Combinar una profesión de riesgo con una pasión por la naturaleza no es algo común, pero hay quienes encuentran en ello un equilibrio perfecto. El mundo de las emergencias se entrelaza, en su caso, con el zumbido constante de las colmenas. Íñigo Mendibil, bombero de profesión y apicultor en su tiempo libre, ha convertido su afición por las abejas en una labor comprometida con el medio ambiente. Desde su experiencia, nos habla de cómo surgió su interés por estos insectos, cómo ha logrado unir ambas facetas y qué papel cree que juega hoy la apicultura en nuestra sociedad.

¿Cómo empezó su afición por la apicultura y qué le motivó a dedicarse a ello en su tiempo libre?

 La verdad es que las abejas siempre me han atraído desde que era pequeño, no sé muy bien por qué. Me llamaba mucho la atención ver a los apicultores con sus trajes blancos, tiene algo que me parecía muy especial, casi como un magnetismo. Además, en casa ya había algo de tradición con las abejas, aunque poco a poco esa costumbre fue desapareciendo porque los apicultores se iban jubilando o simplemente dejaban de cuidarlas. Por otro lado, siempre me ha encantado la miel, soy un auténtico vicioso desde pequeño, y me gusta mucho el olor de la cera y la miel. Así que, uniendo todo eso, y viendo que aquí ya no había muchos apicultores, me animé a intentarlo por mi cuenta, empujado por esa mezcla de nostalgia y pasión.

¿Ha influido en su vida personal y profesional el cuidado de las abejas?

Sí, claro. Cuando empecé a trabajar como bombero, hace más de veinte años, durante la época de enjambrazón lo habitual era acabar con los enjambres usando insecticidas, lo que significaba matarlos. Aunque había gente con conciencia ambiental que intentaba recuperarlas, lo normal en el servicio era eliminarlos para evitar molestias o riesgos. Sin embargo, yo empecé a recoger algunos enjambres y llevarlos a casa, para intentar salvarlos. Poco a poco, eso fue creciendo, y me fui metiendo más en el mundo de la apicultura. Además, ese conocimiento me ha ayudado mucho en el trabajo como bombero, porque ahora sé cómo manejar mejor los enjambres que retiramos en la calle.

¿En qué momento decidió que podía unir su trabajo como bombero con su pasión por las abejas?

No hubo un momento concreto, sino que fue algo progresivo. Al principio, cuando empecé a traer enjambres, no tenía mucha idea sobre cómo cuidar abejas y cometí muchos errores. Pero con el tiempo fui haciendo cursos, aprendiendo y mejorando poco a poco. A medida que avanzaba, empecé con unas pocas colmenas, pero la pasión me llevó a aumentar el número, a integrarme en asociaciones y a involucrarme en temas como la mejora genética de las abejas. Así, sin darme cuenta, fui mezclando mi afición con mi trabajo, hasta que hoy día son dos mundos que van de la mano.

¿Qué tipo de formación o preparación reciben los bomberos para el manejo de enjambres o colmenas?

En el Servicio de Bomberos de Bizkaia estamos creando un grupo de formación para los bomberos nuevos. Muchos no saben que además de apagar incendios o rescatar personas, también tenemos que actuar retirando enjambres. Por eso les damos nociones básicas sobre cómo trabajar con las abejas, cómo protegerse y cómo actuar para que los enjambres puedan ser recuperados y entregados a apicultores profesionales. Así, intentamos que cada intervención sea lo más segura posible tanto para nosotros como para la población y, a la vez, contribuimos a la conservación de las abejas.

¿Cómo es el operativo cuando intervienen para retirar un enjambre?

Normalmente, cuando nos llaman, acudimos dos bomberos con el material adecuado para la retirada. Lo primero que hacemos es valorar qué tipo de enjambre es: si está "desnudo", es decir, posado provisionalmente en un árbol o una farola, o si ya está establecido en un lugar fijo como un tejado o una caja. Si el enjambre está recién formado y todavía no se ha instalado, aprovechamos para retirarlo directamente con cajas y productos retrayentes para meter las abejas dentro. En cambio, si ya está instalado en un sitio más complicado, esperamos a la noche, que es cuando las abejas se retiran y están todas dentro de la colmena, y entonces intervenimos para retirarlas con mayor seguridad.

¿Cuáles son los principales riesgos que encuentran al retirar enjambres y cómo se minimizan?

Los riesgos más importantes no son para nosotros, porque vamos protegidos con trajes especiales, sino para las personas que puedan estar cerca o para los curiosos que se acerquen demasiado. Las abejas en enjambre no son agresivas porque no están defendiendo cría ni la colmena, solo están en tránsito. Aunque alguna picadura puede ocurrir, lo habitual es que sean bastante tranquilas en ese momento. Para minimizar riesgos, delimitamos una zona de seguridad amplia y avisamos a la gente para que no se acerque, evitando así cualquier accidente o susto.

¿Qué recomendaciones daría a la población cuando se encuentren con un enjambre?

Lo más importante es no alarmarse y llamar al 112 para activar el protocolo de retirada. También se puede llamar al ayuntamiento, que coordina estas situaciones, pero lo más rápido y seguro es que lo gestionen los bomberos o apicultores profesionales. Hay que evitar acercarse demasiado o intentar retirar el enjambre uno mismo, porque pueden producirse picaduras o accidentes. Con la ayuda adecuada, las abejas pueden ser recogidas sin dañarlas y trasladas a un lugar donde puedan seguir viviendo.

¿Cómo ve el futuro de la apicultura en la zona y la convivencia con la ciudad?

Hace unos años, hace aproximadamente seis, era bastante pesimista, porque veía que la apicultura estaba en declive, con muchos problemas, como la avispa asiática y la falta de espacios naturales por la urbanización. Sin embargo, ahora soy más optimista porque se están creando asociaciones de apicultores, se han abierto centros de extracción de miel y hay un interés creciente, incluso entre gente joven que se anima a empezar. La demanda de cursos también ha aumentado y el local que tenemos se queda pequeño. Por tanto, veo un futuro esperanzador, aunque es cierto que los retos siguen siendo grandes y hace falta constancia y dedicación para seguir adelante.

¿Cree que hay suficiente sensibilización y conocimiento sobre la importancia de las abejas y el respeto hacia ellas?

Creo que ha mejorado bastante, aunque todavía queda camino por recorrer. En las zonas rurales, especialmente entre la gente mayor, la conciencia sobre la importancia de las abejas es alta y las ven con respeto y cariño. En cambio, en las ciudades hay todavía mucho miedo y rechazo; la gente suele pedir que se retiren rápidamente porque no las quieren cerca, incluso sin saber que las abejas en enjambre no son agresivas. Por suerte, cada vez hay más campañas de sensibilización y nosotros, en cada intervención, aprovechamos para informar y explicar a la gente que las abejas son necesarias y que, con precaución, no representan un peligro. Poco a poco, esa mentalidad va cambiando.