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La perplejidad se extiende por la Gran Vía de Bilbao: “¡Joder, qué locura!”

La principal arteria de la capital vizcaina se llena de viandantes tras el cierre de comercios y oficinas por el apagón

A centenares de personas el apagón les ha pillado por sorpresa en la Gran Vía de Bilbao.Miguel Acera /Markel Fernández

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Primer lunes tras la Semana de Pascua. Para miles de vizcainos la de este lunes debía ser la jornada en la que volvían a la rutina tras unas deseadas vacaciones. Nada más lejos de la realidad. El apagón tornó la apacible mañana en desconcertante después de que a las 12.34 horas las luces se extinguieran en todo Bilbao. La incredulidad y la sorpresa se generalizaron en la Gran Vía, donde centenares de personas paseaban al mediodía en circunstancias que podrían parecer normales si no fuera porque todas las tiendas tuvieron que ser desalojadas mientras los dependientes esperaban, agazapados en las puertas, a que la electricidad volviera para poder retomar su trabajo. 

Durante poco más de una hora, la perplejidad fue colectiva. “¡Joder, qué locura!”, afirmaba una viandante que circulaba por la céntrica arteria bilbaina, mientras a lo lejos se escuchaban las sirenas de vehículos policiales. Porque poco a poco, los transeúntes, que no podían hacer llamadas pero sí comunicarse a través de WhatsApp, se iban enterando de que el apagón era masivo y rebasaba con creces los límites de la ciudad, donde la luminosidad del soleado día contrastaba con la realidad distópica que se experimentaba debido a la confusión reinante.

Más de uno tuvo reminiscencias de la pandemia, cuando las calles se vaciaron de gente debido al confinamiento al que se abocó a la población. En esta ocasión, sin embargo, la sensación era contraria. Las vías estaban abarrotadas de ciudadanos que en circunstancias normales habrían llenado bares y comercios, pero, sobre todo, oficinas. En una estampa que se asemejaba más a un capítulo apocalíptico de la serie Black Mirror, decenas de trabajadores esperaban a las puertas de los edificios de oficinas, como la Torre BAT, a una hora en la que la claridad del día chocaba con la oscuridad del interior de los inmuebles.

“¿Qué habrá ocurrido con los que se han quedado atrapados en el metro? ¿Y en los ascensores?”, se preguntaba Lucía, una jubilada que se había acercado al centro desde Santutxu y podía volver a casa andando, por lo que esta circunstancia no la perturbaba. Y es que desde que el servicio suburbano se detuvo, los usuarios comenzaron a colapsar los medios de transporte rodados. Aunque probablemente lo más llamativo fue la incidencia del apagón en los semáforos. En el cruce de El Corte Inglés dos agentes de la Policía Municipal controlaron el tráfico a la vieja usanza, con silbatos, para que el caos circulatorio no se extendiera a la céntrica intersección, lo más parecido a Shibuya que puede tener Bilbao. 

“Hemos desalojado la tienda nada más suceder el apagón, como señala el protocolo”, afirmaba una de las dependientas de Mango, en la Gran Vía, donde por suerte nadie quedó atrapado en el ascensor. “De todas formas tiene un sistema de seguridad mediante el que cuando se va la luz baja automáticamente a una de las plantas y se queda abierto”, alegó mientras sus compañeras especulaban sobre la dimensión del incidente. “No hay luz ni en Italia ni en Francia tampoco. Esto ha sido cosa de Trump”, sugirió una de ellas, horas antes de conocerse que el apagón había afectado principalmente a la península y de que Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, instara a no teorizar precipitadamente sobre las causas.

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A escasa distancia, en la calle Ledesma, algunos clientes se mantenían ajenos al apagón masivo mientras se tomaban vinos y cervezas en las terrazas, porque servir una bebida no requiere electricidad y, la verdad, el día se prestaba a ello. No obstante, algunos bares dejaron de atender ante la incertidumbre de no saber cuándo se podría restablecer la corriente. “Estamos completamente digitalizados. Aunque podamos cobrar en metálico tengo que entregar un ticket al cliente”, aseveró José Antonio Ramos, encargado de Berria, mencionando el sistema TicketBAI de la Hacienda foral. “Tengo reservas que no vamos a poder atender. En estas circunstancias no se puede cocinar”, evidenció antes de conocer que la electricidad volvería al centro de la ciudad a las 13.40 horas.

Los comercios del centro de la ciudad recibieron con exclamaciones de alegría el regreso inesperado de la luz: “¡Menos mal!”. La Gran Vía retomó así su normalidad después de poco más de una hora en la que la incredulidad fue generalizada entre una ciudadanía que aún tiene muy presente la situación inaudita vivida debido a la crisis sanitaria del coronavirus. El tema de conversación era el mismo en todos los corrillos. “¿Habrá sido un ataque cibernético?”, especulaban unos sobre el incidente que condicionó la mañana de la gran mayoría de la población. “La de accidentes que habrá habido...”, suponían otros antes de tener más información. El servicio eléctrico se fue restableciendo poco a poco, a medida que pasaban las horas, en toda la ciudad. Los gestores de la Torre Iberdrola, por ejemplo, anunciaron a los trabajadores a las 14.46 horas que el suministro eléctrico volvía a la normalidad.