El Cerro del Castillo de Balmaseda, capa a capa
La quinta excavación en el Cerro del Castillo arroja resultados prometedores: identifican restos de la torre medieval tras sacar a la luz otros años un cuartel de 1836
Papeles, bolígrafo y un sombrero, imprescindible en jornadas de calor en las que Balmaseda encabeza las temperaturas máximas de Bizkaia, reposan sobre una mesa. Este escritorio con bellísimas vistas desde la colina del Cerro del Castillo sirve como oficina para el doctor en Arqueología e investigador de la Cátedra UNESCO de Paisajes Culturales y Patrimonio de la Universidad del País Vasco José Luis Solaun, durante el recién concluido trabajo de campo que, por quinto año consecutivo, desentierra el pasado de la villa.
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Ahí anota meticulosamente “lo que va a desaparecer porque excavamos estratigráficamente”. Es decir, “por orden secuencial” de más a menos reciente “como si se tratara de capas de cebolla”. Un muro “se puede llegar a conservar”; la tierra “se va eliminando”, de manera que necesitan dejar constancia “tanto por escrito como a través de gráficos de fotografías, documentación en planimetrías, planos, etc.” que ya desvelan la huella de la Edad Media.
Algunos días se reunieron “hasta ocho personas entre tres o cuatro arqueólogos de la Universidad del País Vasco/EHU, dos o tres voluntarios de Balmaseda que colaboran con nosotros y un equipo de topografía e ingenieros técnicos que realiza la documentación gráfica de todos los muros, estratos...” Arrancaban “a las 7.30 horas para evitar el sol, paramos media hora o así a comer y para las 15.30 ya volvemos a casa”, describe. Con frecuencia han recibido visitas de vecinos y respondido a sus preguntas sobre la relevancia de este enclave, que ya intuía la asociación cultural Orexinal de Balmaseda cuando se propuso impulsar su estudio.
A punto de levantar el cuartel general, encaran la “labor de gabinete” que ensamblará el rompecabezas al “hilar la cultura material que aparece relacionándola con cada capa de cebolla”, ilustra. Complementan la información con “las fuentes documentales si existen o bibliografía científica, con planos, cartografías…” Diferentes contextos socioeconómicos “aportan diferentes materiales y otros análisis” que contribuyan a entender cómo pudo transcurrir la vida aquí a través de los siglos. Aspectos como “la botánica, los cereales que pudieron consumir, las maderas, si había bosques, campos cultivados… nos ayudarán a reconstruir el paisaje en torno al castillo y el propio castillo”, enriqueciendo el proceso arqueológico con “micro historias” de sus anteriores habitantes, que “a menudo se nos olvidan en una interpretación general”. Una tarea de “meses que realmente nos ocupa mucho más que los veinte días en la excavación”.
Conclusiones en diciembre
En diciembre presentarán las conclusiones en la charla anual que despierta “lógica” expectación entre la ciudadanía, por eso habla con prudencia de las primeras sensaciones sobre el terreno. Desde que el proyecto de la Cátedra Unesco de Paisajes Culturales y Patrimonio de la UPV/EHU, financiado por el departamento de Cultura del Gobierno vasco y el Ayuntamiento, se estrenara en 2021 con la confirmación de que los fragmentos de la fortaleza más antiguos analizados correspondían a un periodo comprendido entre los años 940 y 978, –siglos antes de lo que pensaba, revolucionando lo que se sabía de la historia de la villa–, se repetía una pregunta: ¿cuándo actuarían en la explanada superior de 500 metros cuadrados? Tras sacar a la luz estructuras de época carlista como un cuartel de 1836, consolidarlo e instalar miradores, pasarelas, escaleras y carteles informativos fijaron la fecha de mayo-junio de 2025.
Han intervenido “en extensión, pretendemos abarcar toda la superficie superior de más de 500 metros cuadrados”. La cifra “da una idea de la amplitud y complejidad de una actuación que encierra una riqueza arquitectónica y estratigráfica brutal”. Además de reconocer “nuevas evidencias” de aquellas fortines defensivos activas entre 1835 y 1838”, asoman los restos medievales. “Hemos identificado la torre”, cuya morfología “conocemos gracias a la descripción del historiador balmasedano Vedia a principios del siglo XIX y el plano militar fechado en 1835 de Rafael de Lara, uno de los ingenieros que participó en la reconstrucción de la primera fortaleza liberal de época carlista”.
Ambos documentos concuerdan con lo que están encontrando: “una torre de casi veinte metros de largura por unos once de anchura y 1,80 metros de grosor”. Los testimonios refieren que medía en torno a 17 metros de alto, “aunque en 1835 la rebajaron hasta los diez y en 1836 la arrasaron hasta las cimentaciones que podemos ver”. Tras abordar “aproximadamente la mitad de este edificio en planta a lo largo de metro y medio de profundidad, comenzamos a reconocer los suelos de 1835”. En 2026 proyectan “terminar con la mitad oriental de la torre en todo el recinto hasta alcanzar ese mismo nivel”. Debajo, “esperamos dar con el uso de ocupación de la fortaleza o fortalezas medievales”.
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