin de Estudios del alumnado de las especialidades en Diseño de Moda, Producto, Interiores y Gráfico ante más de 250 personas. Entre ellas, Ana María López Asensio, directora de Promoción Cultural e Industrias Culturales y Creativas del Gobierno vasco, y Miren Arzalluz directora del Museo Guggenheim Bilbao. La exposición de Nora Urkijo fluyó “de una manera muy orgánica: la gente preguntó, escuchó, se estableció una conversación” muy enriquecedora que “nunca habíamos probado en los cuatro años de universidad”.

¿Y ahora qué? Finalizados sus estudios, Nora quiere iniciar su etapa laboral sin dejar de mantener entrevistas para sondear la posibilidad de llevar a la práctica. Lo expuso al director de Juventud del Gobierno vasco y habrá más interlocutores.